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sábado, 14 de enero de 2012

El fenómeno Peter Singer y el “proyecto gran simio”, por el P. Leopoldo Prieto

Aprovecho que los animalistas están enardecidos para presentar un magnífico artículo del P. Leopoldo Prieto López que revela los fundamentos filosóficos del animalismo. Lo pueden encontrar en InfoCatólica.

Algunos pensarán que Peter Singer es sólo un caso extremo de radicalismo que en el movimiento animalista es absolutamente minoritario. Por el contrario, Singer sólo saca a la luz los presupuestos que implícitamente llevan todos los reclamos animalistas, por necesidad. Pues es imposible exaltar la naturaleza animal sin rechazar de plano la naturaleza humana, a través del determinismo neo-darwinista como el de Richard Dawkins, quien apoya abiertamente a Singer.

Algunos dirán que por su mismo extremismo el proyecto de Singer es imposible tomarlo con seriedad y jamás llegará a la práctica. Sepan que es la directriz que organizaciones como la UNFPA llevan desde hace mucho.

El fenómeno Peter Singer y el “proyecto gran simio”
P. Leopoldo Prieto López, LC
Profesor de filosofía en el Ateneo pontificio Regina Apostolorum (Roma)

1. Perfil biográfico de Peter Singer

Peter Singer es un filósofo moral australiano. Hijo de una familia judía austriaca obligada a abandonar su país en 1938 y a emigrar a Australia, Singer nació en Melbourne en 1946. Estudió en las universidades de Melbourne y de Oxford. Fundó el Green Party de Victoria (British Columbia, Canadá). En 1999 se trasladó a los EE.UU., donde enseña actualmente filosofía moral en el Center for Human Values de la universidad de Princeton, en la que es titular de la cátedra «Ira W. DeCamp». Es el fundador de la Asociación internacional de Bioética y coeditor, junto conElga Kuhse, del Journal of Bioethics. Entre sus obras se cuentan Liberación animal (1975), Ética práctica (1979), En defensa de los animales (1986), Ética para vivir mejor (1993), Repensar la vida y la muerte (1994) o Una Izquierda darwinista (1999), Una vida ética: escritos (2001). En 1993,Singer encabezó junto a otras figuras destacadas por sus intereses animalistas la iniciativa conocida como Proyecto Gran Simio, que además apareció en forma de publicación colectiva ese mismo año, editado por el propio Singer y la animalista italiana Paola Cavalieri.

2. El estilo de su pensamiento

Singer se define “materialista en sentido filosófico”, darwinista, políticamente de izquierdas, aunque crítico con la “vieja izquierda”, anquilosada e inmóvil, y sobre todo, antinaturalista. En realidad su procedencia intelectual está fuertemente marcada por dos rasgos: el pragmatismo sensista, fuertemente inspirado en J. Bentham, y el laicismo militante, alérgico a lo sobrenatural y ateo.

En lo que respecta a su opinión de la izquierda, como dice en Izquierda darwiniana, ésta se ha convertido en una cultura construida sobre unos cimientos antinaturalistas (entiéndase antimaterialistas) en una peculiar simbiosis con las “filosofías religiosas y devotas que exorcizan la naturaleza”, que la han privado de una adecuada comprensión de determinados rasgos de la naturaleza humana (como son la tendencia a adoptar funciones sociales diversas en razón del sexo o la tendencia a formar jerarquías) que modelan de un modo uniforme y persistente el comportamiento humano, por lo que ningún proyecto de reforma social debería desconocerlos ni intentar suprimirlos para crear un hombre nuevo liberado de la naturaleza.

En realidad para Singer la persecución de la igualdad no debería ser el objetivo principal a conseguir por la izquierda. La asunción por parte de ésta de determinadas ideas del evolucionismo, por su parte, ayudaría a valorar más adecuadamente la competencia en la obtención de los mejores puestos en la jerarquía social y a aligerar las prestaciones sociales que contribuyen a la perpetuación de las lacras sociales (perturbaciones psíquicas, criminalidad, alcoholismo, pobreza, etc)(1).

