Escribió Rodrigo Uprimny, director de DeJusticia (El think-tank del progresismo), un artículo en Razón Pública, en donde presenta como “valores en común y hechos probados” los fundamentos retóricos, que no epistemológicos, del pensamiento abortista. Aprovecho que los ha distinguido de forma puntual para refutarlos uno a uno.
Comienzo por la pregunta de partida:
¿Será posible que en Colombia logremos algún acuerdo democrático para adoptar una política criminal razonable sobre el aborto, que cuente con apoyos sociales y políticos amplios?
Las manifestaciones ciudadanas tanto en la calle como en las encuestas y redes sociales dan cuenta de un hecho probado: El apoyo social lo tiene la causa pro-vida. El pueblo colombiano defiende el derecho a la vida de los niños por nacer, así un grupúsculo de lobbistas esté empeñado en imponerlo a costa de la misma Constitución.
-Primero, nadie está defendiendo la posibilidad de que se obligue a una mujer a abortar. Toda mujer que desee continuar su embarazo, incluso si fue fruto de una violación o si pone en riesgo su salud o su vida, tiene el derecho a hacerlo.-Segundo, nadie está planteando que el aborto sea algo deseable o banal. La decisión de interrumpir el embarazo es siempre difícil y dolorosa.
Resulta ridículo que se diga que no se obliga a nadie a abortar luego de que se ha admitido en incontables veces que la mujer que aborta lo hace presionada por las circunstancias. La legalización del aborto da pie, y efectivamente lo ha dado en otros países, para que tanto el Estado como el mercado refuercen las presiones al punto de convertir el aborto en la solución por defecto ante la más mínima dificultad en el embarazo. En España, por ejemplo, el Ministro de Justicia ha reconocido la existencia de una ‘violencia estructural’ que empuja a las mujeres a abortar. La Red Madre, ha denunciado que el 80% de las mujeres que abortan lo hacen obligadas por sus parejas y por temor a perder el empleo. Lo segundo es falsedad patente para quien haya visto el material conque se promociona el aborto, incluyendo en los que se recomienda el altamente riesgoso aborto con Misoprostol, droga que Mónica Roa busca que sea de venta libre. Sirvan las estadísticas de los EE.UU.: El 91% de las mujeres embarazadas que acuden a Planned Parenthood terminan abortando. Es absurdo decir que no se promueve aquello que se proclama como derecho.
-Los dos puntos anteriores llevan igualmente a un tercer punto de acuerdo: todos quisiéramos disminuir la cantidad de abortos, previniendo los embarazos indeseados pues obviamente el aborto es en la casi totalidad de los casos consecuencia de un embarazo no deseado.
Esto es falso de plano por la razón que expuse arriba: El movimiento abortista, lobby de la industria multinacional del aborto, tiene como objetivo principal el aumento del número de abortos. Pueden verse al respecto la evaluación que hacen Mónica Roa, y Florence Thomas, respectivamente, de los seis años de la sentencia C-355 de 2006, donde se observa que para ellas el único indicador de éxito es el aumento en el número de abortos realizados, no su descenso. La industria abortista desea aumentar el número de abortos para incrementar sus ganancias, y trabaja para ello en la promoción de la actividad sexual precoz entre la población joven. Como explico en esta presentación, Instituciones como Planned Parenthood, o su filial en Colombia Profamilia, realizan campañas de fomento de la anticoncepción induciendo a un inicio mucho más temprano de las relaciones sexuales, y un fuerte aumento en el número de estas, llevando, por pura regla de probabilidad, a un aumento de los embarazos adolescentes. Además, como revelan las cifras arriba expuestas, el aborto es, en realidad, consecuencia de considerar ‘indeseable’ un embarazo.
-Cuarto, nadie está en principio en contra de los derechos de las mujeres o a favor de la discriminación de las mujeres pobres. Quiero creer que quienes defienden la penalización severa del aborto lo hacen porque absolutizan la protección de la vida en formación, y no porque intrínsecamente quieran ocasionar sufrimiento a las mujeres embarazadas o discriminar a las más pobres de entre ellas.
