Reproducimos el artículo de Germán Mazuelo-Leytón, publicado originalmente en el sitio web Adelante la Fe.
El Papa Pío XII enseñó: «el Cuerpo místico de Cristo y la Iglesia católica romana son una sola y misma cosa».1
La carta encíclica Mystici Corporis Christi del mismo Papa, imprimió una «nueva conciencia en la Iglesia y produjo en su época un fervor y un estudio crecientes de la eclesiología», es «por ello un documento de alcance verdaderamente histórico»; no obstante, finalizado el Concilio Vaticano II, la eclesiología sufrió un proceso de protestantización y politización, se buscó una redefinición de la Iglesia, una recreación (Boff), una «nueva eclesiología», proceso en el que a la Teología de la Liberación le cupo un papel descollante propiciando una Iglesia=«comunidad revolucionaria».
«La Iglesia tiene que ser la comunidad revolucionaria y quebrantar las leyes que destruyen las personas» (Teología negra de la liberación, James Cone, pág. 162). Del Cuerpo Místico de Cristo, digamos que, una vez anulada por la Teología de la Liberación toda dualidad de naturaleza y gracia, una vez absorbida la gracia en la historia “total” de la humanidad, ese Cuerpo (la Iglesia) ya no tiene razón de ser: es cósmico y lo abarca todo (Iglesia, carisma y poder, Leonardo Boff, pág. 241), la«recreada» Iglesia «cuerpo político de los pobres», «significa una Iglesia de clase, que ha tomado conciencia de las necesidades de la lucha revolucionaria como etapa hacia la liberación, y que celebra esta liberación en su liturgia» (Instrucción sobre algunos aspectos de la «Teología de la liberación», X, 10). 2
Quizás a esas «recreaciones eclesiales» se refería el Venerable Fulton Sheen: «él, (Satán) formará una contra-iglesia que será el mono de la Iglesia, porque el diablo es el mono de Dios. Tendrá todas las características de la Iglesia, pero a la inversa y vaciadas de su contenido divino. Será el Cuerpo místico del Anticristo, tan parecido externamente al Cuerpo Místico de Cristo. Luego se verificará una paradoja: las mismas objeciones con que los hombres del último siglo rechazaron la iglesia, serán las razones por las que aceptarán la contra-iglesia.3
El Aquinate dice que «los hombres y los ángeles están ordenados a un solo fin que es la gloria de la bienaventuranza divina. Pues el Cuerpo místico de la Iglesia no se compone sólo de hombres, sino también de ángeles»4. Lógicamente los ángeles caídos, es decir los demonios, así como los réprobos o condenados ya en la eternidad del infierno, excluidos para siempre, no forman parte de ese Cuerpo, triunfante, purgante, ymilitante. La comunión de los santos alcanza a todo bautizado.
Analógicamente existe también un Cuerpo místico del diablo: 5
La Iglesia primitiva vivió intensamente la certeza de vencer al fuerte en nombre del más fuerte que era Cristo: hasta los demonios se nos someten en tu nombre. San Juan señala como tarea principal de Cristo el haberse manifestado para deshacer las obras del diablo.
«¿Podría convivir la luz con las tinieblas?, ¿o, haber armonía entre Cristo y Belial?» (2 Corintios 6, 15). Jesús se refería a este jefe malvado y sus seguidores cuando afirmaba a algunos de los escribas y hombres de leyes de Israel: “Vosotros sois hijos del diablo, porque practicáis las obras del diablo que son los pecados” (Juan 8, 44).
El drama es tremendo por la proliferación de sectas, de brujos, de falsos profetas, claramente influenciados por Satanás. Los católicos sencillos no están preparados a los asaltos de estos lobos vestidos de piel de oveja, y, a los encomendados por Cristo para defender sus ovejas poco les importa que se las arrebaten, porque muchos son mercenarios en vez de pastores.
Habiendo sido Lucifer uno de los ángeles con más atributos, se impresionó tanto consigo mismo que, decidió no reconocer a Dios y fue arrojado fuera de la presencia del Creador. Es el carácter irrevocable de su elección y no un defecto de la infinita misericordia divina, lo que hace que el pecado de los ángeles caídos no pueda ser perdonado.