En definitiva, en opinión de Singer la nueva izquierda debería asumir una serie de postulados que instan a perseguir de continuo el permanente mejoramiento de la salud física, mental, cultural y social de la humanidad, postulados que desde el siglo XIX reciben el nombre de eugenesia. Conviene no olvidar que es justamente el ambiente ideológico que gira en torno a la eugenesia el que ha hecho posible la ascensión intelectual de Singer en la escena internacional. Así el Center for Human Values debe su origen a la dotación económica de la Rockefeller Foundation, y la cátedra de este centro que regenta Singer fue dotada por la Ira W. DeCamp Foundation.

3. Las ideas de Singer

Las ideas principales que nutren la doctrina ética de Singer son las siguientes:

a) El criterio de la moralidad de las acciones no lo determina el juicio de la razón; por tanto, su objeto no es el bien. Por el contrario, dicho criterio lo establece la sensibilidad y la capacidad de sentir dolor o placer. De manera que: es malo todo lo que produce dolor y bueno todo lo que es causa de placer. Singer afirma en Ética práctica que la moralidad de una acción depende de la cantidad de bienestar que promueve y de sufrimiento que evita. Hasta aquí, en realidad, Singerno ha ido aún más lejos que Hume, que identificaba el placer con el bien y el dolor con el mal (2). Dice Singer: «El dolor es malo, y cantidades similares de dolor son igualmente malas, sin que importe a quien le pueda doler […] Por el contrario, el placer y la felicidad son buenos sin importar de quién pueda provenir el placer y la felicidad»(3).

b) Ahora bien, dolor y placer no son sólo sentidos por el hombre, sino por los demás animales. Luego, la ética transciende el ámbito de la especie humana y se constituye en la ciencia que regula el ámbito de las relaciones interespecíficas animales. Es decir, que es posible el juicio ético sobre cualquier acción humana que establece una relación con cualquier animal no porque mejore o envilezca moralmente al hombre, sino justamente porque recae sobre otro individuo animal en cuanto portador de “intereses de naturaleza ética”. La ética debe transformarse en etología, que es la ciencia de la conducta animal. De ello se sigue que los intereses más relevantes de los animales (no humanos), la preservación de su vida, sobre todo, no deberían ser conculcados por los intereses menores del hombre, como por ejemplo, el consumo de carne. De donde a su vez procede tanto el juicio ético contrario a la cría de ganado con fines alimenticios como el juicio favorable al modo de alimentación vegetariano. De nuevo ante estas opiniones de aspecto tan novedoso, al menos aparentemente, conviene recordar que sólo sacan consecuencias de los principios puestos por la doctrina utilitarista. Una cita de una obra de Jeremy Bentham nos ayudará a este propósito.

¿Pero hay razón alguna por la cual debiéramos dejar que se les atormente [a los animales]? Ninguna que yo pueda ver. ¿Hay razón alguna por la cual no debiéramos dejar que se les atormente? Sí. Varias. Lejos está el día, y lamento decir que en muchos lugares ese día no ha pasado aún, en que la mayor parte de los individuos de nuestra especie han sido tratados por la ley, bajo la denominación de esclavos, exactamente al mismo nivel en el que, en Inglaterra por ejemplo, son todavía tratadas las razas inferiores de animales. Puede que llegue el día en que el resto de la creación animal logre adquirir esos derechos que nunca podrían haberles sido arrancados sino por la mano de la tiranía. Los franceses han descubierto ya que la negrura de la piel no es razón para que un ser humano fuese abandonado sin remedio al capricho de un torturador. Puede que llegue un día en que se reconozca que el número de patas, la vellosidad de la piel o la terminación del os sacrum, sean razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensitivo a la misma suerte. ¿En qué otro lugar debiera trazarse la línea insuperable? ¿Es la facultad de razonar, o quizá la facultad de discurso? Pero un caballo o un perro en su pleno vigor, es sin comparación, un animal más racional, y más dialogante, que un niño de un día, o una semana. Pero supóngase que fuera este el caso, ¿qué probaría eso? La cuestión no es ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar?, sino ¿pueden sufrir?”(4).

