Como advertimos en febrero, cuando fue promulgado el nuevo código de policía, existe la posibilidad de que el lobby homosexual intente actos de provocación para tratar de arriconar la libertad de la Iglesia Católica para llevar a la práctica su doctrina sobre la perversidad intrínseca de los actos homosexuales. El episodio ocurrido esta semana en una parroquia de Anzá, Antioquia, en que el sacerdote tuvo que expulsar a un joven que entró a misa disfrazado de mujer, ilustra el tipo de provocaciones que pueden ocurrir.
El martes pasado, en un video de Facebook, un joven travestido afirmó que el párroco de Anzá le expulsó de la eucaristía dominical. Al ser interrogado por los medios de comunicación, el sacerdote Rodrigo de Jesús Arcaes dijo que “Se lo digo en la presencia de Dios: yo no le hice ningún escándalo… (le dije) no se me vista de mujer y no me vaya a entrar así al templo, bienvenido como quiera, menos vestido de mujer. A nosotros los sacerdotes nos atacan mucho. Cuando él entró, la gente empezó a reírse; a mí me parece que lo que hice está bien. Le dije con mucha decencia que se trata del templo, porque tenía una blusa que le bajaba hasta las costillas y una minifalda, casi desnudo”.
El joven publicó otro video en el que negó ir vestido como afirma el sacerdote. Según El Tiempo, el párroco reconoce su “error” y “pide perdón a Dios, al joven, a la comunidad LGBT y a los habitantes de Anzá.” Nótese que el joven nunca ha negado, y es fácil presumirlo según los videos, es haber ido vestido de mujer. Se trata de una situación en la cual el sentido común brilla por su ausencia, a causa de la negligencia de los sacerdotes a la hora de reclamar a los feligreses un vestuario digno para la celebración eucarística. Algo tan de sentido común que hasta Nuestro Señor Jesucristo quiso tomarlo como imagen del juicio particular:
“Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: –Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?– El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: –Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.–” (Mateo 22,11-13)
Este incidente ocurrido en Antioquia ilustra a la perfección el esquema de estas provocaciones, que es exactamente el mismo que fue aplicado en marzo contra una parroquia de Sincelejo, Sucre, por un mural en defensa de la familia. Todo comienza con una provocación LGBTI, luego la Iglesia responde defendiendo y haciendo respetar sus lugares sagrados o su doctrina, acto seguido los homosexuales van a las redes sociales y a los medios de comunicación denunciando “discriminación” y “homofobia”, los medios apoyan el linchamiento contra el sacerdote, y concluye con el sacerdote avergonzándose y pidiendo perdón por haber hecho lo que la Iglesia enseña. Pecan de ingenuos los que creen que con el apaciguamiento lograrán que las provocaciones se detengan, pues sólo están mostrando su efectividad. Fácilmente podría blindarse la Iglesia frente a estos atentados si tan sólo reafirmara de forma contundente su doctrina y sus prácticas disciplinares bajo el derecho fundamental a la libertad religiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario