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sábado, 19 de octubre de 2013

El aborto es asunto más que religioso, por Mons. José Mario Ruiz

Columna de Mons. José Mario Ruiz Navas, Arzobispo emérito de Portoviejo, Ecuador, publicada originalmente en el diario El Universo.

En ocasión de la frustrada propuesta de despenalizar el aborto de un feto, concebido en una afirmada violación, se ha descubierto la confusión, especialmente en altas esferas, acerca de lo que es aborto. Se han utilizado como insulto las palabras “conservador” y “dogma”. Se ha unido laicismo con aborto, diciendo: En Ecuador, que es laico, “no debiera ser problema” legitimar ciertos abortos.

Yo pienso que si esas personas tuvieran una idea científica de lo que es aborto, no trillarían las palabras “conservador”, “dogma”, “laicos”.

Si algunos defensores del aborto se guiaran por afirmaciones de científicos, no defenderían el aborto. La ciencia afirma que en un óvulo fecundado y anidado, hay ADN diverso del ADN del padre y de la madre. Este ADN es signo de que este óvulo es ya un yo humano no desarrollado, pero humano, indefenso, pero humano.

La ciencia, afirmando que el óvulo fecundado y anidado tiene un sistema inmunológico independiente, un patrimonio genético distinto del de la madre, afirma que impedir directamente el desarrollo de este óvulo, extrayéndolo, es matar un ser humano.

La afirmación del credo religioso de que el aborto es un crimen se funda en la afirmación de la ciencia de que el óvulo fecundado y anidado es un yo humano. El feto no es un tumor, es un ser humano. Débil sí; no desarrollado sí, pero un yo humano.

Que el aborto es matar a un ser humano es afirmación primero científica y después religiosa.

Entonces intervienen el credo religioso y el respeto a la humanidad con la ley “No matarás” a un humano inocente, indefenso.

Parapetarse en el laicismo para defender el aborto es ignorar qué es Estado laico. Estado laico es el que no tiene religión. No tener religión no lo hace antihumano; el Estado laico respeta humanidad, respeta la religión de sus ciudadanos dentro del marco del bien común.

En el lago del aborto confluyen diversas vertientes contrapuestas, que impiden condenar o aprobar con ligereza o con prejuicios:

Primera: La ley del más fuerte, que busca en el campo personal, en el nacional e internacional pretextos para arrollar y suprimir al débil o indefenso.

Segunda: La influencia de fuerzas contrapuestas: una, la de dar y darse en el servicio, aun gastándose. Otra, la de rehuir el esfuerzo de la vida. La grandeza de la dignidad materna radica en este gastarse a servicio de la vida.

Tercera: Hay quienes cubren el egoísmo con un velo de compasión con la embarazada.

Cuarta: Sugiero responder esta pregunta: ¿Es la unión sexual un gesto de amor, una mutua donación, o es un yo te uso, tú me usas, nosotros nos usamos? Se puede observar que hay una orientación a actuar con el sexo, como con una naranja: se la exprime, se tira la cáscara y se compra, o roba otra naranja.

Quinta: ¿Cuál es política responsable: la de facilitar que el sexo se reduzca a uso o la difícil tarea de educar a que sea una expresión de amor?

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