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martes, 4 de noviembre de 2014

Dos homosexuales, por Salvador Sostres

Reproducimos el artículo del escritor Salvador Sostres, publicado originalmente en el diario El Mundo de España.

Paco Rego explicaba ayer en 'Crónica' la historia de dos homosexuales de Mallorca que tuvieron el capricho de ser padres de dos niños al mismo tiempo. El capricho de que los niños tuvieran rasgos europeos. Y el capricho de que encima les saliera barato. De modo que buscaron los óvulos de una misma mujer nórdica y se fueron a buscar dos vientres de alquiler a Tailandia, un país que si ya en general ofrece pocas garantías, la inseguridad es total en el caso de los vientres de alquiler, una actividad allí considerada, como mínimo, alegal

En Estados Unidos esta práctica es legal y está perfectamente controlada. El precio de cada operación es de 120.000 euros.

Pero en Tailandia pasa lo que pasa, y las dos mujeres que caprichosamente habían elegido los dos homosexuales, en lugar de tener un hijo cada una, tuvieron partos de lo más productivos: una tuvo gemelos y la otra trillizos. Además, las autoridades tailandesas, para mejorar su imagen sobre lo que hacen con los niños en ese país, decidieron retener a los dos homosexuales hasta hacerles demostrar que los niños eran realmente suyos y que las 'madres' habían prestado su vientre libremente, sin coacciones ni amenazas.

Lo primero que hay que decir es que si los homosexuales caprichosos no hubieran querido aprovecharse de la miseria para ahorrar, no habrían experimentado el terrible sufrimiento de ser retenidos en Tailandia, y habrían pagado en los Estados Unidos más o menos la misma cantidad si contamos su larga estancia -seis meses- en el país tercermundista, la minuta de los abogados que tuvieron que contratar y la más que probable mordida para las autoridades tailandesas, que aunque los chicos la niegan, todos sabemos cómo suelen resolverse estos asuntos. No es que me guste hablar de dinero, pero ¿qué se puede esperar de unos padres con este sentido de la generosidad?

Hay que decir también que si hubiera sido yo quien hubiese buscado unos óvulos nórdicos para asegurar la genética, y un vientre tercermundista para contener el gasto, habría sido acusado de racista y de negrero, pero como lo han hecho dos homosexuales, parecen víctimas, y su inventado 'derecho' de ser padres pasa por encima de los derechos más reales y elementales, que son los de los niños. Estamos enfermos de relativismo.

Pero es que además, este mismo e inventado derecho de la paternidad homosexual se vio pisoteado por la propia inconsistencia de quienes en este caso lo reclamaron, pues el supuesto amor que se tenían los dos padres no sobrevivió ni a la primera discusión y ya en Tailandia se separaron. Las madres de ambos mozos tuvieron que volar hacia aquel infierno y enseñarles a cambiar pañales y a cuidar de sus hijos.

La paternidad homosexual es un egoísmo que sólo tiene en cuenta los supuestos derechos y la voluntad de los padres, y para nada la de los niños. Son experimentos que se basan en el capricho de dos hombres y nunca en el amor. En lo que esperan obtener y no en la calidad de lo que van a ser capaces de dar. El amor que se precisa para ser padre no puede nunca nacer de semejante egoísmo.

Eso no significa que las parejas heterosexuales sean todas perfectas, ni que no haya matrimonios desastrosos. Pero una familia es un matrimonio y sus hijos. Y un matrimonio, por mucho que esta palabra se rebaje y se adultere, es un sacramento que consagra la unión entre un hombre y una mujer. Ésta es la estructura de la civilización y la que Dios bendice.

Están las familias con sus matrimonios y sus hijos, y luego está Tailandia y este vivir absurdo y pueril incapaz de asumir las consecuencias de cada acto. Ser padre no es un capricho. Y ningún padre sensato, casado con una mujer igualmente sensata, elegiría para sus hijos, en algo decisivo, lo más barato, sino lo más caro. Si lo hacemos hasta por el cochecito, ¿qué no haríamos por el vientre donde se tuviera que gestar?

Los niños necesitan a su padre y a su madre, y que dos homosexuales quieran ser padres demuestra que necesitan más amor del que están dispuestos a dar. Si algo entendieran de cómo es la vida en realidad, y que el amor se basa en la generosidad aunque esta generosidad nos aleje del capricho, no habría homosexuales intentando ser padres porque todos habrían entendido sus limitaciones en este particular. Lo más generoso es, no pocas veces, renunciar.

Si la sociedad no estuviera enferma de relativismo, de resentimiento, de rabia contra Dios, por esa rebeldía que sólo conduce a un mayor sufrimiento, no habría tanto perturbado -homosexual o no- capaz de legislar contra los más fundamentales derechos de los más indefensos, ni tanta jauría desalmada y terrible dispuesta a aplaudirles en nombre de una libertad que ellos están fríamente asesinando con cada una de sus majaderías sectarias.

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