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miércoles, 20 de agosto de 2014

Por qué la exposición “mujeres ocultas” es una agresión violenta contra la fe católica, y una ofensa a Dios

El museo Santa Clara programa para el 28 de agosto la exposición “mujeres ocultas”, la cual incluye objetos con forma de custodia que en su centro llevan vaginas en el lugar en que iría el Santísimo sacramento. Contra esta profanación, hemos creado una petición en CitizenGo reclamando la cancelación de la exposición, que a la fecha suma más de 11.000 firmas. En alguna columna de opinión se ha acusado a esta campaña de incoherente, y en otra de pretender censurar la expresión artística. Pretendemos refutar ambas afirmaciones y demostrar por qué esta exposición es, intencionadamente, un acto de violencia simbólica contra la comunidad católica y una ofensa abierta a Dios.

En su columna de La Silla Vacía, el activista homosexual, Mauricio Albarracín, nos acusa de “fariseos” por el hecho de demandar la cancelación de la exposición invocando el artículo 134B del Código Penal, o Ley anti-discriminación, al mismo tiempo que apoyamos la demanda de inconstitucionalidad contra esa ley ante la Corte Constitucionalidad. A su vez, una larga y pesada columna en la revista Arcadia, firmada a nombre de “Halim Badawi” (No sabemos si es el nombre real del autor), nos acusa de querer censurar esta exposición únicamente por el hecho de que es de autoría de una mujer.

Albarracín parece olvidar que mientras las leyes están vigentes estas aplican para todos, todos deben cumplirlas, y todos tienen el derecho de exigir que se cumplan. Apoyamos que se declare inexequible la Ley Antidiscriminación, pues consideramos que la tipificación del delito de hostigamiento es tan amplio que permitiría penalizar cualquier conducta sólo por el hecho de que alguien dice sentirse ofendido por ella. Recuérdese, por ejemplo, la demanda con que Felipe Zuleta pensaba encarcelar a Mons. Juan Vicente Córdoba, por supuesto hostigamiento al expresar la Doctrina de la  Iglesia sobre la homosexualidad. Pero mientras la ley no sea declarada inexequible por la Corte, sigue vigente, y ellos también tienen la obligación de cumplirla. En el fondo, el reclamo de Albarracín parece decir que la Ley Antidiscriminación sólo es válida cuando se aplica en contra de la Iglesia y su doctrina, si no fuera así, él también debería apoyar que tal norma se declare inexequible.

Aún así, es menester señalar que no incurrimos en la misma conducta que criticamos en Felipe Zuleta, pues existe una diferencia abismal entre sentirse ofendido, es decir una percepción subjetiva, por la Doctrina de la Iglesia, que antecede por siglos a la agenda política homosexual, y la ofensa objetiva, reconocida por el autor, al manipular signos materiales que pertenecen al ámbito de lo sagrado. La autora reconoce que está tomando la custodia, que es un signo propio de la fe católica, justamente por el hecho de que este es sagrado, para acometer la profanación.

La custodia, u ostensorio, es el objeto creado para la ostensión del Santísimo Sacramento a los fieles y su adoración. El viril, que así se llama por que está ubicado dos placas de vidrio, es una pequeña luneta de oro o plata, en la cual se ubica la forma consagrada, Cristo mismo hecho carne. No es, como dice Badawi, “el lugar de la custodia reservado al hombre”, sino que es el lugar reservado exclusivamente para Dios mismo, presente entre nosotros a través del misterio de la Eucaristía. Cuando se considera este punto, cae entera la diatriba feminista publicada por Arcadia, que sólo puede venir de la ignorancia más absoluta acerca de la fe católica. La autora de la muestra, no está poniendo “una vagina en el lugar de la custodia reservado al hombre”, está poniendo una vagina en el lugar que los católicos hemos creado para Dios.

La afirmación gratuita de Badawi, de que atacamos esta exposición, únicamente por el hecho de que es obra de una mujer, asume a priori que conocíamos las otras exposiciones, y que pretendemos atacar toda manifestación artística sobre la religión. Nada más lejos de la verdad. No sólo valoramos enormemente la exposición permanente del museo Santa Clara, sino que creemos que lejos de ser “un repertorio macabro de torturas” como afirma Badawi, es  por el contrario, testimonio fiel de que la supuesta “discriminación en la Iglesia” hacia la mujer, es absolutamente falsa. El Museo Santa Clara alberga una importante colección de imágenes de la Virgen María, modelo de todo cristiano (no sólo las mujeres), y de muchas otras santas que han tenido un papel fundamental en la vida de la Iglesia Católica.

En todo caso, tal discusión no viene al caso. Más allá de la discusión que el columnista plantea sobre la interpretación de los signos y las imágenes, en el caso de esta obra la ofensa está en el objeto mismo usado como significante, lo cual está por encima de cualquier interpretación. Un insulto es un insulto, así se pretenda justificar diciendo que con ello se busca transmitir un cuestionamiento cualquiera. No importa cuál sea la idea que se quiera expresar, si se hace a través de un insulto, lo más lógico es la reacción de quien ha sido ofendido.

La libertad de expresión posee un límite necesario, y este es justamente la convivencia que garantiza tal libertad. No es censurador ni antidemocrático que si en una sesión el Congreso alguien toma la palabra para arremeter con insultos a los presentes, le sea cortado el micrófono. No hacerlo, sería la anulación práctica del debate civilizado y su precipitación hacia la guerra, así sea verbal o simbólica.

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