Se acerca la fecha de la anunciada “Conmemoración conjunta Católico-Luterana de la Reforma” que realizará el Papa Francisco en Lund, Suecia el próximo 31 de Octubre. La celebración, como tal, ha levantado numerosas críticas en el mundo católico, pues implica la celebración de una herejia que dividió irremediablemente a la cristiandad y abrió la caja de pandora de todos los males que ha traído la modernidad. Vale recordar que cuando en 2012 se mencionó la posibilidad de que el Papa Benedicto XVI viajara a Alemania a celebrar el 500 aniversario de la reforma en 2017, la respuesta del Card. Kurt Koch fue que la Iglesia, no tenía “nada que celebrar”, y que “no podemos celebrar un pecado”.
Pues bien, se ha publicado el programa del viaje del Papa Francisco a Suecia, que incluye abiertamente una “Oración ecuménica común” en la catedral luterana de Lund. En la presentación del programa, el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Greg Burke, ha invitado a remitirse al documento “Del conflicto a la comunión”, del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Federación Luterana Mundial, publicado por la editorial Sal Terrrae.
El documento se pretende como una especie de “hoja de ruta” hacia la unidad católico-luterana, pero de acuerdo con numerosas denuncias por parte de renombrados teólogos, en el documento se están negando los principales dogmas de la Iglesia sobre el sacrificio de la Eucaristía, tales como la transubstanciación de las especies en el cuerpo y sangre de Cristo, o la renovación del sacrificio de Cristo en la cruz.
El Documento afirma en su numeral 154 (Subrayas nuestras):
Comprensión común de la presencia real de Cristo
Tanto luteranos como católicos pueden afi rmar en conjunto la presencia real de Jesucristo en la Cena del Señor: «En el sacramento de la Cena del Señor, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, está presente total y enteramente, con su cuerpo y su sangre, bajo los signos del pan y del vino» (Eucaristía 16). Esta declaración en común afirrma todos los elementos esenciales de la fe en la presencia eucarística de Jesucristo sin adoptar la terminología conceptual de «transustanciación». De esta forma, católicos y luteranos entienden que «el Señor exaltado está presente en la Cena del Señor, en el cuerpo y la sangre que él ofreció, con su divinidad y su humanidad, mediante la palabra de promesa, en los dones del pan y del vino, en el poder del Espíritu Santo, para su recepción mediante la congregación»52
Esto pretende dar “solución salomónica” a la herejía luterana respecto de la Santa Eucaristía simplemente omitiendo el concepto de “transubstanciación”, cuando en realidad se está es negando abiertamente el dogma definido por el Concilio de Trento. La Fe Católica siempre ha enseñado que en el sacrificio eucarístico los dones del pan y el vino, dejan de serlo para convertirse en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
Así lo define el Concilio de Trento:
“D-877 Cristo Redentor nuestro dijo ser verdaderamente su cuerpo lo que ofrecía bajo la apariencia de pan [Mt. 26, 26 ss; Mc. 14, 22 ss; Lc. 22, 19 s; 1 Cor. 11, 24 ss]; de ahí que la Iglesia de Dios tuvo siempre la persuasión y ahora nuevamente lo declara en este santo Concilio, que por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. La cual conversión, propia y convenientemente, fue llamada transubstanciación por la santa Iglesia Católica.”
“D-884 Can. 2. Si alguno dijere que en el sacrosanto sacramento de la Eucaristía permanece la sustancia de pan y de vino juntamente con el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, y negare aquella maravillosa y singular conversión de toda la sustancia del pan en el cuerpo y de toda la sustancia del vino en la sangre, permaneciendo sólo las especies de pan y vino; conversión que la Iglesia Católica aptísimamente llama transubstanciación, sea anatema.”
En este sentido, el concepto de transubstanciación no es accesorio a la Fe en la presencia real Jesucristo en la Eucaristía, sino que define exactamente de qué se está hablando cuando se habla de esa “presencia real”: Que las especies han dejado de ser pan y vino, y son en sustancia, es decir, son verdaderamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La transubstanciación es un elemento esencial de la Fe en la Sagrada Eucaristía.
En contra de este dogma, Lutero, siguiendo la filosofía nominalista de Guillermo de Ockham, afirmaba la “consubstanciación” es decir la unión entre las sustancias del pan y el vino con las del Cuerpo y la Sangre de Jesús. Esto, aunque parezca mantener la creencia en la “presencia real” de Cristo en la Eucaristía, claramente no es tan real como lo exige la Fe Católica. La clave está además en el final del párrafo citado, en que se afirma “para su recepción mediante la congregación”, lo cual de cierto modo condiciona la “realidad” del sacramento a su receptor. Esto recuerda abiertamente la tesis de la “transignificación” de teólogos modernistas como Rahner o Schillebeeckx, que sostenían que el pan y el vino sólo pasaban a significar el Cuerpo y Sangre de Cristo para los creyentes.
Posteriormente, en los numerales 158 y 159 se pretende que la actualidad del sacrificio de Cristo en el sacramento de la Eucaristía responde al concepto de “anamnesis” (memorial), mientras que se abandona la doctrina de la Iglesia en cuanto a la renovación del sacrificio de Cristo en la celebración de la Ecuaristía. Como decía el santo Padre León XIII:
Por el sacrificio de la Misa «se renueva de modo admirable el sacrificio supremo en el Calvario». El sacrificio de la Misa «no es una vacía y pobre conmemoración de la muerte de Jesucristo sino que es una verdadera y admirable renovación, si bien incruenta y mística». «El sacrificio [de la Cruz] se continúa en el sacrificio eucarístico... Pues ya que era menester que el rito sacrificial acompañara siempre a la religión, fue decisión enteramente propia de la divinidad del Redentor el que se hiciera perpetuo y perenne el sacrificio consumado una sola vez en la Cruz. Ahora bien la razón de' esta perpetuidad se da en la sacratísima Eucaristía, la cual no aporta una semejanza vacía o solo un recuerdo del hecho, sino la verdad misma, si bien en especie distinta».
Así pues, lo que propone el documento del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y que se plantea como fundamento teológico de la conmemoración de la Reforma Protestante que celebrará el Papa Francisco este 31 de octubre en Suecia no es otra cosa que el abandono de la Fe Católica, y la adherencia a las tesis de Lutero sobre la Eucaristía. Como católicos no podemos renunciar al que es nuestro mayor tesoro: Que cuando comulgamos en la Santa Misa, no estamos recibiendo mero pan o vino, sino el verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, inmoladas en el sacrificio del Calvario.
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