Artículo de la Dra. Danelia Cardona, directora del Departamento para la Promoción y Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal de Colombia, publicado originalmente en el sitio web de la CEC.
Hoy, se celebra la Fiesta de Nuestra Señor a de Lourdes y el próximamente Santo, el beato Juan Pablo II instituyó en esta fiesta la Jornada Mundial del Enfermo. La imagen de la gruta de Nuestra Señora, compasiva y atenta a las necesidades de sus hijos, las aguas purificantes de las piscinas de Lourdes y el testimonio de muchas curaciones que ocurren este santo lugar, nos lleva a reflexionar en el llamado que tenemos los profesionales de la salud en cuidar y promover la vida de cada paciente del que tenemos el privilegio de atender.
El médico pocas veces cura, alivia frecuentemente pero siempre debe consolar. La profesión médica siempre será una vocación, es un llamado al servicio del otro. Hoy, el sistema de salud ha llevado al médico a convertirse en un técnico de la salud, enfocado en metas, resultados y ganancias. No hay tiempo para desarrollar el arte de la profesión médica y al mismo tiempo el eje de la misma que es la relación médico-paciente. Cuando una consulta dura 15 minutos escasamente se puede establecer una relación con un paciente, y del paciente con su médico. Otros eran los tiempos cuando en las facultades de medicina enseñaban que "una buena anamnesis (historia clínica) debe dar el 65% del diagnóstico", el arte se fundamentaba en la comunicación, la habilidad para obtener toda la información necesaria de una manera cómoda para el paciente que iba construyendo una relación entre él y su médico. El otro 35% se obtenía de los exámenes paraclínicos, que tenían un objetivo fundamental, no se consideraban pruebas de tamizaje a ver qué "pesco" y qué "descarto".
Esta relación médico-paciente se basa en dos personas que se encuentran para un propósito que debe ir más allá de encontrar una enfermedad para darle un tratamiento. Son dos personas revestidas con la dignidad que sólo es inherente a cada persona humana y que es absoluta e inalienable, desde su concepción hasta la muerte natural.
El buen médico promueve la salud de su paciente, una salud integral que abarque todas las dimensiones de las que son parte de la persona: la biológica, la psicológica y la trascendente, dejar huella, tener un proyecto de vida. Es tiempo de enfrentarse a este reto eje de la profesión médica: la relación médico-paciente y hacer un llamado a la profesión médica para que el ejercicio de su profesión tenga la satisfacción que todo médico alguna vez sintió al iniciar sus prácticas clínicas con aquel paciente que nunca olvidan.
Finalmente, no debemos olvidar que alguna vez hicimos el juramento Hipocrático que nos hacía ser cuidadores y promotores de la vida, desde su concepción hasta la muerte natural. La ética que nos cobija nos obliga a llevar una excelencia profesional y conductual, a querer siempre lo mejor para el paciente con los recursos disponibles y de poner al paciente, persona humana, revestida con la dignidad dada por Dios, desde su concepción (o fertilización) hasta la muerte natural, como el eje de nuestro ejercicio profesional.
Danelia Cardona Lozada
Médico Psiquiatra
Directora - Departamento Promoción y Defensa de la Vida
Conferencia Episcopal de Colombia
No hay comentarios:
Publicar un comentario