Suscríbete a nuestro Boletín Semanal




Únete a Voto Católico Colombia

jueves, 24 de diciembre de 2020

Editorial: Preparemos los caminos del Señor

Termina el año 2020, un año de aquellos que la historia recordará con ganas de olvidarlo. El terror ante el Coronavirus se ha convertido en el vehículo para la deformación total del orden sociopolítico. De la noche a la mañana los gobiernos de varios países decidieron imponer prisión domiciliaria a su población y prolongarla la mitad del año. Bajo el pretexto de proteger la vida, miles de hogares han perdido el sustento para que meses después se reconociera que el confinamiento había sido inútil en prevenir la expansión del virus.

Aún peor, el Coronavirus fue la excusa para que los gobiernos mundialistas, incluyendo los que posan de católicos como el de Iván Duque, decretaran la proscripción de todo culto público y el cierre de las Iglesias. Aún después de que la gran mayoría de actividades habían vuelto a la normalidad y de que los gobiernos permitieran manifestaciones y aglomeraciones afines con su agenda política, el culto a Dios seguía siendo objeto de odiosas y desproporcionadas limitaciones. De la noche a la mañana, los católicos nos encontramos viviendo bajo una persecución similar a la de los católicos chinos, asistiendo a misa y confesión de forma clandestina. Y si la primera ola del Covid fue la máscara para privar a los católicos de la fiesta más importante del Cristianismo: La Pascua, la segunda ola llega justo a tiempo para privarnos de la segunda fiesta más importante: la Navidad.

Tal persecución habría sido soportable si hubiéramos contado con la guía y el apoyo de verdaderos pastores. Por el contrario, no sólo fueron los obispos los primeros en ordenar el cierre de las iglesias y abandonar el rebaño, sino que cuando los medios de comunicación se lanzaron en campaña de hostigamiento a los sacerdotes fieles que desafiaron las prohibiciones para apacentar el rebaño, no dudaron un segundo en sumarse al coro de los perseguidores. Por si fuera poco, una vez restablecido el culto público, continúan abusando de su autoridad impidiendo a los fieles arrodillarse ante el Santísimo Sacramento o recibir la Sagrada Eucaristía en la boca.

Tras la pandemia, es como si las fuerzas enemigas de la Fe hubieran perdido todo disimulo y destaparan sus cartas en contra de la Iglesia. Gobiernos tanto de derecha como de izquierda aprovechan el confinamiento para impulsar el aborto y la eutanasia, China y Occidente se abrazan y constituyen un frente común totalitario, los obispos celebran la llegada del abortista Biden a la Casa Blanca, quien anunció que continuará la persecución contra las órdenes religiosas que Trump había suspendido, el Papa Francisco aliado con la banca internacional, etc. Si las élites políticas, económicas y religiosas se han unido contra la Fe, la sociedad tampoco se aleja de tales movimientos y en países tan católicos como Colombia, México e incluso Polonia hemos visto turbas de jóvenes arremeter contra los templos cargados de furia que es difícil no calificar de demoníaca, mientras desde las instituciones se abren las puertas al satanismo y la Nueva Era.

Que estamos en los últimos tiempos es algo que la Iglesia siempre ha enseñado. Desde el día de Pentecostés, los católicos vivimos en este Mundo como forasteros, aguardando el día de retornar a la patria celestial, pero ante tan grave persecución desde dentro y fuera de la Iglesia, es imposible no sentir la cercanía de la segunda venida, y los ecos de las palabras de Cristo a sus perseguidores: Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas. (Lc 22,53)

Es más, pareciera que ya estamos viviendo el juicio, al ver cómo la sociedad queda radicalmente dividida en dos bandos: Con Cristo o contra Cristo. Cuando se fuerza a los médicos a participar de crímenes contra la vida humana, y son sus propios colegas los primeros en apoyar su linchamiento, cuando se presiona a los jueces a violentar el Derecho Natural so pena de perder su trabajo, cuando se persigue dentro de la misma Iglesia a los sacerdotes por administrar los sacramentos de acuerdo con el derecho canónico, cuando se insta a que entre vecinos y familiares se delaten entre sí por el incumplimiento de las draconianas medidas sanitarias, cuando el último de los parroquianos en la más marginal de las parroquias se ve enfrentado al dilema de recibir la eucaristía en la mano o no recibirla en absoluto... en fin, cuando cada uno de los fieles está siendo puesto a diario ante dilemas que le obligan a decidirse entre la fidelidad a Cristo o la aceptación del Mundo, es difícil no creer que Cristo ha comenzado a separar a las ovejas de las cabras.

Y parece ser sólo el comienzo: Los planes para un "Gran Reinicio" del orden político, social y económico del mundo, son publicados abiertamente en revistas de amplísima trayectoria y prestigio como TIME y en las redes oficiales de instituciones como el Foro Económico Mundial. Voces autorizadas dentro de la Iglesia como el Cardenal Raymond Leo Burke, el Arzobispo Carlo María Viganò o el Obispo Athanasius Schneider han advertido sobre la pretensión detrás de ese "Gran Reinicio", de aniquilar los fundamentos últimos de la vida familiar al eliminar la propiedad privada e instituir una dictadura sanitaria basada en el transhumanismo.

¿Qué podemos hacer? Sería un gravísimo error caer en la angustia y la desesperanza, olvidando que no hay mal en el mundo que no haya sido permitido y previsto por Dios en su economía salvífica, o pensar que debemos preparanos guardando provisiones, huyendo a los campos, o tratando de proteger nuestro patrimonio, olvidando que estamos en las manos de Dios y que en cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. (Mt 10, 30) La Iglesia desde los tiempos apostólicos nos ha advertido que estamos en los últimos tiempos, que hemos de estar vigilantes y preparados porque Cristo vendrá cuando menos se le espere.

Por eso es que existe el tiempo del Adviento. El carácter festivo y alegre que la fiesta de Navidad contagia a sus semanas precedentes ha opacado un poco el carácter penitencial propio de este tiempo. El Adviento nos prepara para la Navidad, para que al recordarnos la primera venida de Cristo al mundo, nos reafirme en la certeza de su segunda venida y su victoria final, y de este modo nos recuerda la forma en que debemos permanecer vigilantes y preparados para este momento:

Os digo, pues, hermanos: El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen. Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa. 1 Cor 7, 29.

Cada día que pasa estamos más cerca de la venida de Nuestro Señor, es una verdad que hemos recibido por la Fe. Preparémonos pues para su inminente llegada, recordando que somos forasteros en este mundo, exiliados de nuestra patria celestial, siervos atentos a la llegada de su señor, desprendiéndonos de todo amor por las cosas de este mundo y abrazando la pobreza, el desprecio y la persecución en esta vida a cambio de la vida eterna.

Al permitir las calamidades que hemos visto en el año que termina, Dios nos recuerda las vanidades de la vida presente y lo precario de nuestra existencia temporal. Vivamos pues, con el corazón más en el Cielo que en la Tierra como los cristianos de los primeros siglos. Recibamos cada Eucaristía pensando que podría ser la última, aprovechemos cada Confesión como una oportunidad extraordinaria y huyamos del pecado mortal con el terror de la muerte. Si el 2020 ha de permanecer en nuestra memoria que sea precisamente como un campanazo de alerta ante todas las gracias que hemos recibido de Cristo y que hemos dejado desperdiciar.

Permanezcamos alegres y confiados en su venida, pues Dios no abandonará a quienes le aman sinceramente, pero con esa misma alegría escuchemos al Bautista y preparemos los caminos del Señor con humildad profunda, con amor encendido y con total desprecio de todo lo terreno

Leer más...