c) La gravedad de una acción inmoral no se mide por la especie a la que pertenece el individuo que la padece (Singer rechaza este prejuicio, aplicándole el nombre de especieísmo), sino por las características psicológico-cognoscitivas del individuo en cuestión. No todos los hombres son, en su opinión, capaces de desear seguir viviendo y de proyectar su existencia en el futuro. Individuos como los aquejados de retraso mental profundo (también los no nacidos e incluso los nacidos de pocos días), son completamente incapaces de tales actos psicológico-cognoscitivos; y aunque estos individuos pertenecen taxonómicamente a la especie homo sapiens, no son personas. Por el contrario, determinados animales no humanos son o pueden ser personas. Singer piensa en los monos, delfines, caballos, perros, gatos, cerdos, ovejas, y en general en todos los mamíferos. Sólo, dentro de los vertebrados, los pájaros y peces parecen quedar fuera del reparto de personalidad del que tan generoso se muestra este pensador. Ahora bien, este planteamiento del problema permite a Singer afirmar que causar la muerte de un chimpancé es moralmente más reprobable que matar a un tarado mental. A este propósito, decía Singer en un entrevista concedida a La Vanguardia:

“P.- Usted escribió en Ética práctica que ‘matar a un chimpancé es peor que matar a un ser humano que, debido a una discapacidad intelectual congénita, no es ni podrá ser nunca una persona’.

R.- Tenemos que estar seguros de que se trata de gente realmente discapacitada intelectualmente, así que si el niño no está ni capacitado para reconocer a otra gente, ni para establecer relaciones sociales, ni para disfrutar de su vida, mientras que el chimpancé sí tiene una vida más rica y compleja que ese ser humano gravemente discapacitado, entonces creo que hay menos pérdida en matar a ese humano que en matar al chimpancé”(5).

4. El “proyecto gran simio” de Singer y “la igualdad más allá de la humanidad”

Según Peter Singer, todos los animales (incluidos los animales humanos) son iguales. En su opinión se trata de un dato de hecho científicamente constatable. De aquí que, si todos los animales son iguales, deba dispensárseles igual trato. La igualdad moral de base de todos los animales exige, pues, que se arbitren las medidas para alcanzarla de facto y dar realidad y contenido político a este principio, como vienen pidiendo los defensores del movimiento de liberación animal. Un medio especial ideado por este movimiento lo constituye el Proyecto Gran Simio (Great Ape Project).

El Proyecto Gran Simio es una iniciativa emprendida por un grupo de naturalistas y moralistas (por así decir), de proveniencia varia, pero especialmente anglosajona, con el objetivo de promover los derechos fundamentales de los grandes simios. El proyecto se compone de diversos elementos, entre los que destacan un libro, una estructura organizativa internacional y la declaración de principios sobre los grandes simios.

El Proyecto Gran Simio es, en primer lugar, un libro coeditado por Peter Singer y Paola Cavalieri, que cuenta con treinta colaboraciones de autores, todos ellos comprometidos con la causa de la liberación animal. El título completo de la obra es: El proyecto gran simio: la igualdad más allá de la humanidad(6). Por su fama merecen ser mencionados los nombres de algunos de los colaboradores más renombrados del libro, especialmente Jane Goodall (Los chimpancés: llenando el vacío, pp. 19-29) y Richard Dawkins (Lagunas en la mente, pp. 105-114). El libro está organizado en siete secciones de contenido bastante heterogéneo, precedidas de un prólogo (firmado por Singer y Cavalieri) y de la referida Declaración sobre los grandes simios, cuya autoría es asumida tanto por los editores como por la totalidad de los colaboradores.

La parte más importante del libro la ocupa naturalmente la Declaración sobre los grandes simios, un verdadero manifiesto animalista para el siglo XXI. El propósito de dicha declaración es hacer público ante la opinión internacional un manifiesto programático elaborado por los editores y los colaboradores del proyecto. En la misma dirección que la precedente Declaración universal de los derechos del animal (adoptada el 23 de septiembre de 1977 por la Liga Internacional de los derechos del Animal y refrendada después por la Unesco el 15 de octubre de 1978), laDeclaración sobre los grandes simios se distingue, sin embargo, tanto por el tono del lenguaje que emplea, que no es declarativo, sino imperativo («exigimos…»), como por la delimitación de tres especies animales (chimpancés, gorilas y orangutanes) para las que reivindica una mayor tutela legal y judicial en el ámbito de algunos derechos fundamentales.

