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jueves, 20 de junio de 2013

Una peligrosa reducción antropológica, por Mons. Ricardo Tobón Restrepo

Reproducimos el artículo de Mons. Ricardo Tobón Restrepo, publicado en el sitio web de la CEC.

Monseñor_Ricardo_Tobón_Restrepo_2 Detrás de diversas posiciones ideológicas y de ciertos comportamientos actuales está un reduccionismo antropológico, que quiere prescindir de Dios y de su proyecto sobre el hombre. En esta perspectiva de un hombre dedicado a su autorrealización, por sus solas fuerzas, todo lo técnicamente posible se vuelve moralmente lícito y toda manipulación puede ser legitimada. De hecho, bajo el pretexto de presuntos derechos, de buenos sentimientos que buscan el progreso o de nuevos humanismos, se están justificando el aborto, el matrimonio homosexual, la eutanasia y otras formas de materialismo hedonista.

La persona humana sin una auténtica relación con Dios termina en diversas expresiones de idolatría que finalmente generan esclavitud, desigualdad, miseria y frustración. Es así como se está llegando hoy a atentar contra la familia integrada por el padre, la madre y los hijos. Si antes se había visto como causa de las crisis familiares un malentendido de la esencia de la libertad humana, hoy se pone en juego la visión del ser mismo. En efecto, bajo el tema "género" se está presentando una nueva filosofía de la sexualidad y nuevas propuestas de familia.

Como lo ha comentado el Papa Benedicto XVI (21-12-2012), el sexo, según esta visión, no es ya un dato de la naturaleza que el hombre debe aceptar, sino un papel social sobre el cual se decide autónomamente. La persona, de esta manera, niega su propia naturaleza y decide que no le ha sido dada en su corporeidad sino que ella misma la crea. Así se pone en juego lo que realmente significa ser varón, mujer, persona, según el orden de la creación. Ya no se tiene por válido: "Varón y mujer los creó" (Gn1,27). Ahora, es la sociedad quien lo determina y a cada uno le toca decidir sobre esto.

Benedicto XVI denuncia cómo la manipulación de la naturaleza, que hoy lamentamos por todo lo que se refiere al ambiente, se vuelva la opción de fondo del hombre al confrontarse consigo mismo. Existe sólo el hombre en abstracto, que luego decide autónomamente por sí mismo lo que quiere sobre su naturaleza. Por consiguiente, si no existe la doble riqueza de varón y mujer como estructura de la persona, no existe tampoco la familia como realidad establecida desde la creación. Y, por lo mismo, la prole ha perdido el lugar y la dignidad que le es propia.

De esta manera se concluye hoy que la estructura familiar no es un sujeto jurídico por sí mismo, sino un objeto al que se tiene derecho y como tal se puede buscar y modificar según el propio criterio. Queda evidente que cuando se niega a Dios se disuelve también la dignidad humana. Por esto, en la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Es preciso entender que la realidad de la familia no se reduce a una determinada forma social, sino a la realidad de la persona en sí misma, de lo que es y de lo que necesita para realizarse cabalmente.

Los desafíos pastorales en este campo son urgentes y complejos. Es necesario enseñar el Evangelio del amor, de la vida y de la familia para que las personas no sólo comprendan sino que logren vivir la donación de sí mismas que comienza en la dualidad de varón y mujer y puedan encontrar auténticamente libertad, felicidad y apertura a la relación con Dios. Con el rechazo de la dualidad dada al hombre desde la creación, so pretexto de una libertad individual a la cual todos los demás se deben someter, se derriban dimensiones esenciales de la experiencia de ser persona humana.

Sólo desde la familia, como ha sido establecida por el Creador, se logra entender y vivir la grandeza de la persona humana, la posibilidad de una relación solidaria con los demás, la pasión y eficacia por construir una civilización del amor que desemboque en la plenitud de Dios. No ahorremos esfuerzos por mostrar la dignidad y belleza de la familia, por acompañar a los novios y a los esposos para que comprendan y asuman su vocación, por crear instrumentos e iniciativas para proteger y promover la familia.

+ Ricardo Tobón Restrepo

Arzobispo de Medellín

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