El orgullo es una abominación de Dios, es un vicio ciego, porque no toma en consideración a nadie más que a sí mismo, despoja de la atención que Dios merece y la enfoca en uno mismo. La autocomplacencia del pecado de orgullo es de tal magnitud que conduce a ignorar a Dios y vivir como si Él no existiese, el orgulloso mira los demás como a sus inferiores.
“El odio y la envidia –todo lo opuesto al amor cristiano- es lo satánico, pues Satanás es la personificación del odio y de la envidia, es el odio mismo, es la envidia misma, como son la mentira y la soberbia”. 6
Por su orgullo el demonio no tiene la capacidad de arrodillarse ante Dios, así también pasa con muchos de nuestros contemporáneos: han perdido la capacidad de adoración. Jesús instituyó la Sagrada Eucaristía para que la humanidad recordara su sacrificio. El pecado del hombre es el olvido. El diablo no tiene capacidad de arrodillarse ante Dios, pero nosotros sí y a menudo no queremos arrodillarnos para adorar al Rey de reyes y Señor de señores.
La expresión «ser del diablo», o «ser hijo del diablo» designa a todos los que viven bajo el influjo perverso de Satanás y se dejan extraviar por él: quien comete pecado es del diablo, en esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano, no como Caín, que, siendo del Maligno, mató a su hermano.7
Muchas mentes están en posesión diabólica. Es el demonio el que surte de material de rumia a no pocos, según testimonio vital de San Cipriano, quien denuncia así:
«Satanás ofrece a nuestra vista, figuras atractivas y placeres fáciles de conseguir, para destruir por medio de la vista, la virtud de la castidad. Tienta a nuestros oídos con dulces melodías, para deleitar y amenizar el vigor cristiano por medio de plácidos oídos, excita la lengua con las injurias, instiga las manos cuando éstas hieren, empujan hasta el homicidio, para que alguno sea defraudador le propone ganancias injustas, para cautivar un alma con el dinero, sugiere la idea de ahorros perniciosos. Promete honores terrenos para privar de los celestiales, luce lo falso para arrebatar lo verdadero, y cuando no puede engañar oculta e insensiblemente, amenaza a las almas intentando excitar el terror de las tribulaciones para así derrocar a los siervos de Dios, inquieto siempre y enemigo durante la paz, es doloroso y violento en la persecución».
Como quiera que los dardos que nos arroja con disimulo son los más frecuentes, y su modo de acometer es oculto, consigue pasar inadvertido y herirnos grave y frecuentemente, lo cual nos obliga a vigilar, para conocer y rechazar sus acometidas.
Cuántas personas sienten estas tentaciones, estas inclinaciones, estos apetitos y estos deseos y no quieren darse cuenta de que son obra del demonio.
Ahí está el secreto de cada uno en su elección totalmente voluntaria, nadie se condena si no lo desea, claro que en el fondo no lo desea, pero tampoco evita esa condenación mientras le es posible gozar torpemente de la vida, y cuando se percata del peligro, quizás es definitivamente tarde y ahí está precisamente el peligro principal de la actuación de Satanás, en que logra que la víctima no se percate de que es él quien está actuando y así no da importancia alguna a sus insinuaciones malévolas.
Germán Mazuelo-Leytón
1 PAPA PIO XX, Encíclica Humani geris, ns. 21 y 22.
2 MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, La nueva eclesiología, http://www.adelantelafe.com/la-nueva-cristiandad-o-los-5-mandamientos-de-la-auto-demolicion-4-nueva-eclesiologia/
3 SHEEN, FULTON J., El comunismo y la conciencia de Occidente, Bobbs-Merrill, 1948, págs. 24–25.
4 Cf.: HUBER GEORGES , Mi ángel marchará delante de ti.
5 PARDO FUSTER, ENRIQUE, Fundamentos bíblicos de la teología católica.
6 PORADOWSKI, MIGUEL, El marxismo en la teología.
7 cf.: 1 JUAN, 3.
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