Hace unos días la Corte Constitucional rechazó la solicitud presentada por un funcionario del tribunal, de retirar un crucifijo que se encuentra en la sala en que se reúne el pleno de la Corte. La decisión ha dejado rabiando a los ateos militantes, que esperaban una respuesta favorable considerando la composición mayormente liberal-progresista del tribunal.
Según el abogado Juan Sebastián Vega Rodríguez, sustanciador del despacho del magistrado Luis Guillermo Guerrero, el crucifico expuesto en el salón de sesiones de la Corte vulneraría “los derechos fundamentales de los funcionarios de la Corte Constitucional que profesamos una relgión[sic] diferente a la Católica”. Sin embargo, la Corte resolvió que “retirarlo sería un ataque contra los magistrados y funcionarios de la Corte que profesan la fe católica”, así que decidieron dejarlo. Sólo votaron a favor de quitarlo, los magistrados Jorge Iván Palacio, Alejandro Linares y Alberto Rojas.
Podría parecer contradictorio que permanezca la imagen de Nuestro Señor Jesucristo en el lugar donde se han perpetrado algunos de los peores atentados contra los Colombianos. Pensaría uno que al menos vergüenza les debería dar a los magistrados, sentenciar a muerte a miles de colombianos a través del aborto, la Reproducción Asistida y la eutanasia o convertir a los niños en mercancía a través del “matrimonio” homosexual y el alquiler de vientres. Y tal vez sea esa la razón por la cual querían que fuese retirado.
Empero, la imagen de Cristo sobre los magistrados también cumple un papel testimonial: Recuerda que no importa que tan omnipotentes e impunes se sientan ellos en sus magistraturas. De todos sus crímenes tendrán que rendir cuentas ante el Juez Justo, y allá no habrá “Estado Laico” que valga.
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