Reproducimos el siguiente artículo de Germán Mazuelo-Leytón, publicado originalmente en su blog en el portál católico Adelante la Fe.
1. Impugnadores de la virginidad perpetua de María Santísima
Todos los dones celestiales con que Dios colmó a la Bienaventurada Virgen María tienen su razón máxima en la Divina Maternidad, pero entre todos, éste de su perpetua virginidad. Hay como una relación íntima, una ilación de necesidad, entre la virginidad de María y su Maternidad Divina.
María, Virgen perpetua e incontaminada, antes, en y después del parto,es proposición de fe.
La virginidad de Nuestra Señora ha sido muchas veces combatida por los herejes. Los primeros en errar sobre la integérrima virginidad de la Madre de Dios fueron los judíos de su tiempo que creyeron a Cristo hijo del matrimonio entre José y María. De los judíos la calumnia pasó a cuantos tenían afinidad ideológica o de sangre con ellos, así los ebionitas, comunidad cristiana procedente de los hebreos, furiosos negadores de la integridad de María.
Más tarde en Cerinto y Carpócrates enseñaron igual que los anteriores. En el siglo IV negaron también la virginidad de María Santísima apolinaristas y arrianos, a los que San Epifanio apodó anticordimarianistas, «los cuales, dice el mencionado santo, llegaron hasta la temeridad de afirmar que después del parto de Jesús, María tuvo relaciones matrimoniales con San José».
Pero fue Elvidio quién ganó la miserable palma de ser el más audaz y ofuscado negador del privilegio de Santa María, contra el que se levantó San Agustín y, sobre todo San Jerónimo, que vigorosa y duramente rebatió sus errores.
Los anabaptistas profesaron el error de los ebionitas (que Jesús nació del matrimonio entre María y José), y que después de Jesús hubieron otros hijos, etc. Las aberraciones protestantes sobre este tema llegaron al extremo que suponen estas líneas de Rade: «Para mí, esta doctrina (que María conservó la virginidad) está en contradicción con otras enseñanzas cristianas, por las que me siento grato a Dios, y sobre todo con el concepto evangélico del matrimonio y de la vida conyugal».
Finalmente los racionalistas modernos pretenden que la virginidad de María sea un mito.
A pesar de la claridad meridiana del texto de San Lucas sobre la Encarnación (1, 26-38), y las enseñanzas de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia, como San Ignacio, Arístides, San Hipólito, Orígenes, San Epifanio, San Ambrosio, San Atanasio, San Agustín, San Gaudencio de Brescia y otros muchos, hubo necesidad de definir este dogma, y así se hizo en el canon tercero del Concilio de Letrán, bajo Martín I y en otras ocasiones indirectamente.
La impugnadora de la virginidad perpetua de la Madre de Dios hoy es Lucía Caram, a quien cuesta llamarla “madre” o “sor”. Es una religiosas argentina, que forma parte de las dominicas de vida contemplativa de Manresa, Barcelona, España. Contemplativa, pero de una vida muy activa, ya que desde el monasterio donde reside «promueve el diálogo interreligioso», escribe libros, y acude a diversos programas televisivos, entre otros activismos en nombre de la fe que ha venido ayudando a destruir desde hace mucho.
Recientemente acudió a uno de estos programas para hablar de sexo con Risto Mejide entrevistador de lenguaje procaz, con el que hasta un hombre se sentiría incómodo y de quien es asidua entrevistada, donde afirmó: «que María estaba enamorada de José y que era una pareja normal, y lo normal es tener sexo».
Hay que ver toda la entrevista, para darse cuenta, como me lo hacía notar alguien, de la maldad que encierran no sólo las preguntas del entrevistador, sino las respuestas de la entrevistada, es que «… hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia».[1]
Yo tengo –decía Mons. Rudolph Graber- la no infundada sospecha de que el resquebrajamiento de la obediencia hoy, así como el criticismo inmisericorde, tienen uno de sus fundamentos en el apartamiento y rechazo de la veneración a María. La revolución en el interior de la misma Iglesia sólo puede ser atajada con el «sí» humilde y sencillo de la Virgen sacratísima… Y la crisis de fe que hoy padecemos tiene su origen en gran parte en el hecho de que nos hemos apartado de María, la Virgen fuerte en la fe… Y una última cosa: vivimos en una época en la que la impudicia hace gala de ostentación… A buen seguro habrá que ver en estas oleadas de lo sexual el resultado del retroceso en la veneración mariana, porque la Inmaculada es el más poderoso antídoto contra esta inmoralidad… Pues bien, en vez de profesarse rendidamente a María, a la vista de estas tendencias destructoras para la fe y la honestidad, lo que se hace es abandonar su nombre. Esto roza con la traición a la Iglesia, al pueblo y al futuro. En verdad son éstas “ora di tenebre et lampi” (horas de tinieblas y relámpagos).
2. Para la «descendencia de María» esa blasfemia es abominable y nuestra obligación de hijos, es luchar por el honor de nuestra Purísima Madre.