El objetivo perseguido por la Declaración sobre los grandes simios es la ampliación de la comunidad moral de los hombres a todos sus iguales. Con un lenguaje insólitamente imperativo dicen sus autores: «Exigimos que la comunidad de los iguales se haga extensiva a todos los grandes simios: los seres humanos, los chimpancés, los gorilas y los orangutanes». Éstos son, pues, los sujetos que integran dicha comunidad. Pero, además de los sujetos integrantes, la idea de la comunidad de los iguales tiene un contenido y un alcance jurídico que la declaración se encarga de determinar: «La “comunidad de los iguales” es una comunidad moral dentro de la cual aceptamos que determinados principios o derechos morales fundamentales, que se pueden hacer valer ante la ley, rigen nuestras relaciones mutuas», es decir, las de todos los integrantes de la comunidad.

Dado el carácter del proyecto y las pretensiones jurídicas que contiene, la declaración es precedida, a modo de exposición de motivos, de un prólogo (escrito por Singer y Cavalieri), que está dominado por la siguiente idea: «el objetivo de toda nuestra empresa es establecer de nuevo el estatuto moral de los chimpancés, los gorilas y los orangutanes y la aceptación en calidad de persona de algunos animales no humanos». En virtud de este objetivo deben ampliarse los límites de la comunidad de las personas y disponerse los medios oportunos para salvaguardar la igualdad esencial de todos sus miembros. La igualdad esencial entre todos los miembros de la comunidad de los iguales es justamente la idea con la que se abre el prólogo: además de seres humanos, «somos también grandes simios». Los seres humanos no son los únicos seres inteligentes con una vida social y emocional rica y variada. Estas cualidades las compartimos, dicen los autores del prólogo, con los demás grandes simios. A la luz de la información científica actual sobre las facultades de los chimpancés, gorilas y orangutanes —nos dicen Singer y Cavalieri—, «la barrera moral que trazamos entre nosotros y ellos es indefendible». «Ha llegado, así pues, la hora de ampliar la plena igualdad moral a miembros de otras especies». Pero, sobre todo, ha llegado la hora de poner fin a la tiranía que en muchos casos el hombre ha ejercido sobre ellos. «La contemplación de los simios que viven en libertad en sus bosques nativos contrasta con la descripción de la miserable vida que muchos grandes antropoides se ven obligados a llevar sometidos a la tiranía humana, ya sea en zoológicos, en laboratorios o en otras condiciones de cautividad».

Además de los ya referidos, otros aspectos centrales de la Declaración sobre los grandes simiosson la determinación de los sujetos beneficiarios, así como de los intereses y derechos tutelados.

En primer lugar, los sujetos beneficiarios de la ampliación de la comunidad de los iguales. De ellos nos dice la declaración que, aunque hoy día se consideran miembros de dicha comunidad únicamente los de la especie Homo sapiens, lo que el Proyecto Gran Simio pretende, más aún, exige, es que se incluyan entre los beneficiarios de la declaración algunos animales no humanos. Dicha exigencia es considerada un proyecto ambicioso. Los animales no humanos inmediatamente beneficiarios de la ampliación de la comunidad de los iguales son el chimpancé, el gorila y el orangután. «El chimpancé (incluyendo en este término tanto la especie Pan troglodytes como el chimpancé pigmeo, Pan paniscus); el gorila, Gorilla Gorilla, y el orangután, Pongo pygmaeus, son los parientes más cercanos de nuestra especie. Poseen unas facultades mentales y una vida emotiva suficientes como para justificar su inclusión en la comunidad de los iguales». En realidad, el Proyecto Gran Simio es sólo un primer paso para la extensión de la comunidad de los iguales, pues como los redactores admiten: «¿qué duda cabe que muchos de nosotros a título individual querríamos ampliar la comunidad de los iguales también a otros muchos animales?».

En segundo lugar, el aspecto más importante es el relativo a los intereses y derechos tutelados en beneficio de los integrantes de la comunidad de los iguales. Como dice la declaración en una apostilla que trata de remedar el estilo procesal, los intereses protegidos son principios o derechos morales fundamentales «que se pueden hacer valer ante la ley» y que rigen nuestras «relaciones mutuas». Merece la pena detenerse en este apartado de la declaración. Los «principios o derechos fundamentales» enunciados por la declaración son tres: el derecho a la vida, el derecho a la libertad y la prohibición de la tortura.