Aprovecho este punto para poner el dedo en la llaga sobre la hipocresía omnipresente en la propaganda abortista: La ideología de género en general, y la industria abortista en particular, odia de forma acérrima a la mujer y a la maternidad, al ser un acto de desprendimiento y amor desinteresado hacia aquel que está en estado de total indefensión. La ideología de género busca erradicar la maternidad o por lo menos integrarla a la lógica mercantil, y desaparecer con ello todo rasgo de feminidad en las mujeres. Sólo así se entiende que Mónica Roa diga defender la vida y la salud de las mujeres, y a la vez procure la distribución y venta libre del Misoprostol y la Mifepristona, combinación que en 12 años de su legalización en los EE.UU, de acuerdo con un documento de la Food and Drugs Administration de 2011, ha dejado por lo menos 19 mujeres muertas, 2,200 que sufrieron daños suficientemente importantes como para ser registrados, y al menos 612 mujeres que requirieron hospitalización. No queda más que dudar de su “feminismo” cuando callan impunemente frente al feminicidio del aborto por selección del sexo, o incluso encubren casos de abuso sexual y prostitución de menores. La maternidad por sí sola no es causa de sufrimiento ni discriminación, la mentalidad abortista lo hace.
-Quinto, nadie está defendiendo el aborto en cualquier circunstancia. Nadie aceptaría que una mujer, por su simple voluntad, decidiera abortar a los sietes meses, sin una razón imperiosa que justificara esta opción, como un grave riesgo a su salud. Al menos yo no aceptaría esa hipótesis pues -pese a que defiendo el derecho de las mujeres a decidir - creo que pasado cierto umbral de desarrollo, el feto adquiere ciertos caracteres propios de una persona, como su capacidad de experimentar dolor o de vivir por fuera del útero, que hacen que la protección de esa vida en formación, que es ya casi una persona, tienda a predominar sobre algunos de los derechos de la mujer gestante.
Este es otro caso de hipocresía patente. Me resisto a creer que Uprimny no haya leído la sentencia T-841 de 2011 donde literalmente dice: “no hay una regla general que impida la IVE después de cierto tiempo de gestación. Esta regla general tampoco puede ser establecida por los jueces ni por ninguna otra autoridad o particular que participe en el sistema de salud. Así, la decisión sobre la realización de la IVE en una etapa de gestación cercana al nacimiento debe ser tomada en cada caso concreto mediante una ponderación de la causal de que se trate, de criterios médicos soportados en la condición física y mental particular de la mujer gestante y, en todo caso, del deseo de la misma.” Y para “sorpresa” del mismo Uprimny, tan no hay límites según la sentencia, que el procedimiento de aborto que se avaló fue la “cesárea”, es decir, que el niño fue asesinado después de haber nacido vivo y sano. La realidad es tajante: no hay diferencia sustancial entre el niño antes y después de nacer. Y eso lo saben incluso prominentes abortistas como Peter Singer, que defiende abiertamente el infanticidio y la pedofilia, o Francesca Minerva y Alberto Giubilini que escribieron un artículo defendiendo el “aborto post-parto”.
-Y esto me lleva un último punto, que es ya más polémico, pero que podría dar pie al acercamiento. Podríamos estar de acuerdo en que esa vida en formación, que es el óvulo fecundado implantado en el útero y que atraviesa distintas fases de desarrollo, tiene un valor creciente, esto es, que no le otorgamos el mismo valor al óvulo recién fecundado que al feto de siete meses. Y esto tiene que ver con el hecho de que, a medida que se desarrolla, el cigoto, el embrión y luego el feto van adquiriendo los atributos propios de una persona humana, mientras que antes carecen de muchos de ellos. Por ejemplo, la capacidad de sentir es razonablemente un atributo esencial de la persona. Ahora bien, la ciencia tiene claro que un feto de menos de 24 semanas no experimenta ningún dolor pues carece de las conexiones suficientes entre el córtex cerebral y los nervios periféricos, como lo reiteró el año pasado, el “Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos” del Reino Unido en su informe sobre “conciencia fetal” (fetal awareness).
