El diario El Tiempo acaba de publicar una entrevista hecha a la presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente de Bélgica, Jacqueline Herremans, quien vino a Colombia a apoyar el lobby pro-eutanasia que viene haciendo la misma asociación en nuestro país. En esa entrevista, Herremans pone las normas belgas como ejemplo a seguir en Colombia, sin embargo, omite datos importantes sobre la realidad de la eutanasia en Bélgica, datos que incluso son contradictorios con la imagen que quiere vender.
Empecemos por la misma definición de eutanasia que ella da:
Es un acto practicado por un tercero, con la intención de poner fin a la vida de una persona, a solicitud de esa misma persona, y debe darse bajo tres condiciones: que sea voluntaria, es decir que sea solicitada de manera explícita y repetida por un paciente adulto, sin presiones externas; que el paciente esté sufriendo física o mentalmente, de manera insoportable, y que sufra una lesión o una condición patológica seria e incurable. Se trata de personas que no tengan esperanza de sanar, no necesariamente que estén en fase terminal.
Increíblemente, la “experta” belga en eutanasia parece ignorar que su propio país aprobó el pasado marzo la eutanasia para menores de edad, bajo solicitud de sus padres. A diferencia de Holanda, donde se estableció una edad mínima de 12 años, no hay edad mínima para la solicitud de eutanasia. Basta con el consentimiento de los padres y la autorización del médico para que se realice el homicidio de los menores. Prácticamente la misma normativa que el programa Aktion T4 del Tercer Reich.
En la entrevista, Herremans afirma que “Como está normado en los países que la permiten, esta clase de solicitudes se basan en la autonomía personal de los pacientes”. Esto, que se supone es la base de toda legalización de la eutanasia, según el concepto de “muerte digna”, contrasta con la realidad práctica de esos mismos países. En 2010 un estudio sobre el rol de las enfermeras en la eutanasia encontró que en la región belga de Flandes, alrededor del 45% de las eutanasias fueron practicadas sin solicitud o consentimiento explícitos por parte del paciente. En el estado de Oregon, en los Estados Unidos, las estadísticas revelan que el suicidio asistido se ha disparado entre los mayores de 65 con buen nivel de ingresos, ante la presión de médicos y familiares. Una encuesta hecha en el 2011 en Holanda reveló que el 36% de los médicos se sienten presionados por los familiares del paciente para practicar la eutanasia.
Resulta entonces absurdo que los activistas belgas vengan a proponer la legalización del homicidio en sus países como ejemplo a seguir en el nuestro, cuando la experiencia confirma la pendiente resbaladiza en que se precipitan las naciones al convertir la profesión médica en un instrumento de muerte.
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