1) El derecho a la vida. «Debe protegerse la vida de los miembros de la comunidad de los iguales. No puede darse muerte a los miembros de la comunidad de los iguales, excepto en circunstancias que se definan muy estrictamente, por ejemplo: en defensa propia». Más allá de las buenas intenciones de la declaración, la formulación de este derecho exige distinguir algunos casos imaginables en las relaciones mutuas dentro de la comunidad de los iguales. Primero, el ataque de un hombre contra la vida de los grandes simios; segundo, el ataque de éstos contra el hombre; y, tercero, el ataque contra la vida de los grandes simios entre sí. Por su parte, dado que el ataque de los hombres entre sí ya está regulado en los códigos penales, no lo vamos a referir aquí. Pero, para atenernos fielmente al tenor literal del segundo párrafo de la Declaración, ¿cómo se pueden hacer valer ante la ley los casos segundo y tercero? ¿Podrán ser acaso procesados, declarados culpables y recluidos en prisión los simios responsables de los atentados contra la vida de sus iguales, sean éstos hombres o simios? Pretenderlo es un desvarío. Más que un avance, supondría un retroceso jurídico que hace pensar en las ordalías de los pueblos aún sin civilizar, cuando algunos animales eran llamados a juicio y condenados por el delito cometido. No se ve otro modo de introducir una nota de sobriedad y cordura en este asunto que reconocer que la pretendida comunidad de los iguales es en realidad una comunidad de seres muy desiguales; y, por tanto, no es una comunidad. Donde no hay personalidad metafísica, tampoco la puede haber jurídica. Donde no hay razón, tampoco hay libertad; y sin ésta, no tiene sentido hablar de responsabilidad e imputabilidad jurídicas.

2) La protección de la libertad. «No puede privarse arbitrariamente de su libertad [se sobreentiende, de movimiento, porque a otra no se aspira] a los miembros de la comunidad de los iguales. Si se les aprisiona sin que medie un proceso legal, tienen el derecho a ser liberados de manera inmediata. La detención de quienes hayan sido condenados por un delito, o de quienes carezcan de responsabilidad penal, sólo se permitirá cuando pueda demostrarse que es por su propio bien, que resulta necesaria para proteger al público de un miembro de la comunidad que claramente pueda constituir un peligro para otros si está en libertad. En tales casos los miembros de la comunidad de los iguales deben tener el derecho de apelar ante un tribunal de justicia, bien directamente o, si carecen de la capacidad necesaria, mediante un abogado que los represente». Como se puede imaginar, la puesta en práctica de este pretendido derecho podría dar lugar a situaciones más propias de una parodia cómica que de un proceso jurídico. Dado que la protección de la libertad individual de los hombres ya está amparada por los diversos ordenamientos jurídicos (sobre todo por la norma fundamental de cada uno de éstos) de múltiples maneras, hay que entender que lo que este número dice sería aplicable únicamente a chimpancés, gorilas y orangutanes. Ahora bien, dice este número: «si se les aprisiona sin que medie proceso legal, tienen el derecho a ser liberados de manera inmediata». Pero ¿qué tipo de proceso legal puede instruirse contra un simio que ha privado de libertad a otro?

