Reproducimos el artículo de Tommaso Scandroglio, publicado originalmente en La Nuova Bussola Quotidiana, y traducido por Religión en Libertad.
En Holanda existe la "multigenitorialidad gay" o las "plurifamilias homosexuales". Se trata de esto, y tengan cuidado en no perderse entre los vínculos de “parentela”. Jaco y Sjoerd son una pareja de homosexuales "casados". Tienen otro amigo homosexual, Sean, que tiene relaciones sexuales con ellos. Jaco y Sjoerd desearían casarse también con Sean pero desgraciadamente, dicen ellos, la poligamia tanto heterosexual como homosexual está prohibida en Holanda: ”Jaco y yo estamos casados desde hace ocho años. Desgraciadamente no podemos casarnos con Sean; si pudiéramos, lo haríamos de inmediato“.
Pero prosigamos. Daantje y Dewi son una pareja de lesbianas. También ellas están “casadas”. Los cinco se conocen desde hace años. La pareja de lesbianas tendrá un hijo mediante una sexta persona. Pues bien, quieren que este hijo sea educado por todos ellos, los cinco gays. Para ello han ido a un notario para suscribir un contrato regular de educación "multigenitorial" gay: “Cinco progenitores con derechos y deberes iguales, divididos en dos familias: estas son las condiciones del contrato que todos hemos firmado y sometido al notario“.
Pero para los Países Bajos este tipo de contrato no tiene valor legal. Sin embargo, dado que cinco cabezas gays piensan mejor que una heterosexual, sobre todo si ésta es la de un político leguleyo, las dos "familias" han encontrado el atajo legal. En Holanda existe la posibilidad de que la madre biológica nombre, en sustitución del padre biológico o del cónyuge (también gay), otro progenitor legal. De este modo Jaco ha sido nombrado progenitor legal en el lugar de Dewi, la cual ha dicho: “Lo hemos hecho para que así haya un progenitor legal en ambas familias, porque compartiremos también la educación“.
Cuatro preguntas lógicas
Este hecho holandés, que parece extraído del teatro de lo absurdo, es en realidad muy educativo porque abre los ojos sobre la revolución real que el género ha activado en la antropología y el tejido familiar. Detrás de todo esto se esconde una lógica tan demente como férrea que, si es aceptada, no puede hacer otra cosa que llevar a legitimar la "multi-homo-genitorialidad".
Uno: ¿por qué limitar el matrimonio a dos personas si el punto principal del mismo es el afecto? ¿Es que tres amigos no pueden quererse tanto como para desear casarse?
Dos: si dos gays –es lo que se sostiene– pueden educar espléndidamente a un bebé, ¿por qué deben ser de la misma familia?
Tercero: si se considera “familia” también la formada por una pareja gay, ¿por qué no puede serlo también la que está formada por cinco gays?
Cuarto: si el hijo puede venir al mundo con la participación de cuatro o cinco personas, entre madres y padres biológicos, mujeres que prestan el útero y otras que “donan” el ADN mitocondrial, ¿por qué entonces no puede ser educado por más personas? Cuanta más gente mejor es ¿no?
Repetimos: si haces tuyas las premisas, no puedes hacer otra cosa que acoger también las conclusiones.
La sacralización del deseo
Estas cuatro provocadoras preguntas pueden fundirse en una única reflexión. La historia made in Netherlands encuentra su corazón pulsante en una palabra: “Deseo”. El deseo, por su naturaleza, se expande al infinito. Si se le deja correr desbocado, estén ustedes seguros de que el deseo ya no volverá a casa sino que les llevará lejos, muy lejos.
Y de hecho esta historia de progenitores elevados a la "n" tiene un dinamismo centrífugo y en el centro de esta "homo-lavadora" está el deseo. Un hombre desea tener una relación con un hombre. Los dos quieren "casarse". Esta pareja de "cónyuges" conoce a un tercer hombre y tendrían deseo de ampliar la “familia”. Los tres conocen a una pareja de lesbianas y desean ampliar aún más la “familia”. La pareja de lesbianas también quiere "casarse" y después quiere un hijo. Los cinco desean crecer todos juntos apasionadamente a este hijo. Y nadie detiene sus intenciones porque se piensa que son deseos sacrosantos. Alguien que se opone dice que desearía prohibir todo esto porque este tipo de deseos no deben ser secundados. Progresistas sí, pero hasta un cierto punto. Un punto bien radicado en el fondo de la locura.
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