Reproducimos el artículo de Jorge Soley-Climent, publicado originalmente en su blog en InfoCatólica.
De entre las declaraciones del Papa en el avión de regreso de su viaje a México han llamado especialmente la atención las relacionadas al modo de enfrentarse al Zika y su referencia a Pablo VI y el permiso que habría dado a las monjas del Congo para recurrir a contraceptivos ante el riesgo de ser violadas. Para no hablar de oídas, es recomendable leer las palabras exactas del Papa, que reproduzco al final de este post[1].
Sobre las implicaciones morales del asunto, recomiendo la clarificadora entrada deBruno. Pero había algo en este asunto que me intrigaba: la verdad es que había oído alguna referencia al asunto del Congo y me puse a investigar para saber exactamente qué había ocurrido, si como decía el Papa Francisco, “Pablo VI, el grande, en una situación difícil en África permitió a las monjas usar anticonceptivos para casos en los que fueron violentadas”. ¿Y qué he encontrado? Pues para decirlo rápido: Pablo VI nunca autorizó a las monjas el uso de anticonceptivos. Es una leyenda urbana que parece que también se la han colado al Papa Francisco.
¿Qué ocurrió realmente? Estamos hablando de la guerra en el Congo a principios de los años 60, una situación en la que las monjas se enfrentaban a la amenaza real de violación por parte de guerrilleros. En ese contexto, se suscitó el debate sobre si sería lícito autorizarlas a tomar contraceptivos preventivamente para evitar un embarazo en caso de violación. En diciembre de 1961 la revista Studi Cattolici publicó un artículo en el que tres teólogos argumentaban a favor. En aquel entonces el futuro Pablo VI aún no era Papa, sino arzobispo de Milán, y conocía a los tres teólogos. De hecho, unos años más tarde, el propio Pablo VI nombraría cardenal a uno de ellos, Pietro Palazzini.
¿Habló el Papa entonces, no Pablo VI, sino Juan XXIII, confirmando la tesis de los tres teólogos? La respuesta es clara: no. ¿Se manifestó el arzobispo Montini a favor de la tesis de los tres teólogos? Tampoco, ni siquiera en la ocasión perfecta para hacerlo, cuando, en 1962, visitó África. ¿Cuándo en 1963 Montini fue elegido Papa, dijo, escribió, hizo escribir Pablo VI algo a favor de la tesis de los tres teólogos? Pues no, rotundamente no.
En definitiva, la frase del Papa Francisco no se ajusta a la realidad de lo que ocurrió: Pablo VI no autorizó a las monjas del Congo el uso de anticonceptivos. De hecho, tampoco lo hizo el Papa de entonces, que no era Pablo VI, sino Juan XXIII. Sencillamente no ocurrió, es una leyenda urbana, una falsedad repetida tantas veces que al final nos la acabamos creyendo.
¿Por qué ha perdurado esta mentira tanto tiempo? Probablemente porque hay personas que así lo han querido para intentar justificar sus posiciones favorables a la contracepción después de que Pablo VI, en su profética encíclica Humanae Vitae, calificara la anticoncepción dentro del matrimonio como un acto “intrínsecamente deshonesto” (nº 14).
Un ejemplo de este tipo de argumentación es el artículo de John Allen en Crux. Allí, Allen reconoce que si “la gente va a buscar un decreto del Vaticano [autorizando el uso de anticonceptivos a las monjas del Congo] sencillamente no existe”. Pero argumenta que como Pablo VI no condenó formalmente el escrito del año 1961, ese silencio implica que lo aprobaba. En palabras de Allen, “Para los italianos – y recuerda que los ancestros de Francisco eran italianos y él está muy al tanto del mundillo eclesiástico de aquel país- eso significaba que Pablo VI lo aprobaba”. Curiosa lógica.
Al leer a Allen no pude dejar de escuchar, resonando en mis oídos, aquellas sabias palabras que una vez le escuché a Francisco Canals: “el Papa es infalible cuando habla, no cuando calla”. El canonista Edward Peters ha contestado a Allen, desmontando el sinsentido de su argumento. En primer lugar señala, como buen jurista, que “el peso de la prueba no está en que quien niega tenga que probar que algo no sucedió, sino en que quien afirma tenga que probar que algo sí ocurrió”. Y en este caso, como incluso el propio Allen reconoce, no ocurrió nada. Y añade:
“¿Cuántas conjeturas sobre asunciones basadas en el silencio puede un periodista reunir antes de que alguien grite basta? […] Hay miles de cosas terribles sobre las que John Allen no ha escrito nunca, ni tampoco condenado; ¿tenemos que asumir que su silencio en esas materias significan su aprobación de las mismas? Si no, ¿no deberíamos tener el mismo criterio con un Papa?”.
Construir toda una argumentación sobre la base del silencio de alguien es de una endeblez máxima y no se sostiene ni un segundo.
