Reproducimos el artículo del P. Mario García Isaza, formador del seminario arquidiocesano de Ibagué.
“Ver las orejas del lobo”, es expresión de leyenda, que indica que he descubierto un peligro escondido, que he visto, entre el follaje, un riesgo o una trampa. “El lobo estaba agazapado, pero se le alcanzaron a ver las orejas”.
Sigo haciendo el esfuerzo de releer y de analizar el farragoso texto del acuerdo final entre el gobierno y las FARC, que en pocos días estamos llamados a aprobar con un SÍ o a rechazar con un NO; así, en bloque. He asistido a una conferencia dictada aquí por un prestigioso jurista, que expuso, desde su percepción, las bondades de ese acuerdo. Y he tratado de analizar, en forma objetiva, cuanto comentario acerca de él se me ofrece. Por otra parte, trato de seguir las medidas que desde varias y altas instancias, –el ejecutivo, los ministerios, el Consejo de Estado, las Cortes, etc.– se van expidiendo en relación con varios aspectos de la vida nacional. Y he de confesar que veo asomar las orejas del lobo.
La imparable maquinaria oficial, que cuenta, sabe Dios a qué precio, con el apoyo incondicional y mansurrón de los más poderosos medios de comunicación, presiona, cada día en forma más abusiva y aplastante para que nos traguemos todos los sapos del aguachirle que nos ofrecen desde La Habana; y en esa campaña por el SI, sigue esgrimiéndose, como el gran argumento, la falacia de que decir NO al acuerdo es votar por la guerra, es ser enemigo de la paz. Lo cual es falso. Con el NO, quienes pensamos que es el mejor camino, quisiéramos cerrarle el paso a un proyecto de país que, expoliado de sus más auténticos valores morales e inspirado en una ideología atea y materialista, no nos augura una paz verdadera, cimentada en la justicia, la verdad y los principios cristianos. Asoman las orejas del lobo: Los contertulios del gobierno en Cuba, bien lo sabemos, no han renunciado, ni renunciarán, a su doctrina marxista y por consiguiente a su rechazo contra lo que ellos llaman “opio del pueblo” (la religión). Y su proyecto, no nos llamemos a engaño, es la instauración del socialismo del siglo XXI en Colombia. Timochenko ha dicho, textualmente: “Nuestra meta es organizar y movilizar la población colombiana, para arrebatarle el poder a la clase política que lo ha detentado durante siglos” ¿Será éste el camino para que nuestra patria llegue a la paz auténtica, estable y duradera? Si bien no tiene ninguna relación con el acuerdo final, la reciente determinación del Consejo de Estado, que prohíbe la presencia oficial en la tradicional celebración del Te Deum de acción de gracias, es un paso más en ese empeño por raer de nuestras costumbres todo lo que tenga algún asomo de Fe, de reconocimiento de Dios, de culto, de Catolicismo. Dígase otro tanto de la orden impartida hace poco por el ICBF a los orfanatos y otras instituciones que tienen a su cargo a niños desamparados, en la que se les manda, óigase bien, “renunciar a su carácter confesional”, y educar a los pequeños sin principios religiosos y en la ideología de género. Asoman las orejas del lobo.
Y vuelvo sobre la ideología de género, que permea todo el texto del acuerdo gobierno-FARC. Me parece ingenuo no ver en esto sino un esfuerzo por reivindicar legítimos derechos de la mujer y abrirle espacios más amplios a su participación en la vida nacional. Creo que los que así piensan, no ven las orejas del lobo. No, aquí hay algo mucho más ponzoñoso doctrinal e ideológicamente. El jefe del equipo negociador, doctor De la Calle, ha dicho frente a micrófonos: “No se nace hombre o mujer.” Judith Butler, ideóloga de género, afirma tajantemente: “El género es una construcción cultural, no el resultado del sexo” Para estos “ideólogos”, las diferencias entre hombre y mujer, a pesar de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija, son construcciones culturales y convencionales hechas según los roles que cada sociedad asigna a los sexos. Y, ¡claro!, como el asunto resulta tan inaceptable y absurdo a la luz de la ley natural, de la evidencia racional, pues hay que negar la existencia de una ley natural, universal e inmutable. ¿Cómo? Oigan, otra vez a los ideólogos de género: “Lo natural es un concepto que hay que superar. No hay nada natural, Lo natural no es necesariamente un valor humano”. (Shulamith Firestone) En esta ideología de género, que atraviesa todo el acuerdo gobierno-FARC, subyace un proyecto perverso que va en sentido de acabar con el concepto natural de matrimonio, de familia, de paternidad y maternidad natural; todo, aunque se haga lo posible por enmascararlo, obedece al empeño obstinado por justificar y hasta promover el homosexualismo, abrirle aún más el camino al aborto, a la destrucción de los valores familiares, y a otras cuantas conductas que la ética y la antropología cristianas tienen que rechazar; los pasos que nuestras cortes y el Congreso han dado en favor de las uniones anormales entre personas del mismo sexo, la adopción por parejas homosexuales, etc., no son otra cosa que triunfos de esa siniestra ideología. Ese es el camino que estamos recorriendo. Y que se nos está pidiendo que aceptemos el dos de octubre. Nuestro SI, al aprobar otras cosas aceptables, estaría cohonestando todo eso. Por tal razón, entre tantas otras, una vez más pienso y digo que, en conciencia, diré: ¡NO!
Mario García Isaza
Seminario Mayor- Ibagué
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