Artículo de la Red Familia Colombia en su Página web.
La semana pasada la noticia de mayor auge en los medios de comunicación fue la historia de John Franco y Katherine Gallego por el secuestro de su bebé, Alisson Brigitte. El secuestro de una bebé recién nacida es algo que a los colombianos nos estremecía, horrorizaba y conmovía hasta lo más profundo de nuestro ser, sino recordemos hace unos años el caso de Juan Diego, el bebé raptado en la Clínica del Country o el bebé de Clara Rojas secuestrado por la guerrilla y separado de su madre con pocos meses de nacido.Fueron secuestros que movilizaron y conmovieron a un país ,la gente comentaba,oraba y buscaba solidarizarse de alguna manera con las madres de esos pequeños.
Esta semana la terrible noticia no despertó el estremecimiento de antaño sino que dió un giro sorprendente,los angustiados padres no recibieron solidaridad en su dolor sino que la situación concluyó en que la secuestradora del bebé fue dejada en libertad por “no presentar peligro para la sociedad” y el padre del bebé fue judicializado, por el director del ICBF, por tener 27 años y convivir con la madre adolescente de la menor secuestrada.Que oscura triquiñuela se nos ha presentado a los ojos de los ciudadanos, triquiñuela que tiene claras intenciones encaminadas a un único objetivo que es el de utilizar la circunstancia dolorosa de una familia para manipularnos y buscar la tan ya conocida promoción de los derechos sexuales y reproductivos de los jóvenes en Colombia. El debate ha empezado a girar ya no a si es un delito el secuestro de un menor, sino a buscar promover la anticoncepción y la sexualización temprana de nuestros niños. Hemos visto al Dr. Juan Carlos Vargas,director científico de Profamilia aparecer muy docto en los medios de comunicación junto con el Secretario Distrital de Salud, Dr. Guillermo Alfonso Jaramillo hablando de cómo la ley presenta contradicciones al exigir que los adolescentes reciban educación sexual y tengan acceso a los anticonceptivos desde los 12 años, pero al mismo tiempo penaliza el tener relaciones sexuales con menores de edad. Igualmente han hecho énfasis en la importancia de educar sexualmente a nuestros niños y adolescentes, para evitar embarazos indeseados, producto de encontrarse inmersos en una sociedad sexualizada y de la ausencia de familias estables. Educación que ambos coinciden en que debe darse y que debe ser centrada en la autoestima y en brindarles ayuda en la construcción de un plan de vida en donde puedan visualizar cómo una Enfermedad de Transmisión Sexual (ETS) o un embarazo indeseado pueden truncar cualquier proyecto a futuro.
Estas palabras presentadas hábilmente por los medios de comunicación nos sitúan en un plano racional, en donde a primera vista todos estaríamos de acuerdo con estos planteamientos y aceptaríamos, sin discusión, la propuesta de los expertos. Pero vale la pena analizar la situación con más profundidad. Esto no es simplemente una ecuación de uno más uno igual a dos.
Sí es cierto que nuestros jóvenes están inmersos en una sociedad sexualizada, pero conformada por adultos totalmente sexualizados que han encontrado en este aspecto la única dignificación del ser humano, su única fuente de placer, de libertad y de sentido de vida. Adultos que ya no perseguimos relaciones con compromisos estables, adultos que hemos perdido el sentido por el valor de la vida y la familia, adultos que no encontramos trascendencia en nuestras acciones y que hemos aceptado la validez de absolutamente todo, incluidos los antivalores bajo un falso concepto de libertad. Adultos que un día decidimos dejar de ser faros y guías para los menores de edad para convertirnos en personas confundidas, superficiales y ambiguas en donde la moral es relativa y los valores se acomodan de acuerdo a las circunstancias. Adultos que ya no nos sentimos capaces de llamar a las cosas por su nombre y que no sabemos cómo educar, cómo enseñar y cómo transmitir una razón para vivir a los menores. Adultos que ya olvidamos el valor de la niñez y de la infancia y del respeto por su inocencia, que desconocemos los verdaderos derechos de un niño y lo que es adecuado para su sano desarrollo. Adultos que no aceptamos retos y que los enfrentamos obtusa y fácilmente. La educación sexual de los menores de edad es uno de estos retos, hermoso reto para enseñar que la sexualidad no es un derecho sino uno de los aspectos intrínsecos del ser humano, que se desarrollará junto con la maduración de unas plenas funciones emocionales y físicas, reto para enseñar el valor de la vida humana en todos sus estados, reto para enseñar el valor del autorespeto por el cuerpo, los sentimientos y por el otro, el tesoro del verdadero amor, un amor sano, un amor que busque el bien y dignifique a la persona. Enseñar la sexualidad como llave de la vida y no como única fuente de placer irresponsable. La educación no debe estar centrada únicamente en la autoestima, como todos creen, pues ésta no es un fin en sí mismo sino una consecuencia de una vida fruto de una familia estable, de padres cumpliendo su función comprometidamente, de amor sano, de reconocimiento de fortalezas y debilidades, de la capacidad de enfrentar retos y desarrollar herramientas dignas para resolverlos, de entender el verdadero sentido del ser humano y de desarrollar todas sus dimensiones a plenitud, pero para alcanzar esto en un menor se necesitan adultos que lo puedan transmitir y enseñar, adultos que enseñen a volar y a levantarse en las caídas. Adultos que no vean en los menores una posibilidad de lucro económico y egoístas intereses personales. Adultos y autoridades gubernamentales que no se rindan y no solucionen los retos con situaciones que a largo plazo traerán más enfermedad, más depresión y más pérdida de sentido de vida entre nuestros menores. Educar sexualmente no es repartir condones ni anticonceptivos y educar en la responsabilidad no es vigilar que los menores los estén utilizando. Educar implica ayudar al otro a encontrar lo mejor para sí y esto va más allá de una simple ecuación. No olvidemos que los jóvenes de hoy son producto de los adultos de hoy.
Hace 50 años, Profamilia nos viene diciendo, que la solución es repartir condones y usar anticonceptivos para evitar las ETS y los embarazos adolescentes y lo único que hemos observado es un crecimiento exponencial de los mismos, jóvenes más confundidos, violentos y enfermos, incremento del aborto y suicidios, en fin poco bienestar, poca estabilidad y poca salud física y emocional. Y ahora el gobierno en alianza con Profamilia y la UNFPA buscan a través del nefasto Programa de “Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía “seguir sexualizando y prostituyendo a nuestros menores promocionándolo como un derecho inalienable.Y todavía nos seguimos preguntando por la causa ante tan nefastos efectos. Una cosa tenemos que tener clara y es que si seguimos haciendo lo mismo, seguiremos teniendo los mismos fracasos. ¿Por qué no intentar soluciones nuevas? ¿Por qué no educar verdaderamente a los jóvenes, viéndolos como una esperanza de futuro y no como un problema? ¿Por qué no ver una sexualidad integral, no reducida sólo al placer, sino ligada al amor y el respeto de sí mismo y a la posibilidad de entrega a una pareja. Una sexualidad puesta en sus justas dimensiones que les permita construir un proyecto de vida estable y feliz. Atrevámonos a dar un paso al frente con valentía a ser los adultos que la juventud necesita y que está esperando encontrar, éstos son los verdaderos derechos que merecen y los deberes responsables de una sociedad.
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