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martes, 7 de julio de 2015

San Ambrosio, San Juan Pablo II, y los gobernantes, por Germán Mazuelo-Leytón

Reproducimos el siguiente artículo de Germán Mazuelo-Leytón, publicado originalmente en el periódico La Patria.

San Juan Pablo II tenía conciencia clara de su liderazgo en la Iglesia Católica, y un líder debe corregir y exigir, en el caso del Papa, en orden a hacer la voluntad de Dios y no la suya.

El 14 de marzo de 1983, el Papa Wojtyla II iniciaba una de sus peregrinaciones pastorales más difíciles. Visitaba Nicaragua en cuyo gobierno, varios sacerdotes tenían participación activa: Miguel D´Escoto, ministro de Exteriores, y Ernesto Cardenal, ministro de Cultura, así como el jesuita Fernando Cardenal, hermano del anterior, quién dirigía las campañas sandinistas alfabetizadoras, posteriormente ministro de Educación.

Los sandinistas con Daniel Ortega a la cabeza, sentían la incomodidad de la visita del Papa Wojtyla, boicoteando todo el proceso preparatorio con burdas maniobras y manipulaciones en pro de la ideología marxista propugnada por ese movimiento en Nicaragua, país en el que más que en ningún otro de América Latina, se desarrollaron las diversas teorías ideológicas llamadas "teologías de la liberación".

Una de las pretensiones de los sandinistas, era que los sacerdotes marxistas en ejercicio del gobierno, viajaran junto al Papa Juan Pablo II, en vez de los obispos nicaragüenses, lo cual por cierto no podía ser admitido, el Papa nunca viaja con figuras políticas.

Ya al llegar a Nicaragua, Juan Pablo II reprobó públicamente a Ernesto Cardenal quien se hallaba en abierta desobediencia a la Iglesia, afiliado al feroz régimen. El Pontífice blandiendo el dedo exhortó al sacerdote apóstata "a regularizar su situación en la Iglesia", amonestación pontificia que el ex sacerdote Cardenal llamó "humillación pública".

El verdadero enfrentamiento no obstante, ocurrió durante la celebración del Santo Sacrificio de la Misa, profanada por los gritos de «las madres de la revolución», azuzadas por los sandinistas, que el Papa resistió impávido reiterando valientemente su firme condena a la «Iglesia popular» y al falso ecumenismo de "los cristianos por el socialismo".

Miguel d´Escoto, suspendido a divinis, por Juan Pablo II, y reincorporado al sacerdocio católico por Francisco, actual Obispo de Roma, afirma que "Fidel Castro fue elegido por Dios para transmitir el mensaje del Espíritu Santo a toda América Latina".

Cuando se inició el camino a los altares del hoy santo Juan Pablo II, Ernesto Cardenal calificó el proceso como "un hecho monstruoso". Pudo más en el marxista, fallido trapense, y descendiente de bisabuelo judío, la soberbia marxista, muy al contrario de la humildad del Emperador Teodosio.

En el siglo IV, Ambrosio, era obispo de Milán, entonces sede imperial. Había sido elegido pastor de esa Iglesia por clamor popular, que el elegido no aceptó inicialmente, ya que no era presbítero, ni cristiano bautizado. Posteriormente, fue bautizado, incorporado al ministerio sacerdotal, y ordenado también obispo. Eran tiempos en los que campeaba el arrianismo. Los herejes seguidores de Arrio, eran influyentes en la corte del Emperador, a los que el obispo Ambrosio se opuso con pasos teológicos y políticos, logrando que el gobernante dejara de ser llamado Pontifex Maximus, procuró asimismo que se suprimieran las subvenciones del Estado a los templos paganos y la proscripción del paganismo.

Teodosio, había dado a su imperio, después de muchos años de caos, la unidad política y también la religiosa. Hizo de la fe en el Dios Verdadero del Credo Niceno religión de Estado, por la influencia de Ambrosio, el santo obispo, el primero en conseguir el reconocimiento del poder de la Iglesia por encima del Estado.

Por esos días en Tesalónica la población entera se había rebelado contra el emperador, que envió a los militares a dominar la situación, pero como había crecido su orgullo y la conciencia de su poder, y no soportando que hubiesen rebeliones, en venganza hizo convocar a los ciudadanos en el anfiteatro de la ciudad, ordenando que los rebeldes sean eliminados a espada donde fueron masacrados 7.000 tesalonicenses.

En la Cuaresma del año 390, los fieles llegan a la catedral para iniciar ese tiempo penitencial, también el emperador Teodosio acude al Santo Sacrificio de la Misa. El obispo que ha oído de los hechos nefastos y crueles, consciente de su deber enfrentó al Emperador en el atrio de la Catedral, y recordándole la matanza en Tesalónica le dice: "No puedes entrar en la casa de Dios, no puedes estar ante el altar de Dios, porque tus manos están manchadas de sangre. Antes debes hacer penitencia como lo prescribe la Santa Madre Iglesia. Revestido de un costal cubierto de ceniza debes implorar oraciones a quienes ingresan al templo".

Teodosio llamado el Grande, mostró su verdadera grandeza, aceptando tal penitencia durante toda la Cuaresma hasta el Domingo de Pascua, en el que San Ambrosio le levantó la temporal excomunión. Los milaneses podían sentir orgullo de su magnífico emperador, genial y humilde, un católico de cuerpo entero, y de su obispo Ambrosio fiel a su misión.

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