Según informa El Tiempo, el alcalde del municipio de Quimbaya, Jaime Andrés Pérez, anunció que sancionaría al propietario del ‘templo luciferino’ que se levantó en una vereda de esta población, por no tener la licencia de construcción requerida para realizar la obra.
“Allí se realizó una construcción de manera ilegal y el propietario deberá pagar una multa de 64 millones de pesos. Si no se subsana esto, haremos la demolición pertinente”, afirmó Pérez. El templo satánico está ubicado en la vereda Aguacatal de Quimbaya, en una finca de propiedad de Héctor Londoño, quien se identifica en redes sociales como Víctor Damián Rozo.
Londoño ha dicho a KienyKe, que no permitirá la demolición del edificio. “Es verdad que hay mucha gente que quiere demoler,pero no dejaré qie eso pase, eso no es tan sencillo. Eso se soluciona pagando la multa. Es verdad que cometí un error administrativo pero eso no quiere decir que se va a demoler”.
El gobernador del Quindío, Carlos Eduardo Osorio, quien es sacerdote, había señalado en días recientes su rechazo. “La Corte Constitucional dijo muy claro que eso no es un culto y por eso no se pueden amparar en la libertad de culto”, precisó el mandatario.
La población del Quindío está atemorizada desde que se hizo pública la apertura del templo y han expresado recelos frente a su seguridad y la de sus familias. El 15 de enero Crónica del Quindío reportó la historia de un joven que después de visitar el templo habría tenido que ser internado en un pabellón psiquiátrico ante un comportamiento de aparente esquizofrenia.
“Permanecía callado todo el tiempo. No hablaba conmigo, ni con la prima, ni con nadie. Él era muy juicioso, trabajaba en Mercar todo el día y se venía para la casa, pero desde que empezó a ir a ese templo dejó el trabajo tirado y se la pasaba encerrado en el cuarto. Eso fue al principio, luego las cosas se pusieron peores”, cuenta la madre del joven David Julián Cardona, de 20 años. “Siempre se expresaba con una voz muy bajita, como si susurrara todo el tiempo. No me ponía cuidado cuando me dirigía a él, hablaba con el piso, los espejos y las paredes. Ahí empecé a preocuparme, las cosas no estaban bien y eso se le notaba”.
Con el pasar de los días, el quindiano empezó a mostrar más comportamientos extraños como apuñalar el colchón y los muñecos, orinar sobre la cama mientras estaba despierto y hacer nudos en cualquier objeto que se lo permitiera. “Un día me preguntó cómo se rezaba el Credo, yo pensé que iba a orar y le entregué un libro donde tenía estos textos, pero después me dijo que en la iglesia donde estaba yendo le habían dicho que se aprendiera la oración al revés. Cada día el comportamiento era más aterrador. A todas las cosas, como las correas y las telas, les hacía nudos, incluso un día lo vi ponerse una cinta en el cuello y amarrarse fuerte, eso me dio mucho miedo. Le gustaba la oscuridad, se quedaba horas hablando solo en medio de una habitación sin luz. Yo ya no sabía qué hacer con él”.
Una familiar, que prefirió mantener su nombre en reserva, llegó hasta el templo del diablo en la zona rural de Quimbaya, donde encontró a su líder Víctor Damián Rozo Villarreal, a quien le hizo varias preguntas que no fueron resueltas. “En ese lugar hay demonios por todas partes, velas negras, cruces al revés y una cantidad de cosas que causan mucho miedo, pero lo que más me impactó fue que los que estaban adentro eran niños de 12 años en adelante. Yo le pregunté si le habían dado algo, de pronto una droga o cualquier sustancia que hubiera causado el estado mental, pero me contestó que yo no era digna de entrar a su templo, me dijo que él tenía mucho poder y que podía hacerme cosas a mí, que no me metiera”, narró.
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