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sábado, 28 de septiembre de 2013

De la codificación a la decodificación moral, por Mons. Froilán Tiberio Casas

Columna de Mons. Froilán Tiberio Casas, obispo de Neiva, publicada originalmente en el sitio web de la CEC.

Escrito por:  Mons. Froilán Tiberio Casas Ortiz -En todas las culturas han existido y existen códigos morales. En las culturas primigenias, esos códigos se trasmitían oralmente; cuando entra la escritura, la lista de comportamiento se codifica.

Así ocurre con el código de Hammurabi en la antigua Mesopotamia, pasando por el Rig-veda de los indios; el decálogo para los semitas, el Sermón de Benarés dentro de la misma cultura india; las normas de Confucio basadas en el orden de la naturaleza para la China; el código de los mayas y los aztecas, trasmitidos oralmente y traducidos iconográficamente en algunas muestras pictóricas, son una muestra del común denominador al tener cada pueblo sus reglas de conducta.

Para vivir en sociedad, es verdad de Perogrullo, tiene que haber manuales de convivencia. Si alguien quiere vivir sin normas, debería irse a vivir solo a una montaña, en donde sólo tendría que rendir cuentas a la naturaleza. El respeto al derecho del otro es la paz. Hasta los animales, por mero instinto fijan territorio; como quien dice, establecen unas reglas de juego. ¿Por qué hay violencia? Porque se irrespetan las reglas de juego de convivencia.

En la crisis de adolescencia cultural que vive el mundo occidental, cuya bandera es: libertad, fraternidad e igualdad; se pisotean todos los valores en aras del libre desarrollo de la personalidad. Pregono libertad, pero irrespeto la libertad del otro; hablo de fraternidad, pero le impongo "mi asquerosa música" a los vecinos; cacareo igualdad, para defender mi pereza, mi falta de iniciativa y lograr que el buen trabajador reparta conmigo lo que ha adquirido con esfuerzo y dedicación.

Estamos pasando por la trasmutación de todos los valores. Con todo y eso, la crisis no ha tocado fondo. Los iconoclastas y libertinos siguen creciendo. Ya casi es un delito ser honesto, pues el vivo vive del bobo. Cada quien establece sus códigos morales, protesta cuando alguien se los propone; pero él si se los impone a los demás. El colectivo social ha construido una sociedad permisiva; en defensa de la libertad, todo se tolera e incluso se aprueba. Con el complejo cultural que se acrecienta; algunos países, toman como referentes, las licenciosas conductas de los países tecnológicamente desarrollados.

Lentamente vamos perdiendo nuestra identidad cultural. Mientras en los países de cultura islámica, las leyes se soportan en una teocracia de Estado – por eso el Islam ha crecido hasta el punto de ser la religión más numerosa del mundo-; en los países occidentales se ha desteñido tanto la cultura que cualquier concepción religiosa es vista como una intromisión a la autonomía humana. ¡Ah! Qué desacierto, con frecuencia la ignorancia es atrevida. Aquí tiene la razón el que más grita. Ahora el inmigrante impone sus costumbres; como vamos, iremos a ser extranjeros en nuestra propia patria. Ya se sacó a Dios del juramento, ahora se jura en nombre de la Constitución; como vamos, llegaremos al harakiri moral y por ende, social. No se preocupe, los que pregonan el libertinaje, mañana serán víctimas de su propio invento.

Un pueblo sin referentes morales, será víctima del más fuerte. La anarquía es el gobierno de los más fuertes. La autoridad que detestan los anárquicos, la imponen con sus extravagancias y al haberse considerado víctimas, ahora se convierten en los más crueles victimarios. Los tiranos pregonan la anarquía mientras llegan al poder.

+ Froilán Tiberio Casas Ortiz
obispo de Neiva

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