Difundimos el artículo de Monseñor Luis Augusto Castro, Arzobispo de Santiago de Tunja, publicado en el sitio web de la CEC
Simón es un testigo. Se adentra él por el sendero de un bosque, hasta que se detiene susurrando levemente: "Es difícil reconocerlo, pero era aquí."
En ese "era aquí" estriba toda la fuerza del testigo. Ese "aquí" señala un lugar preciso que para el espectador no es nada, como no dirá nada a la cantidad de paseantes que circulan por ahí habitualmente. (Reyes M.)
Para el testigo, sin embargo, ese "aquí" señala una historia oculta y ocultada, el lugar del campo. "Aquí" aunque no lo parezca, disimulado hoy por el verde bosque, es el lugar de un campo de exterminio. La mirada del testigo ve y desvela lo que el ojo humano del ciudadano contemporáneo no sospecha, es decir, desvela una verdad que ha querido taparse, disimularse, anularse, así que todos puedan decir con la máxima tranquilidad: "Aquí no ha pasado nada".
La frase "Aquí no ha pasado nada", es terrible. Con la misma se quieren negar unos hechos del pasado llenos de inhumanidad, de violencia, de inmenso dolor. Son hechos que afectaron a otros y no tienen por qué ponernos a sufrir a nosotros. Por eso, es mejor decir: "Aquí no ha pasado nada".
Cuando los armenios fueron masacrados por los turcos, todo se tapó, todo se negó, todo se ocultó. Bien se pudo decir posteriormente: "Aquí no ha pasado nada". Uno se ilusiona de que así se puede tapar todo. Pero es como querer tapar el sol con una mano. Los hechos tapados, antes o después, volverán a hablar, para bien o para mal.
Cuando Hitler estaba preparando a sus generales para que procedieran a la solución final, es decir, a la masacre de seis millones de judíos, los animó de esta manera: "No tengan temor a proceder. Miren lo que sucedió en Armenia. Allí nunca se llegó a acusar a nadie. De manera que procedan". La esperanza de Hitler, así como las acciones de borrar todo indicio del exterminio, era sencillamente que la historia dijese: "Aquí no ha pasado nada".
Cuando en Rwanda los hutus atacaban a los tutsis, el asunto se dejaba pasar sin demasiadas medidas de justicia. Eso quería decir que se podía seguir procediendo de la misma manera cubriendo todo con la acostumbrada frase: "Aquí no ha pasado nada". Hasta que llegó la gran masacre, el exterminio de los tutsis por parte de los hutus a punta de golpes de machete. De seguro que los hutus pensaban que todo terminaría, como en las ocasiones anteriores, con la frase habitual: "Aquí no ha pasado nada". Gracias a Dios, esa masacre que horrorizó el mundo, no quedó en la impunidad.
Podría seguir hablando de muchos otros casos terribles cubiertos, inclusive después de juicios totalmente manchados con la impunidad, con la misma frase: "Aquí no ha pasado nada". Pero es mejor sacar las consecuencias.
En la mesa de negociaciones en Cuba, en pocas semanas se estará discutiendo qué tanto habrá que sacrificar a la justicia para darle espacio a la paz. Eso es inevitable y se llama justicia transicional. Pero cuidado, que en el afán de lograr la paz no se llegue a borrar la justicia y se termine afirmando que aquí en Colombia en realidad no ha pasado nada.
Todos los grupos subversivos del pasado tuvieron no sólo la esperanza de que se dijese, después de tantas masacres y sufrimientos, "aquí no ha pasado nada". Esta frase habrá animado muchísimo a los grupos de delincuentes y subversivos que vinieron luego, para organizarse en ejércitos o bandas delincuenciales. Tienen la esperanza de que al final, después de mucho hablar, discutir y dialogar se llegará a la misma conclusión: "Aquí no ha pasado nada". Pero este es un atajo fácil que sirve sólo para preparar la próxima guerra.¡Mucho cuidado!
El aire de triunfo de los narcotraficantes extraditados y que saben que regresarán pronto a su vida normal y a gozar de sus capitales, es todo un mensaje que se encierra en la misma frase: "Aquí no ha pasado nada".
Por todo lo anterior, mientras esperamos que los diálogos de paz procedan según lo acordado, se tenga presente que no se busca una paz provisional que le deje la puerta abierta a la siguiente oleada de guerras sino una paz construida sobre la justicia, no la justicia absoluta y ciega sino la justicia transicional que cediendo en algo a favor de la paz no se deja tentar por la impunidad. Dios bendiga a Colombia y a todos los que trabajan por la paz del país.
Mons. Luis Augusto Castro Q.
Arzobispo de Tunja
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