Prosigue el número diciendo: «La detención de quienes no hayan sido condenados por un delito, o de quienes carezcan de responsabilidad penal, sólo se permitirá cuando pueda demostrarse que es por su propio bien, o que es necesaria para proteger al público de un miembro de la comunidad que claramente pueda constituir un peligro para otros si está en libertad». En realidad, si se lee con atención, se observa cómo la afirmación marcada en cursiva desdice no sólo el pretendido derecho a la libertad, sino la posesión misma de personalidad jurídica. La exclusión de la responsabilidad penal (de los simios) es el desmentido de lo que previamente se había tratado de establecer por vía positiva, es decir, del reconocimiento de la posesión de derechos, de la personalidad y, en definitiva, de la igualdad de seres humanos y simios.
Se ve de nuevo aquí que la comunidad de los (pretendidos) iguales es una comunidad de los (en realidad) sumamente desiguales. ¿Puede acaso condenarse a un individuo que carece de la posibilidad de entender la maldad o antijuridicidad de su acción? No se diga que puede ser amparado jurídicamente por un «guardián humano». En el mundo de los simios no hay acción alguna que pueda (ni deba) ser encausada procesalmente. Son actos de seres que carecen de responsabilidad, porque carecen de libertad (porque carecen de entendimiento, porque carecen de personalidad jurídica y metafísica). La pretensión de entablar proceso contra un simio resulta irrisoria. La posibilidad de entablarlo contra un ser humano por diferentes motivos está ya ampliamente contenida en las leyes de todos los países. Luego ¿a qué esta declaración?

3) La prohibición de la tortura. «Se considera tortura, y por tanto es moralmente condenable, infligir dolor grave, de manera deliberada, a un miembro de la comunidad de los iguales, ya sea sin ningún motivo o en supuesto beneficio de otros». De nuevo aparecen aquí problemas insolubles. La tortura de seres humanos está proscrita por muchas convenciones internaciones y códigos penales y existen abundantes medios legales para perseguirla. El enunciado de este derecho, por tanto, sólo obliga a la evitación de la tortura de parte de los hombres a los simios; o de éstos a los hombres; o de los simios entre sí. Las anteriores consideraciones son igualmente aplicables aquí, por lo que nos dispensamos de repetirlas.

5. Algunas observaciones a Singer

Es el momento de hacer algunas observaciones y valoraciones acerca del pensamiento de Peter Singer.

a) Singer propugna una ética empirista de signo radical que parece descansar sobre dos fundamentos: en el ámbito objetivo, la reducción de lo bueno a lo agradable; y en el subjetivo, la capacidad de sentir dolor y placer de cualquier animal. Ambos fundamentos, sin embargo, sólo son comprendidos en su justa dimensión si se advierte que, más profundamente, se encuentra un presupuesto fundante que proporciona unidad a ambos, a saber: la recusación de la razón como norma de la moralidad. Ahora bien, hay que decir al respecto que tal recusación imposibilita, propiamente hablando, la moralidad, y esto por diversos motivos. Nos limitamos aquí a dos. El primero es que sin razón no hay libertad, y sin libertad no hay moral. Nadie habla sensatamente de conducta moralmente responsable e imputable si se carece de libertad. Los códigos penales de todos los países civilizados reconocen este principio, verdadero fundamento del orden público. Sin libertad el acto no es simplemente que esté viciado; es que no existe como acto propiamente humano y, por tanto, es ajeno a la persona que lo realiza, o como dice el derecho, es inimputable. El segundo es que, a falta de la razón, a la que se reconduce en última instancia la posibilidad del dominio de las propias acciones, la ética dejaría de ser el ámbito de los acciones humanas para convertirse en exclusiva en una ética de las pasiones. Ahora bien, las pasiones, en la medida en que son estados no puestos voluntariamente, sino más bien impuestos o padecidos por el sujeto, carecen de un contenido moral propio que sólo adquieren indirectamente al ser asumidas y hechas propias o rechazadas por la voluntad. En realidad una moral que reconozca su fundamento no en la razón sino en las sensaciones está llamada a convertirse en una técnica o en una aritmética del bienestar y del dolor, desconociendo la intrínseca dimensión moral de cada acto humano. Y reducido el comportamiento humano a la consecución del placer y a la evitación del dolor a duras penas podrá admitirse que la ciencia que prescribe tal conducta sea una ética. Detrás del proyecto de una ética que prescinde de la razón se descubre fácilmente la imagen singeriana del hombre: un animal carente de todo asomo de razón, aunque privilegiado por la evolución por encima de los demás animales en sus posibilidades cognoscitivas y apetitivas. Entre animal y hombre no hay diferencia alguna de esencia. El hombre es simple y perfectamente un animal. A tal concepto hay que responder simplemente que no se atiene a los hechos palmarios conocidos de todos.

