Robert Oscar López, de 41 años, que fue criado por una pareja de lesbianas, explica en Public Discourse las consecuencias que eso ha supuesto para su vida. Traducido por Aceprensa.
“Entre 1973 y 1990, año en que falleció mi querida madre, ella y su pareja sentimental femenina me criaron”. Ambas habían estado antes casadas. “Al ser el más pequeño de los hijos de mi madre biológica, fui el único que tuvo una infancia sin padre”.
Robert confiesa que tuvo una infancia difícil, y no por prejuicios de los vecinos, que no estaban al tanto de lo que ocurría en su casa y que le consideraban un chico bien educado, que terminó la enseñanza secundaria con buenas notas.
Sin embargo, por dentro estaba confuso. No tuvo problemas mentales ni físicos. “Pero crecí en un hogar tan inusual que estaba destinado a vivir como un marginado. Mis compañeros aprenden las reglas no escritas del decoro y del lenguaje corporal en su casas; comprenden qué se debe decir en ciertas situaciones y qué no; conocen los mecanismos sociales tradicionales masculinos y femeninos. Incluso aunque no pocos de mis compañeros tenían padres divorciados, habían tenido modelos de adultos masculinos y femeninos”.
En cambio, dice, “yo no tuve ninguna figura masculina como modelo, y mi madre y su pareja no eran modelos de madres o padres tradicionales”. “Los gays que han crecido en hogares de padres heterosexuales pueden haber tenido que luchar con su orientación sexual; pero en todo lo que se refiere al vasto universo de las adaptaciones sociales que no tienen que ver con la sexualidad –cómo actuar, cómo hablar, cómo comportarse– tienen la ventaja de haberlo aprendido en casa. Muchos gays no se dan cuenta de las ventajas de haber sido criados en un hogar tradicional”.
Robert confiesa que no sabía cómo hacerse atractivo para las chicas, y que cuando abandonó su casa fue rápidamente etiquetado como un tipo extraño, por sus amaneramientos femeninos y sus extravagancias. Cuando fue a la Universidad, el grupo LGTB le consideró inmediatamente como homosexual, aunque él se consideraba bisexual. Traumatizado por la muerte de su madre dejó la universidad en 1990 y cayó en la lo que califica como el submundo homosexual.
Sin embargo, a los 28 años empezó a tener una relación con una mujer. “Una vez que fui padre, dejé a un lado mi pasado homosexual, y me comprometí a no divorciarme de mi esposa ni a enredarme con otra persona, hombre o mujer, hasta mi muerte”.
López lamenta que los activistas gays no quieran oír voces como la suya, y que intenten silenciar a investigadores, como Mark Regnerus, que hsostienen que los hijos criados en parejas homosexuales no están tan bien como se dice. “Tanto si la homosexualidad es innata o adquirida, tanto si el matrimonio gay se legaliza o no, ser raro resulta duro; tienes que pagar un peaje mental, se te hace más difícil encontrar amigos, interfiere con el crecimiento profesional” y a veces le hace caer a uno en conductas autodestructivas. “Los hijos de parejas del mismo sexo tienen ante sí una camino áspero; lo sé, porque yo he estado allí”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario