En su columna del pasado miércoles en El Espectador, Mauricio Rubio, presenta un viejo argumento de defensa del aborto legal: El aborto reduciría los índices de criminalidad al impedir el nacimiento de niños que por su situación de dificultad serían más propensos a convertirse en criminales. Este argumento, sin ser nuevo, resulta poco común a causa de su enfoque, más apropiado del positivismo criminológico que del paradigma actual centrado en los derechos humanos. Su origen se remonta a la Comisión Rockefeller sobre Población y el Futuro de América en 1972.
El estudio de Donohue y Levitt que cita Rubio, ha sido fuertemente controvertido metodológicamente. Se ha aplicado controles estadísticos a las variables, y la correlación ha desaparecido, así mismo, se ha trasladado la relación a otros escenarios y los resultados han sido todo lo contrario: más crimen luego de la legalización del aborto Aún así, la explicación que ha resultado más contundente, ha sido la evidencia de que el descenso en la criminalidad en los años 90, está más ligado al declive en el boom de la cocaína, que llegó a su máximo en 1991, que al aborto legal.
Sin embargo, Rubio cita otro estudio, que corroboraría la primera afirmación. En este
se definieron cuatro grupos. Los bebés que no tuvieron complicaciones durante el parto ni sufrieron síntomas de rechazo por parte de la madre se tomaron como grupo de control. En la segunda categoría estaban quienes, tras un parto riesgoso, habían sido bien aceptados por su progenitora. El tercer grupo lo conformaban los bebés nacidos sin contratiempos pero mal recibidos y en el último grupo quedaron quienes habían sufrido la doble carga de dificultades al nacer y rechazo maternal.
Los resultados fueron sorprendentes. Entre los primeros tres grupos no se encontraron diferencias significativas en la frecuencia de problemas judiciales. En el grupo que llegó al mundo con problemas tanto médicos como familiares la tasa de detenciones fue tres veces superior a la de los demás grupos. Aunque constituían menos del 5% de los niños estudiados, eran responsables del 18% de los delitos cometidos por esa cohorte.
Resulta bastante comprensible que un niño que haya nacido con dificultades y reciba rechazo por parte de su madre, crezca inclinándose al crimen: ¿Acaso puede esperarse algo diferente de quien es tratado como un error? "nunca debiste haber nacido", es el mensaje sobre el cual construyen su identidad ¿y nos extraña que su conducta refleje odio y resentimiento? Nadie da de lo que no tiene, y no ha de pedirse civilidad a quien ha sido criado con el rótulo de “indeseable”.
Lo que es sorprendente, es que Rubio considere que tal obviedad constituye “otra razón para que el debate sobre el aborto en Colombia no se limite a los tres casos excepcionales de la tímida sentencia de la Corte Constitucional”. Esto no sólo asume un determinismo de cariz abiertamente genocida, pues pretende juzgar y condenar a los criminales antes de que estos puedan llegar a serlo, sino que despacha el problema (El trato debido hacia alguien que ya existe) con una solución simplona (“borrémoslos del mapa”), evitando considerar la posibilidad de explorar medidas para mejorar la acogida de los hijos por parte de sus madre. En resumidas cuentas, para Rubio el problema no es que haya niños rechazados por sus madres, el problema es que se les deje seguir con vida.
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