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lunes, 24 de octubre de 2016

Las cifras lo confirman: Los homosexuales no querían el “matrimonio igualitario” para casarse

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Antes de la aprobación del “matrimonio” homosexual en el país por parte de la Corte Constitucional, advertíamos cómo numerosas declaraciones de personas homosexuales, así como los datos de otros países, demostraban que a pesar de todo el esfuerzo que el lobby gay y el establecimiento político invertían en la redefinición, legal del matrimonio y la familia, eran una proporción muy baja de homosexuales la que acudía a “casarse”. Esto, afirmábamos, es un claro síntoma de que el propósito del “matrimonio” homosexual, no tiene nada que ver con una supuesta necesidad de una población específica, y más con las consecuencias simbólicas y jurídicas de alterar la célula natural de la sociedad.

Hoy, tal previsión ha sido confirmada por las estadísticas oficiales de “matrimonios” entre personas del mismo sexo en el país. Desde el pasado mes de abril, cuando la Corte Constitucional sancionó la sentencia SU-214/16 en la que ordena se tramiten como “matrimonio” las solicitudes hechas por parejas del mismo sexo ante notarios o jueces, sólo se han realizado 47 de estas uniones en todo el país.

En los medios de comunicación plantean, de forma retórica, si el escaso número de “matrimonios igualitarios” no será también un asunto de discriminación contra los homosexuales. Una pregunta irónica, si se considera que en la argumentación de los proponentes, el “matrimonio igualitario” era fundamental para acabar con la discriminación contra los LGBTI. Frente a esto, Álvaro Rojas, presidente de la Unión Colegiada del Notariado Colombiano responde que hasta el momento no se ha presentado ninguna queja o reclamo por parte de parejas homosexuales a las que se les haya negado el “matrimonio igualitario”.

“La expectativa de matrimonios entre parejas del mismos sexo fue muy alta. Se tuvo la sensación de que iban a llegar en masa, pero la verdad es que no se dio tal situación, y los matrimonios que se han tenido que registrar se han hecho de la misma manera en que se hacen todos los matrimonios”, dijo Rojas.

En El Tiempo se muestran sorprendidos por la baja cifra de matrimonios en el país, en comparación con los celebrados en otros países como Holanda, España o Argentina. No obstante, en tales países, que fueron de los primeros en admitir las uniones homosexuales, las cifras descendieron aceleradamente después del primer año, además de que en ese primer año se convirtieron destino de parejas extranjeras del mismo sexo  que trataron de usar los acuerdos internacionales de reconocimiento del matrimonio civil para introducir el “matrimonio” homosexual en sus propios países.

Por su parte, Marcela Sánchez, directora de Colombia Diversa ha tenido que admitir que su campaña por el “matrimonio igualitario” tenía menos que ver con una necesidad insatisfecha, y más con el valor simbólico y jurídico de tal medida. “No se luchó por una figura legal, sino por un derecho a la igualdad de quien decida optar por el matrimonio civil”, afirmó en entrevista con El Tiempo.

A nivel simbólico, la alteración de la definición legal del matrimonio, implica la igualación forzosa entre la relaciones entre personas del mismo sexo con la familia constituida por un hombre y una mujer, a la vez que implanta la idea de que cualquier cosa es familia, y por lo tanto, la familia pierde todo significado. Por su parte, a nivel jurídico, el “matrimonio” entre personas del mismo sexo, se convierte en herramienta fundamental para poner a la sociedad entre la espada y la pared, haciendo uso de la violencia estatal para forzar a la gente a renunciar a sus principios so pena de sufrir sanciones y persecución.

En palabras del abogado español Daniel Vicente Carrillo:

Los gays reclaman el derecho al matrimonio para escarnecer el amor y, mediante su marginación, parecer ellos menos enfermos. Se intenta dar una solución sociológica a un problema a la postre psicológico, arrastrándose a todo el cuerpo social en una caída en picado hacia la animalidad.

(…)

Debo insistir: los gays no buscan ser naturalmente iguales que el resto de parejas, porque es imposible, ya que su condición física y espiritual se lo niega. Buscan que esas parejas sean iguales a ellos: eso sí es posible, y la ley aquí es sólo un instrumento para perpetuar esa práctica marginal.

El “matrimonio” homosexual no se trata, como queda demostrado por las cifras, de que los homosexuales puedan acceder a una insttución a la que han renunciado al dar la espalda a su propia naturaleza, sino de rebajar la institución familiar al nivel degradativo de sus propias relaciones, arrancándole todo fin trascendente y reduciéndola a un mero contrato de cópula, con sanción estatal para amenazar a todo el que siga insistiendo en que la familia la constituyen un hommbre y una mujer.

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