No entiendo la lógica de Uprimny, admite que este es el punto más polémico y sin embargo pretende que este sea el punto de acercamiento. Tal vez pensó que bajo esa apariencia de moderación íbamos a dejar entrar semejante caballo de Troya. Insisto: No hay diferencia sustancial entre un niño antes y después del parto, ni hasta el momento de su concepción. Como dice Daniel Vicente: “Sólo mi muerte implica necesariamente mi no existencia. Mi ser consciente emerge del ser inconsciente del cigoto. Ahora bien, si el cigoto muere, es forzoso que yo no llegue a existir. Por tanto, la muerte del cigoto es mi muerte.Ergo, el cigoto y yo somos indistinguibles.” La humanidad como realidad sustancial, es decir, simple, no puede existir de forma gradual, o se es humano o no se es; no existen puntos medios. La persona humana, no es otra cosa que la expresión concreta de la humanidad, pues no existe ‘lo humano’ en abstracto en el mundo material, sino que solo conocemos la humanidad a través de personas humanas concretas.
El embrión es tan diferente del niño recién nacido, como el niño lo es del adulto o del anciano, y es injusto negarle el reconocimiento debido acusándole de no estar suficientemente desarrollado, pues el ser humano está en permanente desarrollo, hasta su muerte. La personalidad no es otra cosa que un principio de continuidad en una realidad material cambiante. La muerte de un embrión implica necesariamente la muerte de una persona concreta. Cuando los abortistas manipulan el concepto de persona para distinguirlo del de ‘ser humano’ están restringiendo los derechos humanos a una etapa de su vida, con las consecuencias que pueden preverse. Según el criterio arbitrario que se use, no sólo estarán en peligro los niños en sus primero años o los ancianos a medida que pierdan sus capacidades, sino que personas adultas correrán riesgos por el hecho de ser “subdesarrollados” o meramente “imperfectos”. El criterio usado por Uprimny, por poner un ejemplo, condenaría inflexiblemente al que permanece en estado de coma o a quienes nacieron con Insensibilidad congénita al dolor.
Paso a examinar lo que Uprimny llama “hechos probados”.
-Primero, la penalización del aborto, tanto en Colombia como en los países que tienen un régimen punitivo severo, no parece tener mucha eficacia ni para prevenir los abortos, ni para sancionar los que ocurren. Por ejemplo, en Colombia ocurren miles de abortos ilegales anualmente. Un reciente estudio del Instituto Guttmacher, que desde 2009 es colaborador oficial en salud reproductiva de la Organización Mundial de la Salud (OMS), evaluó en unos 400.000 los abortos voluntarios en Colombia. Sin embargo muy pocos de esos abortos son penalizados y muy pocas mujeres deciden no abortar por el temor a la sanción penal.
Verificable, claro, y encontrado falso: La cifra de 400.000 abortos en Colombia es falsa. Ese es un hecho probado por el Dr. Elard Koch quien demostró que la cifra de 400.000 abortos no tiene sustento real sino que proviene de opiniones y además ha sido inflada artificialmente unas 18 veces por el Instituto abortista. Por otro lado es de absoluta obviedad que un régimen punitivo severo no tendrá ninguna eficacia en prevenir ningún delito si el sistema penal deja la severidad en el papel y las autoridades se niegan a cumplir las leyes. En Colombia las autoridades han sido absolutamente permisivas con la industria clandestina del aborto, a la vez que concedían a sus lobbistas, Mónica Roa y las demás ONG, el estatus de “defensoras de los Derechos Humanos”.
-Segundo, la penalización tiene en cambio efectos sociales muy graves, pues conduce a abortos clandestinos, en condiciones precarias, lo cual es riesgoso para la salud y la vida de las mujeres. Los países que han despenalizado el aborto han reducido significativamente esos riesgos. En Sudáfrica, las muertes ligadas al aborto se redujeron en 91 por ciento luego de una ampliación de las posibilidades de aborto legal[1].