b) Es preciso impugnar por falsa la identificación (de cuño empirista y pragmatista) del placer con el bien y del dolor con el mal. De ello tiene suficiente conciencia el sentido común de los hombres sin necesidad de una especial instrucción en la filosofía moral. Todo el mundo sabe que hay cosas agradables que resultan dañinas, y otras tantas en cambio que, a pesar de ser desagradables, son buenas. No creo necesario detenerme en este punto evidente. En lo que sí quiero detenerme es en el siguiente dato. De hecho, desde el punto de vista físico, aunque el dolor sea desagradable, es bueno, e incluso imprescindible para conservar la vida, que es el auténtico bien, físicamente hablando. El dolor físico, el único que en realidad Singer podrá admitir cabalmente, es la reacción de alerta del organismo ante un estado de deterioro fisiológico que, de no remediarse, conduciría a la muerte, el mal stricto sensu desde el punto de vista físico. Luego, si el dolor es fisiológicamente un bien cuya función es preservar la vida, y ésta es compartida no sólo por los animales sino también por los seres cuya vida se limita al estado vegetativo, es decir, las plantas,Singer debería ampliar el radio de protección de los beneficiarios de sus doctrinas también a las plantas, víctimas de la explotación agraria, incluyéndolas en su alegato de liberación, siendo así que el bien que se defiende en los animales y en las plantas es el mismo, la vida física. Más razonable e imparcial que la propuesta de Singer es en el fondo la de la filosofía hindú que defiende toda forma de vida física. Singer podría replicar que la vida de las plantas es, por cuanto nos consta, inconsciente, y por tanto, indolora. Pero, precisamente por ello, ¿no pide la justicia velar ante todo por los seres más desamparados y débiles, los que carecen de la protección del dolor? Si Singer niega esta exigencia de la justicia, debe igualmente negar, para ser lógico, la defensa de los animales por parte del hombre, puesto que vistos así los animales están al hombre como las plantas a los animales, es decir, en situación de inferioridad y de explotación. ¿Y no son acaso las plantas, las eternas durmientes, las más explotadas y necesitadas de liberación de los desalmados herbívoros y rumiantes? Los argumentos de Singer son extravagantes, al menos porque, habiendo abandonado el buen sentido, han pretendido la elaboración de una ética echando mano de unos instrumentos del todo inadecuados a tal propósito, como son la lógica animalista y el materialismo subyacente. Pero, ¿es acaso posible una ciencia moral propiamente dicha desde un planteamiento materialista?

La historia de Singer recuerda de cerca la escena de la fábula G. Orwell en la que, con la personificación de los animales de una granja, se pretende reflejar la situación de explotación que padece el proletariado. Old Major, el más experimentado y vanguardia intelectual de la granja, un sentencioso porcino, reivindica con una ardorosa arenga dirigida a la asamblea de animales la dignidad y los derechos que el hombre, cruel explotador, les ha arrebatado y canta en líricos tonos el fin de la tiranía humana y el porvenir dorado para la raza de los cuadrúpedos. La canción dice así:

Beasts of England, beasts of Ireland, / Beasts of every land and clime, / Hearken to my joyful tidings / Of the golden future time. / Soon or late the day is coming / Tyrant Man shall be o’erthrown / And the fruitful fields of England / Shall be trod by beasts alone.(7)

Por otro lado, el hombre no es el único animal (ni el que lo hace en mayor medida) que come carne. Dado que la ética se funda, al parecer, sobre la capacidad sensitiva, común a hombres y animales, ¿por qué al hombre le habría de estar prohibido comer carne y no a los grandes depredadores, que causan un indecible dolor a los pobres herbívoros? Ya se ve que fuera del orden de la racionalidad y la libertad, el discurso sobre la moral carece de sentido.

c) Finalmente, la adjudicación de personalidad que tan generosamente realiza Singer entre los animales superiores, grotesca de suyo, no requiere mayor comentario. Sí es preciso, por el contrario, decir algo sobre la negación de Singer del carácter de persona de determinados enfermos psíquicos, e incluso de los recién nacidos. La cuestión, en realidad, no es ética, sino metafísica: ser o no persona no depende, radicalmente hablando, de ciertos actos que se realizan, sino de un particular modo de ser, o mejor, de una específica naturaleza que los posibilita. Persona es el ser de naturaleza racional, realice actualmente o no operaciones de esa índole. La personalidad coincide con la racionalidad, bien sabido que la racionalidad se dice antes de la naturaleza que de los actos que de ella emanan. Sin embargo, como Singer ha excluido la racionalidad como base específica de la ética, debe refugiarse en unos etéreos “actos psicológicos cognoscitivos de proyección en el futuro” que de cualquier modo son actos y no un modo de ser permanente, y que además no son racionales.

