Artículo de Juanjo Romero en su blog en InfoCatólica.
Un poco de historia en este blog:
En 2009 compartía la excelente noticia de que por primera vez en los estudios anuales de Gallup sobre valores y creencias, los que se consideraban provida superaban a los abortistas: «More Americans “Pro-Life” Than “Pro-Choice” for First Time» En 2010, Gallup confirmaba la tendencia y calificaba el ser pro-vida como la «nueva normalidad»: «The New Normal on Abortion: Americans More ‘Pro-Life’». En 2011, se consolidaba el resultado, manteniéndose el empate: «Americans Still Split Along “Pro-Choice,” “Pro-Life” Lines» En 2012, el porcentaje de los estadounidenses que se considera abortista alcanza su peor resultado: «‘Pro-Choice’ Americans at Record-Low 41%»Lógicamente, no son más que estadísticas, que todavía muestran que muchas personas son favorables a eliminar vidas humanas. Desde luego no es un criterio ni de bondad ni de verdad.
Los datos hay que cogerlos con pinzas, como apuntaba Pedro González en su blog, dentro de ese grupo de «pro-vidas» se cuentan los que admitirían el aborto en algún supuesto o la falta de conciencia sobre el «aborto invisible», el derivado de píldoras. Pero lo que no admite ninguna duda es la tendencia, y la inesquivable pregunta de ¿qué se ha hecho para lograrlo?.
En el mundillo de la «cultura de la muerte» hay perplejidad. Consideraban que en esta guerra no había marcha atrás, que conquistadas las plazas era suficiente con ir a por el siguiente objetivo. En el bando de la «cultura de la vida» no se hicieron siempre bien las cosas, todo hay que reconocerlo. Todavía hoy son sorprendentes los ataques de celos de algunas organizaciones por el éxito de otras.
Que la preocupación haya saltado a los anquilosados «medios progresistas» es todo un síntoma. El diario El País publicaba un extenso reportaje sobre el tema: «La ofensiva antiaborto recorre Occidente». No aporta datos relevantes, pero es una interesante lectura, uno tiene la sensación de estar ante un boxeador tambaleante que no sabe por dónde vendrá la próxima.
Primero hace un rápido repaso a la encuesta de Gallup. Atribuye torticeramente el éxito al dinero, ocultando que son precisamente las organizaciones abortistas las que cuentan con incontables fondos, públicos y privados, como el reciente escándalo de Melinda Gates. Si hace falta recurrir a la extorsión, se recurre. Tanto tienen que da para exportar.
Después obvia la resistencia que están mostrando muchos otros países americanos y europeos. Y alerta de la ola pro-vida que amenaza Europa, cuyo primer paso sería la ILP que encabeza Mayor Oreja.
Y para terminar intenta un infructuoso análisis sobre el movimiento pro-vida. Siempre es bueno saber cómo te ve el enemigo, así que copio textual, no tiene desperdicio (podéis aguantaros la risa, o no):
Pero ¿quiénes son esos grupos? ¿Cómo se mueven? Los autodenominados provida (o antielección, en función de quién se refiera a ellos) no son unitarios. Comparten lucha e ideales, fundamentalmente la defensa de la “familia natural”, pero pueden distinguirse en tres grandes familias. La primera, presente en toda Europa y la más visible en España, es la alineada con las posturas del Vaticano. Con organizaciones como Derecho a Vivir, Hazteoir o Foro Español de la Familia. Asociaciones que beben de las enseñanzas de organizaciones estadounidenses, mucho mayores, más experimentadas y, sobre todo, mucho mejor financiadas.
La segunda familia la integra una alianza formada entre católicos tradicionalistas anglófonos (de Reino Unido e Irlanda) con evangélicos holandeses, suizos y de los países de Europa del Este, y a la que se suman incluso algunos cristianos ortodoxos. Una corriente responsable de recientes iniciativas contra el aborto en Rumanía y la educación sexual en Bulgaria, y cuyo brazo político sería el European Christian Political Movement.
La tercera familia es la más radical. La encarnan entidades como Fraternidad de San Pío X, que agrupa a los seguidores de Marcel Lefebvre, que rechazan el Concilio Vaticano II por modernista. O la nebulosa organización fundamentalista Tradición, Familia y Propiedad, considerada una secta en algunos Estados, y a quien muchos ven como el resquicio moderno de los movimientos fascistas europeos de los años treinta.
Así contado parecen los defensores de «Minas Tirith»: elfos, enanos, hombre, magos, hobbits, toda raza de bien disponible. Creo que muy desencaminados no van.
Es animante y esperanzador lo que se está consiguiendo, aunque sea a un ritmo mucho más lento del que nos gustaría. Cada minuto que pasa son miles de muertos, pero también cada minuto que pasa son miles de muertos menos de los que pudo haber habido.
Parte del éxito es lo que podríamos llamar la «guerra total» a la cultura de la muerte. Combatirla en todos los frentes y cada uno con sus peculiaridades: desde la eficaz oración de «40 días por la vida» a las iniciativas políticas, partitocráticas o jurídicas. Todas son eficaces sin pretender ser excluyentes ni totalizantes. Pero también «guerra total» geográfica, apoyos mutuos, vigilancia, transmisión de experiencias.
Los ‘malos’ ya se han dado cuenta y tratan de advertir que incluso algunos «demócratas» en USA, los sandinistas en Nicaragua o algunos socialistas en Uruguay se pasan a las filas de los pro-vida.. Falta que terminemos de creérnoslo.
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