«Dios ha hecho y preparado una sola e irreconciliable enemistad, que durará y se intensificará hasta el fin. Y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer. De suerte que el enemigo más terrible que Dios ha suscitado como Satanás es María, su Santísima Madre. Ya desde el paraíso terrenal aunque María sólo estaba entonces en la mente divina le inspiró tanto odio contra ese maldito enemigo de Dios, le dio tanta sagacidad para descubrir la malicia de esa antigua serpiente y tanta fuerza para vencer, abatir y aplastar a ese orgulloso impío, que el diablo la teme no sólo más que a todos los ángeles y hombres, sino en cierto modo más que al mismo Dios».[2]
Y sí, vivimos en carne propia la dramática realidad de la lucha de los hombres sobre la tierra: «la descendencia de Belial» y «la descendencia de María». Es la última lucha de María-Iglesia contra el «dragón de las siete cabezas y diez cuernos» (Ap 12, 3). En la Escritura Sagrada, los cuernos no se refieren a animales, sino a trompetas que amplifican la voz, como cuernos de toro. En nuestros días, los diez cuernos se refieren a los medios de comunicación: prensa, radio, televisión, internet. La mayoría de estos instrumentos de comunicación están en manos de los enemigos de Dios y están siendo empleados para conducir a la humanidad a transgredir el Decálogo.
Esta lucha acabará con la victoria de Cristo y María sobre el «gran adversario» y con la instauración del reino del Padre.
3. La manifiesta herejía de Lucía Caram, es la patentización de la profecía de Fátima. En 1925 Sor Lucía de Jesús y del Inmaculado Corazón, vio a Nuestra Señora con el Corazón cercado de espinas que le dijo:
«Mira hija mía mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes, tú al menos procura consolarme y di que todos aquellos que durante cinco meses seguidos en el primer sábado se confiesen y recibieren la sagrada comunión, rezaren una parte del rosario y me hicieren compañía meditando en los 15 misterios del rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para su salvación».
Posteriormente en 1930, dijo Lucía que durante su hora santa, se sintió de repente poseída más íntimamente por la Divina Presencia, y, «si no me engaño, me reveló lo siguiente»:
«Hija Mía, el motivo es sencillo. Cinco son las clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María».
La primera ofensa contra el Corazón Inmaculado de María es la negación de su Inmaculada Concepción.[3]
La segunda ofensa la constituyen las blasfemias contra su Virginidad Perpetua, rechazada también por la mayoría de los protestantes.
La tercera es negar a la Santísima Virgen María como la Madre de Dios, y como Madre espiritual de toda la humanidad.
La cuarta ofensa la constituyen las blasfemias de aquellos que públicamente tratan de inculcar en los corazones de los niños, la indiferencia y el desprecio y hasta el odio hacia nuestra Inmaculada Madre. Siempre que le negamos a un niño su madre, causamos un detrimento en el niño y horadamos el corazón de la madre.
La quinta ofensa contra el Corazón Inmaculado es la profanación de sus estatuas y sagradas imágenes, que son una manifestación de su presencia maternal.
Tres de las cinco ofensas versan sobre la negación de la verdad doctrinal y dogmática sobre Ella. El negar los dogmas y doctrinas marianas es la negación de su misma persona, de su mismo Corazón.[4]
El famoso experto de Fátima, el sacerdote claretiano, P. Joaquín Alonso fallecido en 1981 escribió al respecto: cegados por un ecumenismo engañador, hemos tenido la tendencia de olvidar que existe una verdad evidente, recordada aquí por el Mensaje de Fátima: Aquellos que obstinadamente y con pleno conocimiento abiertamente niegan las prerrogativas de la Santísima Virgen María, cometen las blasfemias más odiosas en cuanto a Ella.
4. «Desorientación diabólica»
Dice el Padre Nicholas Gruner que fue la Hna. Lucía quien acuñó el término «desorientación diabólica»[5]. «Una y otra vez, ella había repetido esa afirmación» especialmente entre 1969 y 1971, tiempo en el que habían ocurrido tantos cambios en la Iglesia desde el Vaticano II, y había explicado que detrás de tanta confusión y desorientación estaba el diablo, y, que el diablo había engañado a mucha gente, sorprendentemente incluso obispos y cardenales; y aunque ella no lo ha había dicho, tal vez incluso el mismo Papa.
En sus diversas cartas -citadas por el Hno. Miguel de la Santísima Trinidad-, Sor Lucía hizo referencia a esa «desorientación diabólica», y habló de ello también con el Padre Fuentes: «Padre el diablo está en vísperas de emprender una batalla decisiva contra la Santísima Virgen. Y el diablo sabe qué es lo que más ofende a Dios, y lo que ganará para él en el más corto plazo de tiempo, el mayor número de almas. Así, el diablo hace todo lo posible para vencer a las almas consagradas a Dios, porque sabe que, de esa manera, las almas de los fieles, abandonados por sus guías, caerán aún más fácilmente en sus manos. Lo que aflige al Inmaculado Corazón de María y al Corazón de Jesús, es la caída de las almas de los religiosos y de los sacerdotes. El diablo sabe que por cada religioso y sacerdote que apostata de su excelsa vocación, son arrastradas numerosas almas al infierno».
Sor Lucía dijo: «Es una desorientación diabólica que invade el mundo y las almas engañosas. Es necesario hacerle frente».
Lucía Caram es una exponente eximia de la «desorientación diabólica» que aflora como esquizofrenia doctrinal, promovida por la satrapía espiritual desde los más altos púlpitos, y a quienes la «descendencia de María» no puede seguirles permitiendo mayores blasfemias.
Germán Mazuelo-Leytón[1] SAN PIO X, Encíclica Pascendi.
[2] MONTFORT, San LUIS Mª de, Tratado de la Verdadera Devoción, nº 52.
[3]MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, Fátima y la «gran blasfemia». http://adelantelafe.com/fatima-la-gran-blasfemia/
[4] MIRAVALLE MARK, En orden de batalla con la Corredentora.
[5]MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, Fátima y las bestias apocalípticas.http://adelantelafe.com/fatima-las-bestias-apocalipticas/
No hay comentarios:
Publicar un comentario