El pasado martes 20 de mayo, el diario El Espectador publicó una breve nota en su sección “En pocas palabras” en la cual documenta el apoyo que la masonería de todo el país brinda a la campaña reeleccionista del presidente Juan Manuel Santos.
Los masones, con Santos
La campaña reeleccionista de Santos recibió el respaldo de las logias de masones que, se sabe, están en los principales círculos de poder en el país. Ayer, cerca de 200 logias, cada una compuesta por más de 50 personas, con influencia en varios sectores, se reunieron con él para expresarle su respaldo. El acuerdo contempla trabajar en la línea social, descentralización y, sobre todo, en lo referente al proceso de paz. El aval de los masones hará contrapeso al que estaría recibiendo Óscar Iván Zuluaga del Opus Dei.
Este apoyo era absolutamente previsible, pues es bien sabido que la familia Santos ha sido prominente entre la masonería, especialmente su tío abuelo, el ex presidente Eduardo Santos.
El Magisterio infalible de los Papas ha condenado una y otra vez, de forma constante, la pertenencia a sectas clandestinas como la masonería, señalando la absoluta incompatibilidad de estas con la fe en Jesucristo y la pertenencia a la Iglesia católica, y castigando la pertenencia a cualquier sociedad secreta con la excomunión.
Baste recordar la descripción de la masonería que hiciera el Papa León XIII en su encíclica Humanum Genus:
De lo que sumariamente hemos referido aparece bastante claro que sea y por dónde va la secta de los Masones. Sus principales dogmas discrepan tanto y tan claramente de la razón, que nada puede ser más perverso. Querer acabar con la religión y la Iglesia, fundada y conservada perennemente por el mismo Dios, y resucitar después de dieciocho siglos las costumbres y doctrinas gentílicas, es necedad insigne y muy audaz impiedad. Ni es menos horrible o más llevadero el rechazar los beneficios que con tanta bondad alcanzó Jesucristo, no sólo a cada hombre en particular, sino también en cuanto viven unidos en la familia o en la sociedad civil, beneficios señaladísimos hasta según el juicio y testimonio de los mismos enemigos. En tan feroz e insensato propósito parece reconocerse el mismo implacable odio o sed de venganza en que arde Satanás contra Jesucristo.
Tal condena se ha mantenido con los años y fue reafirmada en 1983 por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
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