Reproducimos el siguiente artículo del P. Mario García Isaza, educador del Seminario Arquidiocesano de Ibagué.
Las marchas que, contra las acciones de la ministra de educación, se dieron en días pasados en muchísimas de las ciudades y pueblos de Colombia, fueron multitudinarias; difícilmente podrá registrarse una convocatoria que, en pocos días y sin contar con los más poderosos medios de comunicación, haya concitado a más colombianos y haya logrado una respuesta tan masiva en la historia de Colombia. Y el significado de esa respuesta clamorosa, no puede desconocerse ni esquivarse.
Han tratado de hacerlo el gobierno y los citados medios de comunicación. Triste y pobre el espectáculo que en El Tiempo, en El Espectador, en los canales privados de televisión, han dado y siguen dando quienes, evidentemente asustados ante lo que esas marchas y su mensaje significan, simplemente se han dedicado a descalificar con epítetos ofensivos y con expresiones que destilan inocultables antipatías y ciego rechazo a los valores cristianos, a todos aquellos que promovieron y apoyaron esa hermosa manifestación en defensa de la familia y de los valores éticos de la sociedad. “La caverna…”, “los que desean revivir la inquisición…”, “los apegados a antigüallas…”, “los enemigos del modernismo…”, “los retrógrados…”, “las marchas de la ignorancia…”, “los partidarios del atraso cultural…”, “la homofobia rampante…”, “perros rabiosos…”; se les agota el diccionario del insulto, agotan los dicterios ofensivos, para tratar de minimizar el significado, riquísimo y profundamente humano, de los ríos de gente que inundaron calles y avenidas. ¡Dan coces contra el aguijón! ¿Quiénes son los intolerantes ?
“Sí pero no…”, “existen pero no existen las famosas cartillas…”, “sí existen pero no son del gobierno…”, “son de la ONU pero no, son folletos pornográficos de Bélgica…”, “el ministerio tiene derecho a orientar la educación sexual pero no, eso le toca a la familia…”, “se trata de un ataque personal a la ministra por ser lo que es…”. Así ha sido el vergonzante titubeo del gobierno, así los bandazos vacilantes con que han tratado de negar lo que dijeron o hicieron, así siguen empeñados en disfrazar el inocultable intento del ministerio por colonizar ideológicamente, con un sesgo inmoral, los manuales de convivencia de los colegios y por arrogarse abusivamente algo que corresponde a la familia, no al Estado. No se trata, no, en esas marchas, y en el rechazo a las demasías ministeriales, de un ataque de carácter personal a la señora ministra. Ella, por supuesto, no debería estar ocupando ese cargo; pero, ocupándolo, no puede pretender impregnar la educación colombiana con su ideología.
Bien por las marchas clamorosas, que mostraron sin dejar lugar a dudas que el pueblo colombiano no está dispuesto a permitir que se entre a saco en el tesoro de sus valores morales y cristianos. Así tenemos que seguir actuando.
Y ahora, otro tema. Se nos echa encima, con todo el peso de una maquinaria oficial artera e inatajable, y con el apoyo casi incondicional de los sumisos medios de comunicación, el plebiscito. Un plebiscito amañado, para el que se le torció el cuello a la Constitución con el fin de no correr el riesgo de perderlo, rebajando las exigencias que ella señala a ese mecanismo; un plebiscito en el que se pretende que los colombianos refrendemos, en globo, con un simple SI, todo lo que un gobierno claudicante ha pactado con el grupo de los peores malhechores que ha tenido el país en toda su historia, grupo que, lo sabemos bien, no ha renunciado ni renunciará al socialismo marxista que profesa. Y ahora, con ocasión de lo declarado por un señor Arzobispo, se quiere hacer creer que la Iglesia católica llama a dar ese SI. Pues no, no son así las cosas. No corresponde esa posición personal del señor Arzobispo de Cali a la oficial de la Iglesia. La Conferencia Episcopal nos ha exhortado a participar en el plebiscito, votando cada cual en conciencia, después de ilustrarnos debidamente. Y es necesario que quede claro: quienes hoy por hoy pensamos que debemos decir NO, no por eso somos deshonestos. Todo lo contrario.
Mario García Isaza
c.c. 41079
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