El Proyecto de ley 141 de 2015 Senado de autoría del senador Armando Benedetti, ya tiene ponencia para su primer debate en la comisión primera del Senado, y lo más seguro es que sea debatido en las próximas semanas.
En la ponencia, el senador Juan Manuel Galán no hace ninguna modificación al articulado propuesto por el senador Benedetti, pero en la exposición de motivos reconoce que aunque la figura que crea, la “unión civil” no lleva el nombre de “matrimonio”, en la práctica tiene exactamente el mismo régimen jurídico.
Este es el truco con el cual Benedetti espera que el proyecto sea más fácilmente aprobado en la plenaria del Senado, pues en 2013 hubo muchos congresistas que con mucha ingenuidad afirmaron que el único problema, a juicio de ellos, es que se diera el nombre de “matrimonio” a estas uniones. Nosotros, por el contrario, en el concepto que presentamos ante el congreso en aquella oportunidad, denunciamos que una figura de “unión civil” homosexual, tiene los mismos efectos negativos sobre la institución familiar que si se le llama “matrimonio”.
Así también, la Doctrina de la Iglesia condena cualquier tipo de reconocimiento a las uniones homosexuales, así no tengan el nombre de “matrimonio”:
10. Si todos los fieles están obligados a oponerse al reconocimiento legal de las uniones homosexuales, los políticos católicos lo están en modo especial, según la responsabilidad que les es propia. Ante proyectos de ley a favor de las uniones homosexuales se deben tener en cuenta las siguientes indicaciones éticas.
En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral.
(…)
11. La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad. (Congregación para la Doctrina de la Fe, 2003)
Así las cosas, esperamos que los parlamentarios que se dicen católicos, se muestren coherentes en su fe, y eviten el “acto gravemente inmoral” de permitir la aprobación de este proyecto de ley.
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