El día de ayer terminó la IX Jornada Internacional de Juristas Católicos realizada en la sede de la Universidad Católica de Colombia. A lo largo del encuentro se discutió la evolución de la democracia como régimen político de la modernidad, y la crisis contemporánea que sufre tanto el Estado moderno como la democracia representativa.
Las jornadas iniciaron en la tarde del miércoles con la conferencia del Prof. Miguel Ayuso, catedrático de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, España, en la cual hizo una presentación general del problema del encuentro a partir de la distinción entre la democracia clásica, una de las tres formas de gobierno, y la democracia moderna, que afirma la voluntad humana como fundamento del gobierno, sin importar sus formas políticas, dicen basar su autoridad. De ahí, el Prof. Ayuso cuestionó la existencia de la democracia según su propias narrativas, pues su reducción al principio electivo como forma de elección de los gobernantes no da cuenta de la naturaleza propia del régimen contemporáneo. Para terminar haciendo un repaso de la crítica de los filósofos, clásicos y modernos, a la democracia, tanto desde sus fundamentos teóricos como desde su aplicación factual, pues la democracia moderna “aleja al ciudadano de aquello que es su responsabilidad, y a la vez pretende entregarle, de forma engañosa, aquello que está por encima de sus capacidades.”
A continuación, el profesor Juan Fernando Segovia de la Universidad de Mendoza, Argentina, hizo repaso de la evolución de la teoría democrática desde Jean-Jacques Rousseau, quien formula el fundamento del Estado democrático moderno en la voluntad humana como voluntad de abandonar la situación natural del hombre, hasta Jürgen Habermas, quien en su teoría de la acción comunicativa y democracia deliberativa, afirma que el hombre es por naturaleza indeterminado y se determina a sí mismo a partir del diálogo con sus semejantes. Para Habermas, ese diálogo intersubjetivo es el fundamento del consenso democrático. Si para Rousseau, la democracia era el fruto de la voluntad humana de salir del estado de naturaleza, Habermas convierte ese acto originario de la voluntad humana en una situación permanente a partir de la indeterminación de los individuos y de las sociedades, que a través del consenso deliberativo se autodeterminan. Segovia culminó recordando una obra de ciencia ficción en la que se exploraba la hipótesis de un apagón mundial que anulaba todo el entorno tencnológico de la sociedad contemporánea, para dejar a modo de cuestionamiento el problema de un ser humano obligado a enfrentar de nuevo a la naturaleza cuando la democracia le ha imbudo del rechazo a la misma.
La última ponencia del día miércoles, fue la del Prof. Danilo Castellano de la Universidad de Udine, Italia. El Prof. Castellano centró su participación en torno a la demolición del concepto de bien común ocasionado por la democracia, afirmación de la voluntad humana como fundamento del gobierno, y la evolución de este principio conduciéndolo al nihilismo político: La política como mero uso del poder en función de la voluntad y el interés particular. Si la democracia liberal del siglo XIX, pretendía llamar “bien común” a lo que no era más que los intereses particulares de la burguesía, la democracia de partidos, producto de la introducción del sufragio universal, consolidó el ejercicio político en torno a la defensa de los intereses de una clase o grupo específico. Este es el contexto del surgimiento de la politología estadounidense, que estudia la política ya no como ciencia y arte del bien común, sino como mero estudio de la efectividad del poder político. Culminando con algunos ejemplos contemporáneos de cómo esa supresión de la búsqueda del bien común en el ejercicio político acaba por perjudicar al mismo Estado, que acaba convirtiéndose en mero instrumento de intereses financieros que lo controlan.
El día jueves, la jornada comenzó con la intervención del Dr. Alejandro Ordóñez, ex procurador general de la Nación. Su exposición comenzó a partir de las formulaciones problemáticas de la democracia hecha por las anteriores presentaciones, recordando el problema de que bajo la teoría democrática el Estado puede ir en contra del bien común, degradando al mismo ser humano, bajo pretexto de la voluntad general, que no es una máscara del interés particular de los grupos en el poder. Es nada menos que lo que ha ocurrido cuando, so pretexto de protecciones constitucionales debidas a las minorías, se aprueban agendas políticas que sólo velan por el interés de estos grupos reducidos y en detrimento del bien común. Detrás de esa cuestión sobre si las mayorías o las minorías han de prevalecer, no es más sino la prueba de que el bien común ha desaparecido de la discusión política. Por último, hizo notar cómo, a diferencia de la democracia clásica en que el ejercicio político debía estar sometido a la justicia, en la democracia contemporánea la ley y el derecho se convierten en un mero ejercicio del poder, ejemplificándolo con el caso de la Corte Constitucional que en cuestión de un mes cambió su doctrina respecto de la refrendación de los acuerdos con las FARC, según el interés del gobierno.
El siguiente expositor fue el Profesor Julio Alvear Téllez, de la Universidad del Desarrollo de Santiago, Chile, quien inició su exposición a partir de una figura de Santo Tomás de Aquino: El gobierno como conducir un barco, la comunidad política, a su destino, el bien común. A la luz de esta imagen, el problema del gobierno democrático radica en que es un barco en que se cambia periódicamente de dirección porque ni siquiera existe acuerdo sobre el puerto al que hay que dirigirse. Autoridad, bien y orden, suponen un trinomio cuyos factores no se pueden separar, que no son producto de la voluntad humana, sino que pertence a la naturaleza misma de la sociedad política. Esa pretensión de que la pura potencialidad humana, la voluntad del hombre sobre sí mismo, sea el único fundamento de la sociedad política es la misma tentación de la serpiente a Eva en el paraíso, “sereis como dioses”, no porque el hombre se haya vuelto eterno, omnipotente u omnisciente, sino porque se convence de que lo que es no se lo debe a nada más que a sí mismo. Por último, invitó a oponerse a la corriente disolutoria de esos principios liberales de la revolución moderna.
La IX Jornada de Juristas Católicos conluyó con la conferencia el Prof. José Joaquín Jerez de la Universidad Complutense de Madrid. El Prof. Jerez centró su exposición en el problema de afirmar un factor de unificación espiritual que sirva como aglutinador del Nuevo Orden Mundial, una comunidad política por encima del Estado-Nación, tratando de justificar una especie de contrato constituyente en las convenciones de Derechos Humanos como reflejo de los principios de la ideología liberal. En realidad, lo que ha venido ocurriendo es una debilitación progresiva del poder estatal en función de organizaciones internacionales y transnacionales, sumado a restencias internas a la concentración del poder en manos del Estado: Ya el Estado ni siquiera puede imponerse dentro de sus propias fronteras, pues organizaciones financieras, cortes internacionales, organismos multilaterales, se lo impiden. Ahora bien, este nuevo orden no hubiera podido emerger sin el poder dominante de los Estados Unidos de América que, con una fuerza armada dominante, es capaz de ejercer una especie de juicio universal respecto del cumplimiento de los principios democráticos en los demás estados. Así pues, la crisis del Estado-Nación, no es una crisis de la democracia, no responde más que un desarrollo necesario de los mismos principios de la democracia moderna, y las resistencias al poder del Estado no implica que tal poder se acerque a los ciudadanos, sino que queda en manos de poderes tecnocráticos que representan los intereses de las finanzas internacionales.
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