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miércoles, 7 de diciembre de 2016

La realidad sobre los hijos de parejas homosexuales y el anticipado consenso de la “no diferencia”

LA FAMILIA ALTERADA

Como lo habíamos mostrado anteriormente existe un pequeño pero poderoso grupo de académicos, activistas LGBT y  medios de comunicación masiva, que se ha encargado de difundir e imponer una serie de mitos e ideas en torno a la homosexualidad. Las luchas ganadas por la población LGBT se han servido de una serie de argumentos presentados como verdades absolutas, pero que no tienen bases científicas sólidas.

Particularmente en el campo de la paternidad, las decisiones judiciales tomadas a partir de los argumentos de la “no diferencia” han dado a las parejas del mismo sexo prerrogativas en el tema de la adopción. Estos comportamientos permisivos por parte del poder judicial son el resultado de un anticipado consenso científico en torno a la hipótesis de que no existe ninguna diferencia, entre el comportamiento y desarrollo de un niño con padres homosexuales y uno criado en el seno de una familia tradicional.

Sin embargo, nuevas investigaciones siguen desvirtuando las “verdades” de los LGBT. Recientemente  el profesor del Departamento de Estudios de la Familia de la Universidad de Kansas, Walter R. Schumm,  publicó en la revista Psychological Review un artículo titulado A Review and Critique of Research on Same-Sex Parenting and Adoption, en el que hace una revisión crítica de un amplio número de estudios hechos desde la década de los 80 con respecto a la paternidad de parejas del mismo sexo. A partir de revisión Schumm concluye que las investigaciones que respaldan la “no diferencia”, además de tener limitaciones metodológicas que distorsionan los resultados, llevan a pensar erróneamente que la paternidad de personas del mismo sexo no tiene efectos negativos en los niños.

El autor muestra cómo la inestabilidad en las parejas del mismo sexo, dada por las relaciones basadas en la libertad antes que en el compromiso, prácticas no monógamas con reglas de sexualidad abierta, y los enfrentamientos que se pueden presentar entre la madre biológica y la madre adoptiva son factores de afectación en la vida de los niños. Las transiciones e interrupciones abruptas en las relaciones y los enfrentamientos entre los padres, sumados a la incongruencia entre la orientación sexual de los padres y la de los hijos producen una serie de comportamientos negativos .

En lo que respecta a los hijos biológicos de alguno de los miembros de la pareja homosexual, hay suficiente evidencia empírica para afirmar que quienes tienen padres gays, lesbianas y bisexuales experimentan:

  • Problemas relacionados con la autoestima baja, especialmente en las niñas.
  • Sexualidad precoz, que está dada por la existencia de reglas y valores progresistas.
  • Crimen y tendencia a tener problemas de conducta en ámbitos sociales.
  • Un nivel menor de ajuste y conformidad con su propia familia.
  • Síntomas de depresión y ansiedad
  • Desarrollo de género atípico, en el que los niños tienden a ser menos masculinos y las niñas menos femeninas; aspecto que se relaciona con la falta de modelos de género a seguir, comportamientos andróginos de las madres y a las expectativas que los mismos padres generan frente a sus hijos.

Igualmente se han encontrado casos que, a pesar de no ser los suficientes para hacer afirmaciones estadísticamente significativas, muestran la relación entre la orientación sexual de los padres y la aparición de problemáticas como el mal desempeño educativo, deficiencias en la salud mental, la falta de autocontrol y la impulsividad.

Por su parte, al comparar las familias adoptivas de padres homosexuales y heterosexuales, Schumm encontró que en ninguna de las investigaciones sobre funcionamiento familiar se reseña un número de casos lo suficientemente amplio y aleatorio, como para afirmar que los hijos adoptivos de parejas homosexuales no se diferencian de los criados en familias heterosexuales. Es más, las muestras encontradas permiten señalar que las parejas de padres heterosexuales tienen un mejor funcionamiento, en especial en el largo plazo, cuando los niños tienen la edad suficiente para entender las diferencias en la orientación sexual.

En ese mismo sentido, se evidenció que existe una relación entre la homosexualidad de los padres y las dificultades de los hijos en su etapa adolescente, en temas como el abuso del alcohol, el uso de sustancias ilegales, irregularidades en los comportamientos relativos al género y el inicio de la actividad sexual a temprana edad.

Aquí es importante resaltar que un error que pasa desapercibido en los estudios de la “no diferencia” es el análisis del comportamiento de los niños, a una edad en la que los efectos de la paternidad homosexual no son tan marcados; es en la adolescencia, en la juventud e incluso en la adultez cuando se materializan  los comportamientos problemáticos asociados a la orientación sexual de los padres.

Adicionalmente, Schumm desmiente el argumento según el cual tener dos madres o dos padres se equipara a tener padres heterosexuales separados. A este respecto el autor subraya que, en un número significativo de los estudios, el resultado para cada uno de los aspectos contemplados era mejor para los hijos de padres heterosexuales divorciados o que están en una nueva unión. Tendencia que se vuelve más marcada conforme aumenta la edad de los hijos, pues con el tiempo los niños empiezan a entender que existe una clara diferencia entre, por ejemplo, ser criado por madres lesbianas y ser criado por la madre y la abuela.

De esta manera el autor nos muestra cómo los argumentos de la “no diferencia” están basados en investigaciones limitadas, que verdaderamente no documentan los efectos negativos de la paternidad de parejas del mismo sexo. Efectos que son generados en su mayoría por la inestabilidad de estas uniones y por las diferencias en la orientación sexual de los padres y el hijo.

Así es como, contrario a lo que afirman los activistas LGBT , la realidad de los hijos de parejas homosexuales está atravesada por problemas de conducta, salud mental, desempeño educativo, abuso de alcohol y sustancias psicoactivas, sexualidad precoz, depresión, falta de autocontrol y comportamientos atípicos de género. Todos estos son síntomas de una sociedad que ha tomado malas decisiones con base en falsas “verdades” difundidas por unos pocos.

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