Para completar nuestra visión del asunto nos pueden ayudar algunos datos:
De hecho, Pablo VI sí habló. Lo hizo en 1968 con la Humanae Vitae. Allí, en el punto 14, escribía: “Tampoco se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos, el mal menor[…] En verdad, si es lícito alguna vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social” Juan Pablo II, con Veritatis Splendor, también aporta mucha luz a estos temas. Por ejemplo, en su número 81, donde leemos: “Por esto, las circunstancias o las intenciones nunca podrán transformar un acto intrínsecamente deshonesto por su objeto en un acto subjetivamente honesto o justificable como elección.” La Iglesia nunca ha enseñado que si el mal que se podría producir es lo suficientemente grande, entonces esté permitido usar medios contraceptivos artificiales. Además, como señala Mary Ann Kreitzer, “una vez que lo has justificado para el Zika, lo has justificado para cualquier motivo de salud y ¿por qué pararse aquí?”.Como ven, tras investigar un poco en las hemerotecas, había descubierto una leyenda urbana y me habían quedado las ideas bastante claras. Me había quedado tranquilo. Y entonces apareció el portavoz del Papa, el inefable Padre Lombardi y dijo lo siguiente en Radio Vaticana:
“El Papa distingue netamente la radicalidad del mal del aborto como supresión de una vida humana de la posibilidad de recurrir a la contracepción o a los preservativos en casos de emergencia o situaciones particulares, en los que no se suprime una vida humana sino que se evita un embarazo. No es que diga que sea aceptado o usado este recurso sin ningún discernimiento, lo que ha declarado claramente es que pueden ser tomados en consideración en casos de emergencia particular. […] Los anticonceptivos o el preservativo, en casos de particular emergencia y gravedad, pueden ser objeto de un discernimiento de conciencia serio. Esto es lo que dice el Papa”.
En la interpretación que hace el Padre Lombardi de las palabras del Papa se podría recurrir a la contracepción, que es mala, en determinados casos, excepcionales. Y añade que esto no es ninguna novedad, pues ya Pablo VI y Benedicto XVI lo habrían autorizado.
El director de La Nuova Bussola Quotidiana, Ricardo Cascioli, fulmina la argumentación de Lombardi (que, por cierto, tampoco se ha enterado de que Pablo VI no autorizó nunca los contraceptivos a las monjas del Congo, como tampoco se ha enterado de que, como recuerda Eulogio López, todos los anticonceptivos químicos presentes hoy en el mercado son potencialmente abortivos) en su editorial titulada “La tentación de reescribir el Catecismo”. Escribe Cascioli:
“El primer problema es que ni Pablo VI ni Benedicto XVI han avalado nunca esta posición […] Además, de las palabras del portavoz vaticanoparece que “evitar el embarazo” y “usar métodos contraceptivos” son sinónimos. Pero no es eso lo que enseña la Iglesia […] Estamos asistiendo al cambio práctico del Magisterio de la Iglesia vía entrevista (a través de una entrevista que se suponía iba a aclarar una rueda de prensa). Es una novedad sin precedente en la historia de la Iglesia: saltado el Catecismo, ignorada una encíclica (Humanae Vitae) y una exhortación apostólica (Familiaris Consortio) para afirmar un nuevo principio intentando hacer creer que es perfectamente coherente con la tradición. Por otra parte, uno puede estar seguro de que casi nadie irá a consultar catecismos, encíclicas y documentos varios; quien explicará lo que dice la Iglesia serán los titulares de los periódicos”.
Notas[1].“Pregunta: Santo Padre, desde hace algunas semanas hay mucha preocupación en bastantes países latinoamericanos pero también en Europa por el virus Zika. El riesgo mayor sería para las mujeres embarazadas –hay angustia–. Algunas autoridades han propuesto el aborto o evitar el embarazo. En este caso, ¿la Iglesia puede tomar en consideración el concepto de mal menor?
Papa Francisco: El aborto no es un mal menor: es un crimen. Es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto.
Sobre el mal menor… lo de evitar el embarazo… Hablamos en términos de conflicto entre el Quinto y el Sexto mandamiento. Pablo VI, el grande, en una situación difícil en África permitió a las monjas usar anticonceptivos para casos en los que fueron violentadas.
No confundir el mal de evitar el embarazo, por sí solo, con el aborto. El aborto no es un problema teológico: es un problema humano, es un problema médico. Se asesina a una persona para salvar a otra (en el mejor de los casos) o para vivir cómodamente.
Va contra el juramento hipocrático que los médicos deben hacer. Es un mal en sí mismo, pero no es un mal religioso al inicio: no, es un mal humano. Después, evidentemente, como es un mal humano cada asesinato es condenado.
En cambio, evitar el embarazo no es un mal absoluto. En ciertos casos, como en este, como en el que he nombrado de Pablo VI, era claro. También yo exhortaría a los médicos a que hagan de todo para encontrar también las vacunas contra estos mosquitos que contagian esta enfermedad. Sobre esto se debe trabajar.”
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