El pasado sábado 14 de mayo tuve la posibilidad de asistir a la UK March for Life, la marcha anual provida del Reino Unido, que se realiza en Birmingham, lugar donde se abrió el primer abortorio del British Pregnancy Advisory Service. La marcha comenzó con una misa en la Catedral de San Chad, presidida por tres obispos, para luego concentrarnos en el Victoria Square, donde tenían una feria de organizaciones provida y una tarima con música en donde se presentaron Ryan Bomberg, nacido a causa de una violación, y Stephanie Gray. A las 2pm salimos a marchar por el centro de la ciudad y regresamos al mismo lugar, donde Mons. Patrick McKinney hizo una oración de despedida.
Un elemento que me sorprendió gratamente era el carácter eminentemente católico de la concurrencia, incluyendo importantes grupos de sacerdotes, notorios por ir de sotana, religiosos, con su respectivo hábito, y fieles laicos que a lo largo de la marcha en vez de gritar consignas iban rezando el rosario o la coronilla de la misericordia. Esto es llamativo, pues en el Reino Unido los católicos son apenas un grupo religioso minoritario; en todas las ciudades puede encontrarse iglesias cristianas de las denominaciones más diversas y con una larga trayectoria en el país, empezando por la iglesia Anglicana oficial.
¿Por qué no había una mayor presencia de cristianos de otras denominaciones? Bueno, empezando por la iglesia Anglicana, que como parte del gobierno somete su moral a las votaciones del parlamento, la gran mayoría de estos grupos defienden al menos algún tipo de concesiones al aborto. Sólo la Iglesia Católica y algunos grupos evangélicos y pentecostales se ha mantenido firmes en rechazar el aborto sin excepciones.
Esta actitud firme que sin ningún miedo reafirma la identidad católica de esta lucha, contrasta considerablemente con la aconfesionalidad que han pretendido mostrar los movimientos provida en otros países como España y Colombia, por ejemplo, en los que a pesar de que la Iglesia Católica es absolutamente mayoritaria, se evitan las expresiones públicas de fe, y la participación de los obispos es tímida y parcial. Algunos aducen que es para evitar que se crea que la oposición al aborto es un tema religioso, otros que es para evitar ahuyentar a los protestantes.
Lo cierto es que la legalización y promoción del aborto no es más que una manifestación concreta, apenas una cara, de un proceso de descristianización que comenzó con la reforma protestante y la negación de la autoridad de la Iglesia, y siguió adelante con el Liberalismo deísta y la idea de que Dios no se involucra en las cuestiones temporales. Por eso es iluso creer que se podrá conseguir el fin del aborto sin la re-cristianización de la sociedad y la cultura. No hay “cultura de la Vida” posible que no sea la misma Cristiandad, en la que “la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados” (León XIII, Immortale Dei 9).
Jesús Herrera
Director Voto Católico Colombia
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