Reproducimos el siguiente artículo de Germán Mazuelo-Leytón y publicado originalmente en el sitio web del periódico La Patria.
Recientemente el señor Viceministro de Interculturalidad «en un encendido discurso contra la colonización, exigió que para el "Año Nuevo Andino Amazónico" las iglesias católicas abran sus puertas a los amautas, para que realicen sus rituales al interior de los templos».
Los católicos no podemos ser arrastrados al error por ninguna autoridad, sea ésta religiosa o política. Causan confusión aquellos, sean sacerdotes, religiosos o simples creyentes de a pie, que culturalizan la fe, equiparando a María Santísima con la «Pachamama». Nada más absurdo. No podemos confundir la religión revelada con religiones naturalistas. La Pachamama es y será siempre una realidad creada (obra de la creación).
Aunque el Estado Laico, nunca se ha propuesto como ideal en la doctrina política de la Iglesia, la doctrina católica ha enseñado siempre que el poder religioso y el poder civil son distintos. El Papa Benedicto XVI ha recordado los principios de una «sana laicidad», y «a la luz de estas consideraciones, ciertamente no es expresión de laicidad, sino su degeneración en laicismo, la hostilidad contra cualquier forma de relevancia política y cultural de la religión».
El profesor Plinio Correia de Oliviera, en su libro «Revolución y Contra-revolución» explica cómo en el curso del tiempo el hombre se ha vuelto más audaz en su rebelión contra Dios. Primero niega la fe, luego la existencia de Dios, y finalmente la Ley Natural. Hemos visto cómo este proceso culmina en una negación de las esencias. La rebelión ha tomado dimensiones nacionales con la imposición del ateísmo, las familias de un solo hijo, y la «Ideología de Género» en naciones enteras.
Y todo este proceso está contenido como germen en el rechazo original del hombre hacia Dios.
La Revolución usa, pues, una metamorfosis no sólo para avanzar, sino para practicar los retrocesos tácticos que tan frecuentemente le han sido necesarios: la revolución de las tendencias, la revolución de las ideas y la revolución de los hechos.
Las primeras tres etapas de la Revolución fueron la Pseudo-Reforma, la Revolución Francesa y el Comunismo. (Cf.: Revolución y Contra-Revolución, Plinio Correa de Oliveira).
Para aniquilar la Civilización Cristiana las mismas fuerzas de la Revolución que articularon la revolución comunista, requintan la revolución del paganismo tribal, el humanismo naturalista anti-Cristo y el islamismo. Es la cuarta etapa que vivimos hoy.
Muchos años pasaron hasta que los marxistas comprendieron que sería mejor para la revolución marxista no tanto combatir la religión como servirse de ella.
La «Carta de la Tierra» incubada en las Naciones Unidas desde 1997 y, lanzada el año 2000 después de su discusión durante 8 años en una cincuentena de países, junto a la «Declaración universal del bien común de la madre tierra y de la humanidad», -emanada ésta de la «Primera Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra» que se verificó entre el 20 y 22 de abril de 2010, en Cochabamba, Bolivia-, no han tenido ni tienen otro fin que resucitar y alentar extintos paganismos, singladura gestada previamente al Quinto Centenario del Descubrimiento de América, y que se fue ejecutando muy particular e incisivamente a partir de 1992, así como implantar una «Iglesia ecuménica mundial» al servicio de un «Nuevo orden mundial (NOM)» -democracia sociocósmica como la denomina el delirante Leonardo Boff, promoviendo la agenda anti-cristiana de NOM- o dicho en otras palabras un «socialismo espiritual», desenvolviendo un sistemático y maligno proyecto de regreso a la idolatría y el paganismo.
Y se da el fenómeno de que hay quienes promueven una devaluación de lo sagrado cristiano no trepidando en calificar de sagrada cualquier otra cosa: «sagrada madre tierra», «sagrada hoja de la coca», pero para éstos no es sagrada la vida humana, y se promueve el aborto desde la consigna colonizadora de las fuerzas anti vida, de que el nasciturus es parte del cuerpo de la madre.
El Papa Pío XI, ya lo avizoraba: «La lucha entre el bien y el mal, triste herencia de la falta original, sigue haciendo estragos en el mundo… Este peligro tan amenazador para el uso pleno y exclusivo de un partido, de un régimen, sobre la base de una ideología que explícitamente se resuelve en una propia y verdadera estatolatría pagana, en pleno conflicto tanto con los derechos naturales de la familia como con los derechos sobrenaturales de la Iglesia… el comunismo es intrínsecamente perverso y no es posible admitir en ningún terreno la colaboración con él por parte del que quiera salvar la civilización cristiana».
La Sagrada Biblia revela dos formas de idolatría: la de la perversión y la de la sustitución. La primera tiene lugar cuando el hombre mismo y/o la imagen del Señor son manipulados o pervertidos; la segunda, cuando el Señor mismo es reemplazado por otros dioses, por falsos dioses: «Y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles…» (Romanos 1, 23).
Al rechazar a Dios desde el corazón, es decir, desde el intelecto y la voluntad, se rechaza el propio objeto de estas facultades, que es Dios bajo el aspecto de la Verdad y el Bien infinitos, respectivamente: dado que el intelecto ha sido creado para conocer a Dios bajo el aspecto de la Verdad, y de amarlo bajo el aspecto del Bien.
Una vez que Dios ha sido rechazado del corazón, una vez que el corazón ha perdido la orientación a su propio objeto, se oscurece y cae en objetos sustitutos: en cosas creadas, ídolos: demonios, hombres, animales, o esculturas. En resumen, los hombres que rechazan a Dios, al caer lejos de Él, «adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador» (Romanos 1, 25).
Descolonización sí, pero descolonización de las ideologías. Descolonización de la ideología de género que está pudriendo lo mejor del presente. Descolonización de la ideología abortista.
german_mazuelo_leyton@yahoo.com
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