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lunes, 26 de marzo de 2012

Pirry y la limpieza social

En los dos últimos domingos, el tema de los “Especiales Pirry”, un programa de documentales que aspira a ser la nueva conciencia moral de la sociedad colombiana, se enfocó en el tema de la eutanasia. En realidad, “enfocó en el tema” no es más que una forma suave de evitar precisión a la hora de caracterizar el programa: Propaganda. Desde su puro inicio, la pregunta con que arranca el programa señala el sesgo que este tendrá de inicio a fin: “¿Quién es el dueño de su vida , el Estado, la Iglesia o usted?.” Si yo hubiese sido profesor de argumentación no hubiera perdido tamaña oportunidad de realizar un ejercicio práctico de identificación de falacias, pues estas sobreabundaban en el documental. Pirry se valió de la tragedia de los pacientes con Esclerosis Lateral Amiotrófica para su juego sentimentaloide, que desgraciadamente se ha vuelto el argumento preferido en la televisión, de aparentar compasión con una persona a la vez que se refiere a ella con toda clase de adjetivos descalificadores e insultantes, mientras desfila el verdadero protagonista del programa, el único que sonríe: Gustavo Quintana, el “doctor” muerte colombiano.

La tesis que orienta al programa es la insinuada en la pregunta de arriba: El Estado y la Iglesia quieren ser dueños de la vida de las personas y esta le pertenece en realidad a cada uno. Una tesis descabellada, producto de un falso dilema, pues ni la Iglesia se arroga el derecho sobre la vida de nadie, de lo contrario sería la primera en abogar a favor del aborto, la eutanasia y la pena de muerte, ni el Estado puede legalizar la eutanasia sin arrogarse primero tal competencia. El trasfondo siniestro de este falso argumento se hace explícito en boca de Pirry y de Carlos Gaviria: El primero admite que su concepto de dignidad se asienta en el subjetivismo, mientras el segundo tiene la desfachatez, algo que no es extraño en él, de decir que si una minoría tiene convicciones particulares las mayorías no pueden impedirle ejercer ese derecho (deduzco que, según él, si los pedófilos se organizan nadie podrá negarles el derecho a ejercer la pederastia). Al poner esas dos posturas en relación se hace evidente la cuesta por la que nos quieren poner a rodar: La ley es por definición general y objetiva, y pretender que esta se asiente en realidades subjetivas, como el sufrimiento, implica que el Estado se arrogue la capacidad de legislar sin dar razones. La anarquía del subjetivismo conduce inevitablemente a la tiranía de la violencia como único argumento válido y necesario.

Pretender que el sufrimiento es una indignidad para el ser humano es pensamiento ilusorio sin ningún asiento en la realidad. El sufrimiento en connatural a la existencia del ser humano, y por lo tanto es mucho más cercano a la dignidad humana que su ausencia. Nadie pasa por este mundo sin sufrir, por lo que nadie sería digno según esa definición. Además, la subjetividad del concepto de sufrimiento hace que se preste para absolutamente todo. No es extraño que los escuadrones de limpieza social que se dedican a aterrorizar zonas urbanas resulten usando los mismos argumentos del “homicidio por piedad” defendido por Carlos Gaviria. No hago previsiones exageradas y apocalípticas, apenas hace unos meses en Holanda se dio vía libre para la eutanasia por causas psicosociales, a la vez que comienzan a funcionar escuadrones móviles para eutanasia exprés y a domicilio. No, señor Pirry, la dignidad humana es una realidad social, de lo contrario no veo cómo recrimina usted a las instituciones de salud por “tratar indignamente” a sus pacientes. La enfermedad es una realidad propia del vivir, y por tanto no hay “enfermedades indignas”. Testimonios abundan, de personas que padecen de ELA y no por ello consideran indigna su condición, uno de los más famosos es el físico Stephen Hawking quien ha vivido más de 30 años con esa enfermedad. No es la enfermedad lo que los hace sentirse indignos, es el trato que reciben por parte de los otros, desde la pobreza en que los sume con toda su familia y el irrespeto de las entidades de salud hacia ellos, hasta el “doctor” muerte que sonríe cuando les convence de perder toda esperanza, pasando por el presentador de televisión que se refiere a ellos usando todo tipo de adjetivos lastimeros.

Pirry aparenta la defensa a ultranza de la autonomía humana y, sin embargo, todo su ensamblaje ritualista y pseudo-místico alrededor del homicidio de John Quintero se viene abajo ante una simple pregunta: ¿Qué pasaría si el paciente cambia repentinamente de opinión en el último segundo, cuando ya el veneno mortal corre por sus venas? El documental mismo evidencia cómo vivimos en total incertidumbre frente al mañana y es tan probable una decisión como la otra. ¿Obligaría Pirry a que las personas tengan que llevar una mala decisión hasta las últimas consecuencias? La vida es un don, y esto no es una afirmación religiosa sino un hecho: nadie nace porque quiere, sino que el existir le es dado. Por lo tanto, dado que la vida no se la da nadie a sí mismo, es indudable que tampoco nadie puede recuperarla una vez perdida. Sencillamente, no es algo que pueda pertenecerle sino a quien la otorga y la puede dar una y otra vez. Gaviria se equivoca irremediablemente, como en casi todo, pues el derecho a la vida no es algo que pueda ejercerse y dejarse de ejercer, sino que su ejercicio es condición para la existencia del mismo. No proponemos que se penalice el suicidio, pero es muy diferente que el Estado reconozca su incapacidad para impedir a las personas tomar malas decisiones respecto de sí mismos, a que convierta el error en un derecho y lo promueva abriendo el espacio legal para que los asesinos campen a sus anchas.

