Con vistas al Sínodo sobre la familia que se reunirá en octubre de este año en Roma, diversos laicos y asociaciones católicos preocupados se han reunido para hacer una petición filial al Papa Francisco: que reafirme categóricamente las enseñanzas de la Iglesia de que los católicos divorciados y vueltos a casar civilmente no pueden recibir la comunión y de que las uniones homosexuales son contrarias a la ley divina y a la ley natural.
En la página web se han recolectado ya 341.885 firmas, mientras que las asociaciones provida y pro-familia vinculadas a la petición han estado recogiendo también un gran número de firmas físicas, las cuales serán enviadas a Roma para el próximo sínodo. Así mismo, la filial súplica ha recibido apoyo por parte de importantes eclesiásticos, varios cardenales y obispos, así como personalidades civiles. El pasado 30 de junio, la Conferencia Episcopal Filipina, en un importante evento, se unieron a la filial súplica. En Colombia, esta ha sido suscrita por Mons. Libardo Ramírez Gómez, obispo emérito de Garzón y ex presidente del Tribunal Eclesiástico Nacional, el P. Óscar Múnera Ochoa, vicario apostólico de Tierradentro, y el procurador Alejandro Ordóñez.
A continuación el texto de la Filial Súplica.
Beatísimo Padre,
En vista del Sínodo sobre la familia de octubre de 2015, nos dirigimos filialmente a V.S. para manifestarle nuestras aprensiones y esperanzas sobre el futuro de la familia.
Nuestras aprensiones se deben a que, desde hace décadas, asistimos a una revolución sexual promovida por una alianza de poderosas organizaciones, fuerzas políticas y medios de comunicación, que atenta paso a paso contra la existencia misma de la familia como célula básica de la sociedad. Desde la llamada Revolución del 68 padecemos una imposición gradual y sistemática de costumbres morales contrarias a la ley natural y divina, tan implacable que hace hoy posible, por ejemplo, que se enseñe en muchos lugares la aberrante “ideología del género” aún en la tierna infancia.
Ante ese oscuro designio ideológico, la enseñanza católica sobre el Sexto Mandamiento de la Ley de Dios es como una antorcha encendida que atrae numerosas personas - agobiadas por la propaganda hedonista - al modelo casto y fecundo de familia predicado por el Evangelio y conforme al orden natural.
Santidad, a raíz de las informaciones difundidas por ocasión del pasado Sínodo, constatamos con dolor que, para millones de fieles, la luz de esa antorcha pareció vacilar por causa de los vientos malsanos de estilos de vida propagados por lobbies anticristianos. En efecto, constatamos una generalizada desorientación causada por la eventualidad de que en el seno de la Iglesia se haya abierto una brecha que permita la aceptación del adulterio – mediante la admisión a la Eucaristía de parejas divorciadas vueltas a casar civilmente – e, incluso, una virtual aceptación de las propias uniones homosexuales, prácticas éstas categóricamente condenadas como contrarias a la ley divina y natural.
De esta desorientación brota paradójicamente nuestra esperanza.
Sí, pues en esta situación una esclarecedora palabra vuestra será la única vía para superar la creciente confusión entre los fieles. Ella impediría que se relativice la misma enseñanza de Jesucristo y disiparía las tinieblas que se proyectan sobre el futuro de nuestros hijos, si esa antorcha dejase de iluminarles el camino.
Esta palabra, Santo Padre, os la imploramos con corazón devoto por todo lo que sois y representáis, seguros que ella jamás podrá disociar la práctica pastoral de la enseñanza legada por Jesucristo y sus vicarios, porque esto sólo aumentaría la confusión. Jesús nos ha enseñado, en efecto, con toda claridad la coherencia que debe existir entre la verdad y la vida (cfr. Jn 14, 6-7) así como nos ha advertido que el único modo de no sucumbir es poniendo en práctica su doctrina (cfr. Mt 7, 24-27).
Al pedirle la Bendición Apostólica, le aseguramos nuestras oraciones a la Sagrada Familia - Jesús, María y José - para que ilumine a S.S. en esta circunstancia tan trascendental.
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