Realmente no sé qué clase de datos consulta Uprimny, en 2009, los mismos datos de la OMS dieron un aumento del 20% en la mortalidad materna para el periodo 2005-2007 a causa de la permisividad legal frente al aborto en Sudáfrica, mientras el país africano con la menor tasa de mortalidad es Mauricio donde la legislación protege mucho más a los niños por nacer. En América del sur, la menor tasa de mortalidad materna la tiene Chile, donde se protege la vida de los niños por nacer en la Constitución, mientras la mayor la tiene Guyana, donde el aborto está ampliamente legalizado desde 1995. No por nada el país con la menor mortalidad materna de todo el mundo es Irlanda, el país de Europa donde el aborto está más restringido. Créanme, no va a funcionar aquello de “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
-Tercero, la penalización del aborto es discriminatoria pues son las mujeres pobres quienes sufren mayoritariamente embarazos no deseados y quienes acceden a abortos en peores condiciones. Así, según el citado informe del Instituto Guttmacher, cada año el 30 por ciento de las mujeres colombianas que abortan clandestinamente (unas 132.000) sufren complicaciones de salud. Este porcentaje sube a 53 en el caso de las mujeres rurales pobres y es mucho menor (24 por ciento) en el caso de las mujeres de las ciudades que no son pobres.
Falso. Lo que discrimina es la pobreza, y el aborto es la forma como se materializa esa discriminación. Que la pobreza le impida a una mujer ser madre, debería ser razón para luchar más contra la pobreza y no para legalizar la discriminación. En Estados Unidos, donde el aborto es legal desde hace 30 años, los afroamericanos son el 12,8% de la población y sin embargo contabilizan el 36% de los abortos que se practican. En Nueva York, la proporción crece hasta casi la mitad. Un embrión 'negro' tiene tres veces más posibilidades de ser 'abortado' que un embrión 'blanco', según datos de Life Always.
-Cuarto, la despenalización amplia del aborto no conduce a su aumento, si se acompaña de campañas vigorosas de salud sexual y reproductiva para prevenir el embarazo no deseado. Por ejemplo, la tasa de abortos es de 32 por cada 1,000 mujeres en edad de gestación en América Latina, donde el aborto tiende a estar fuertemente penalizado. En cambio, esta tasa es de 12 por 1,000 mujeres en Europa Occidental donde el aborto es generalmente permitido[2], pero existen políticas de salud sexual y reproductiva vigorosas, con uso amplio métodos contraconceptivos, lo cual ha reducido notablemente el número de embarazos no deseados.
Me remito a las estadísticas españolas, donde las cifras del aborto no han hecho más que aumentar con leyes cada vez más permisivas. Incluso, el caso español puede explicar la supuesta menor tasa de abortos en Europa Occidental: la proliferación de los abortivos químicos llevó a una leve caída en las estadísticas debida obviamente al sub-registro que estas causan. Por otro lado, la misa Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo presentó un informe donde se evidenciaba que más del 70% de las mujeres que abortaron usaban anticonceptivos, y en el caso de las adolescentes la cifra sube al 82 por ciento. En esta presentación, demostré cómo es que la distribución masiva de anticonceptivos es un eslabón fundamental en el engranaje de la Industria del aborto, pues es la forma como los abortistas se procuran la clientela. Sin la “educación sexual” que promueve abiertamente la anticoncepción como seguro para la promiscuidad no tendríamos las tasas tan altas de embarazo adolescente que tendríamos hoy.
Refutadas generosamente las premisas de las que parte Uprimny para defender el nefasto Informe de la Comisión Asesora de Política Criminal, es claro que sus conclusiones son igual de falsas. Por lo que a su pregunta:
¿Será que podemos avanzar a un acuerdo razonable en torno a las anteriores premisas?
La respuesta es “No”, no se puede sacar nada razonable de hechos falsos y premisas absurdas, sólo más absurdo y falsedad como lo son todas las legislaciones abortistas. También cuando se discutía el Proyecto de Acto Legislativo 16/2011 en la Comisión I del Senado, varios senadores dijeron que aceptar el juicio de la sentencia C-355 de 2006 les parecía una medida justa y proporcionada pues no permitía el aborto en cualquier circunstancia y cualquier semana. Poco bastó para que la misma Corte los desmintiera. Así mismo la Comisión Asesora quiere nos comamos el cuento de que una legalización amplia del aborto no va a aumentar el número de abortos cuando la cifra nacional esté en los niveles de España.
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