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viernes, 30 de agosto de 2013

El Espectador considera un atraso la protección de los niños por nacer

En el editorial del martes pasado del diario El Espectador, arremeten contra el Referendo por el Derecho a la Vida. A pesar de los extenso del escrito, los argumentos son elementalmente dos y los examinaremos a continuación.

En primer lugar, el editorial afirma que derogar el aborto vía Referendo “Es un mal entendimiento[sic] de cómo funciona una democracia en un Estado Social de Derecho.”, inmediatamente después desarrolla este punto acudiendo a los supuestos “derechos de las minorías”

Si bien se trata de seguir la voluntad de las mayorías, también (y sobre todo) se debe respetar los derechos de las minorías, tratando de no aplastarlas a través de la tiranía de los votos. En ese pretendido sentido antidemocrático es que quiere obrar este comité promotor. Y algunos otros sectores, que tienen fuerza: el aborto no ha podido avanzar como en otro lares y como es esperable en una sociedad moderna por culpa de ellos. [sic erat scriptum, realmente no se entiende que un editorial quede tan mal redactado]

Este argumento realmente implica dos supuestos: el límite a la soberanía popular, por un lado, y el supuesto “derecho de minorías” que vendría a ser el aborto, por el otro. Respecto del primer punto, empecemos por recordar la sabía frase de Nicolás Gómez Dávila: “DEMAGOGIA es el vocablo que emplean los demócratas cuando la democracia los asusta”. En efecto, lo que el editorial llama “antidemocrático” no es otra cosa que el funcionamiento elemental de la democracia pura, su forma más directa. La democracia representativa, la división del poder público y la constitución de “constituyentes derivados” no son más que instrumentos forzosos ante la imposibilidad de la democracia directa al estilo griego en una sociedad de 44 millones de personas. Por definición, las herramientas de democracia participativa son siempre más democráticos que los procedimientos que dependen por entero de los órganos constituido y derivados por representación. En todo caso, la base del sistema democrático no es otra que la soberanía del pueblo, soberanía que, por definición, no puede estar sujeta a condicionamientos foráneos, ni a normas internas que el pueblo mismo no pueda modificar. Realmente algo anda mal en el concepto de “democracia” si el pueblo no puede reclamar para sí las funciones delegadas y ejercerlas directamente.

Cierto es que bajo esta óptica liberal, la democracia es contraria a la Doctrina de la Iglesia. En efecto, el liberalismo, tanto el teológico como político, es incompatible con la fe cristiana como dejó claro el Papa León XIII en su encíclica Libertas Praestantissimum. La Iglesia ha condenado constantemente la pretensión soberanista del Estado liberal, por pretenderse libre de la Ley Natural, y por esta vía, abrir la puerta a las peores tiranías. Desde la sangrienta Revolución Francesa hasta los terribles genocidios del siglo XX, fueron provocados en nombre de un gobierno que afirmaba representar la voluntad soberana del pueblo. Pero esta es también la perspectiva liberal que El Espectador dice tener, que aunque defiende la existencia de libertades individuales (los “Derechos del Hombre”), en la práctica sólo se trata de los Derechos que se impongan constitucionalmente al Estado. Sólo la Ley Natural, puede representar un límite real al Estado, puesto que en el fondo, los Derechos constitucionales no son más que aquellos que el Estado ha querido reconocer. También el aborto es fruto del mismo árbol genocida del absolutismo, pues se fundamenta en que el Estado desconozca la condición de persona, sujeto de derechos, del niño por nacer.

Nótese además el artículo 377 de la Constitución Política, que establece que “Deberán someterse a referendo las reformas constitucionales aprobadas por el Congreso, cuando se refieran a los derechos reconocidos en el Capítulo 1 del Título II y a sus garantías”, por lo que reconoce la facultad inalienable del pueblo para la decisión sobre los derechos fundamentales. Tanto así que en artículo 379 establece que sólo podrán ser declarados inconstitucionales las reformas a la Constitución cuando se violen los requisitos de reforma. Como puede verse, no hay forma alguna en que pueda negarse la facultad del pueblo para reformar la Constitución y derogar el aborto, sin negar también la soberanía popular y con ella el sistema democrático en su totalidad.

Examinemos ahora la segunda cuestión, el aborto como "derecho de minorías", lo que lleva a preguntarnos, antes que nada, cuál es la minoría titular del supuesto derecho al aborto. Ciertamente no lo son las mujeres, puesto que estas son mayoría absoluta en el país: Si el aborto fuera un “derecho de las mujeres” el referendo no tendría la más mínima posibilidad. Por el contrario, son las mujeres el motor del movimiento provida en Colombia, las encuestas han mostrado que el 81% de las mujeres rechaza la legalización del aborto, frente a sólo un 70% de los hombres. Algunos podrían afirmar que se trata de los derechos de esa minoría del 19% de las mujeres que si apoyan el aborto, pero claramente esto sería crear una minoría ad casum; y por esta vía, las organizaciones criminales serían también “minorías en desacuerdo con el código penal”.

No nos dejemos engañar, no existe el “Derecho al aborto”; no hace parte de la Constitución ni del Sistema Internacional de Derechos Humanos. Existe el Derecho a la Vida, reconocido en el artículo 11 de la Constitución, y que al tenor del Derecho Internacional debe protegerse desde el momento de la concepción. Eso que ellos llaman un “atraso”, no es más que una restitución del Derecho a la Vida según la Constitución del 91, que había sido “derogado de facto” por la Corte Constitucional. Esa es la minoría a la cual se le están violando la totalidad de sus derechos: los 34.000 niños por nacer que han sido asesinados en la vigencia de la sentencia C-355.

En El Espectador deberían hacer un ejercicio de honestidad y quitarse la careta de “Nadie quiere el aborto”, cuando en el mismo artículo dicen que “Sería mejor avanzar” y que el aborto debería ser “para todos los casos, mediante una decisión libre e informada de la mujer”. Piden más aceite para la máquina de matar de la industria abortista, pero dicen no querer el aborto. Se quejan de que aumentarán los abortos ilegales, pero piden que sea legal el aborto por cualquier razón, siguiendo el modelo español en donde los abortos se han disparado. Que digan la verdad: su único deseo es que el número de abortos aumente.

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