Para terminar, quisiera compartir con ustedes un breve escrito del abogado José María Cervelló, en el que reflexiona sobre su propia condición como enfermo de ELA (el artículo fue escrito indicando letra por letra con los ojos), y que he encontrado en el blog de otra persona que sufre de la misma enfermedad.

LIBERTAD Y ENFERMEDAD, SORTEOS, PRIVILEGIOS Y CARENCIAS por JOSÉ MARÍA CERVELLÓ

I Introducción
No voy a escribir un texto académico porque no tengo conocimientos para ello y no puedo manejar bibliografía. Tampoco voy a escribir un texto sobre la enfermedad y sus efectos en la libertad. Voy a escribir unas líneas desde la enfermedad y sus efectos en la libertad. Serán subjetivas, pueden estar llenas de lugares comunes y pueden estar muy superadas. Pero son mías y van a estar escritas desde la autenticidad y reflejarán mis pensamientos y mis sentimientos después de cinco años de enfermedad (ELA). En los últimos cuatro estoy unido a mi respirador. Las enfermedades, e incluyo aquí a las discapacidades, son algo que nos “toca”. Pero hay muchas mas cosas que también nos “tocan”. Quiero empezar por estas y encajar en ellas a las enfermedades.
II Un mal comienzo para la libertad
Pensemos en los siguientes hechos:
-No podemos elegir si nacemos o no
-No podemos elegir a nuestros padres
-No podemos elegir nuestro ADN
-No podemos elegir nuestro cuerpo
-No podemos elegir cuando nacemos
-No podemos elegir donde nacemos
-No podemos elegir el ambiente familiar, social, cultural, jurídico, político, económico, y religioso en el que nacemos
Después de esto, el primer sorteo injusto está hecho y los primeros privilegios concedidos y las primeras carencias dadas.
III…y lo que sigue no es mejor
No sabemos que pasó en nuestros primeros años de los que no tenemos memoria.Cuando tenemos entendimiento y memoria hemos de responder a los estímulos que nos vienen de fuera a través de los sentidos. Hugo Chávez dice que no quiere igualdad de oportunidades sino de condiciones. Esto es demagógico y utópico, pero, desgraciadamente, es cierto.
Es un segundo sorteo injusto con nuevos privilegios y carencias.
IV El Pensamiento
Pensemos en cómo se piensa. Yo no se si pienso lo que quiero, si mi cerebro piensa lo que quiere o si pensamiento y cerebro son la misma cosa. Lo mismo me sucede con el funcionamiento de la memoria. Además no se en que medida el pensamiento y la memoria funcionan solos o responden a nuestro libre albedrío suponiendo que quede margen para él. Antonio Machado, dijo: “converso con el hombre que siempre va conmigo”.Quizás sea una explicación.
Es un tercer sorteo injusto con nuevos privilegios y carencias.
V La Enfermedad
Como dije, la enfermedad nos “toca”, pero no “toca” de igual manera. A los efectos de estas líneas voy a hacer unas clasificaciones un tanto “pedestres”:
-Enfermedades que afectan a la cabeza o al cuerpo (para mí, está claro que prefiero las segundas).
-Enfermedades congénitas, en la juventud o en la madurez.
Las primeras condicionan toda la vida, las segundas frustran el desarrollo y en las terceras, por lo menos se puede volver la vista a lo ya hecho.
-Enfermedades con dolores o sin ellos
-Estables o degenerativas.
-Que acorten la vida o no.
Es un cuarto sorteo injusto con nuevos privilegios y carencias.
VI Actitud ante la enfermedad
Tenemos libertad para elegir entre tres posturas:
-La rebeldía. Se puede resumir con la frase “porqué me ha tocado a mi esto”; a lo que hay que responder: “y porqué no”.
-La depresión, salvo que sea otra enfermedad añadida.
-La aceptación activa, que permite ver lo que queda y no lo que se ha perdido.
La elección de la postura no depende sólo del enfermo sino que está muy condicionada por el entorno familiar y de amigos y, desgraciadamente, por la situación económica.
Es un quinto sorteo injusto con nuevos privilegios y carencias. 
VII Libertades durante la enfermedad
Si la enfermedad no afecta a la cabeza quedan algunas libertades:
-La libertad de pensamiento, dentro los márgenes del apartado IV.
-La libertad para tener curiosidad, que es lo que permite llenar el futuro.
-La libertad para sentir afectos, es decir, el amor y la amistad.
-La libertad de tomar decisiones, aunque las tengan que ejecutar otros.
-La libertad para recibir o no información Médica.
-La libertad para aceptar o rechazar tratamientos.
-La libertad para organizar actividades y agenda.
Pero si hay soledad, pobreza e incultura el ejercicio de estas libertades está en juego.
Es un sexto sorteo injusto con nuevos privilegios y carencias.
VIII Conclusión
Cuanto más miro alrededor, mayor es mi estado de perplejidad. En tanto sorteo injusto me ha “tocado” ser un privilegiado durante toda mi vida, a pesar de que mi padre murió cuando yo tenía 17 años y a pesar de mi enfermedad.
Podemos concluir con una pregunta: ¿Es igual la libertad según el resultado aleatorio de los distintos sorteos y de los diferentes resultados de carencias y privilegios que conforman a cada persona? Podemos seguir preguntándonos como Lenin ¿Libertad para que? o habría que preguntarse ¿Libertad para quien?
José María Cervelló

PD: Creo que este cortometraje de Eduardo Verástegui ejemplifica a la perfección a lo que me refiero:

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