He dicho que personalidad y racionalidad coinciden. Sin embargo es preciso hacer ahora una precisión. La racionalidad que funda el carácter de persona es la que el hombre tiene en razón de su naturaleza, que de ordinario realiza actos racionales sin mayor problema. Ahora bien, se da el caso de los enfermos mentales, que, teniendo perturbado el juicio, no pueden realizar dichas operaciones. Pues bien, este tipo de hombres son indudablemente racionales, y por tanto, personas, no obstante la enfermedad que les aqueja, y que les impide realizar actualmente actos de razón. Así pues, es imprescindible distinguir racionalidad de naturaleza y de acto. El caso no es distinto, en lo esencial, del de las personas que por diversas circunstancias (estado de embriaguez, sueño, etc.) están temporalmente privadas del uso de razón, o del de los niños en tanto que alcanzan dicho uso.

La opinión que Singer manifiesta al respecto es no sólo falsa, sino deplorable y peligrosa. Singer se coloca con su doctrina efectivamente en la misma posición de la eugenesia que legitima las esterilización, la eutanasia e incluso la simple eliminación de tarados, oligofrénicos, enfermos mentales, enfermos gravosos de cualquier género para la sociedad y de ancianos, todos ellos personas humanas de bajo o nulo rendimiento laboral. De este modo Singer y la eugenesia atentan gravísimamente con sus ideas (que son la puerta de los hechos) contra la dignidad sagrada del ser humano. Y no se crea que el peligro es irrealizable o ilusorio. En la década de 1930 un buen número de los estados componentes de los EE.UU., influidos por la ideología eugenésica promulgaron normas relativas a la esterilización forzosa de oligofrénicos, delincuentes e indeseables, e incluso en algunos casos a la eutanasia.(8)

Desde el punto de vista teórico la filosofía ética de Singer es inconsistente hasta un extremo clamoroso, pero ello no quita, dados los tiempos que corren, que pueda llegar a ser acogida y sostenida, incluso ampliamente. Animalismo, eugenesia, etc. son síntomas de una grave patología del pensamiento, que se ha cobrado un alto precio en vidas humanas en el siglo XX, que tiene un historial y una procedencia bien determinados: el materialismo. Y si bien, el retorno a las prácticas de exterminación masiva no se ve fácil, la causa que las generó, sigue activa y operante, a saber: la concepción materialista que hace del hombre un simple animal.

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Notas:

1. Cfr. C. A. VIANO, Singer: la sinistra ritorni a Darwin, en “Corriere della Sera” (16 diciembre 2000).

2. Cfr. D. HUME, Tratado sobre la naturaleza humana, 2,1,1.

3. Una vida ética: escritos, Taurus, Madrid 2002, p. 11.

4. J. BENTHAM, Introducción a los Principios de la Moral y la Legislación, Londres 1789, cap. XVII, n. 4, nota a. He seguido la versión italiana de la obra, Introduzione ai principi della morale e della legislazione, Utet, Torino 1998, pp. 421-422. La traducción es mía.

5. D. GAMPER, Entrevista a Peter Singer, en “La Vanguardia” (23 julio 2003).

6. P. SINGER - P. CAVALIERI (eds.), El Proyecto gran simio: la igualdad más allá de la humanidad, Trotta, Madrid 1998.

7. G. ORWELL, Animals Farm: “Animales de Inglaterra / Animales de Irlanda / Animales de todo lugar y clima / Escuchad la gozosa nueva / de un futuro dorado. / Tarde o temprano llegará el día / en que postrado el hombre que nos tiraniza / los feraces campos de Inglaterra / no sean transitados más que por bestias”.

8. E. BLACK, War against the weak. Eugenics and America’s campaign to create a master race, Four Walls Eight Windows, Nueva York 2003.

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