Hemos conocido que la Corte Constitucional aceptó tramitar una demanda de inconstitucionalidad que pide ampliación de las normas que regulan la unión marital de hecho y la adopción para incluir a las parejas homosexuales. Esta demanda coincide con la decisión que debe tomar la Corte Constitucional frente a la demanda de dos lesbianas que piden que una pueda adoptar a los hijos que otra tuvo por inseminación artificial. Así mismo, en la Cámara de Representantes hace trámite un proyecto de ley para incluir las técnicas de reproducción asistida dentro del POS.
Ya hemos denunciado anteriormente el mercado de las técnicas de reproducción asistida, la donación de gametos y el alquiler de vientres. También hemos visto cómo la demanda por adopción homosexual en la Corte Constitucional busca un aval jurídico a este mercado, para legitimarse como forma de “paternidad”. En esta ocasión queremos traer a colación dos casos recientes en los cuales este mercado de la “paternidad” se revela en toda su crudeza.
El primer de ellos se trata de la foto tomada por Lindsay Foster que muestra a dos hombres con el torso desnudo abrazando al bebé que reciben como resultado de un contrato de maternidad subrogada, en el cual una mujer donó los óvulos que luego de ser fecundados, fueron implantados en otra que gestó al niño por nueve meses. Esta imagen, que apareció en portada de varios medios a nivel internacional como noticia por el día del “orgullo gay”, muestra a una de ellas, la madre gestante, a quien le sustraen el niño, pues, utilizada como una máquina de tener hijos, obtiene su paga y carece de cualquier derecho sobre él.
En palabras de Eugenia Roccella:
La emoción está ahí, pero no es empática. Transmite una perturbación bastante indefinible que puede captar cualquier mujer que vea a los dos en la foto, que, sin camisa, toman al bebé piel con piel. En la toma ampliada, en el borde, se puede ver de perfil la expresión de una mujer perdida y sufriente; es la mujer que llevó al bebé en su vientre durante nueve meses, que acaba de dar a luz, y que, de inmediato, debe entregarlo según el contrato que ha firmado.
Se le pagó por ello, ha hecho su trabajo. En las siguientes fotos desaparece. Deja de ser una madre, es sólo una prestadora de servicios, al igual que la otra, la desconocida que ha proporcionado los ovocitos de pago; porque quien «encarga fabricar» un niño como un objeto para ser envasado, no quiere estar relacionado biológicamente con una sola mujer, prefiere que haya dos madres, una ‘genética’ (de la que se toman los ovocitos) y otra gestacional (a la que se le alquila el útero). Luego, por supuesto, a esas madres las hacen desaparecer, ya no habrá ninguna madre. (traducción de InfoCatólica)
El segundo caso es el de la estrella estadounidense de televisión Sherri Sheperd, que se encontraba “esperando” un bebé por maternidad subrogada pero luego del fracaso de su matrimonio ha dicho que no quiere tener “nada que ver” con ese bebé. En cierto modo se podría decir que ella no hace más que “cancelar el pedido”, lo que implica que el bebé sea “adoptado” por su madre gestacional o su madre genética, o que se entregado a un orfanato, o peor todavía, que la madre gestacional aborte a la criatura.
Este caso recuerda al de Crystal Kelley, otra mujer estadounidense, que a causa de no encontrar empleo, alquiló su vientre a una pareja por 22mil dólares para que gestara a su hija, pero cuando el matrimonio se enteró que la bebé venía con labio leporino, paladar hendido y otras complicaciones, le pidieron a Crystal que la abortara. Ella se negó, y la pareja le ofreció 10mil dólares más para que lo hiciera, más aún, quisieron perseguirla judicialmente para obligarla a hacerlo, y Crystal tuvo que huir a Michigan donde la legislación la favorecía. Los argumentos de quienes defendían la postura de la pareja fueron crudos: El bebé es parte de “una transacción, un contrato”, y por ello los contratantes pueden cancelar la transacción si lo consideran necesario.
Ya hemos dicho que este “mercado de hijos” ya existe para las parejas de distinto sexo, pero dado que esta es la única forma como una pareja del mismo sexo puede simular que está teniendo hijos, es evidente que la aprobación de la adopción por homosexuales convertirá la “fabricación de hijos” en el paradigma jurídico para regular los derechos de los padres hacia los hijos en general.
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